Leontxo García / El País
Entrar en un aula de Preescolar Talento en Bogotá es acceder a un mundo maravilloso. Adriana Salazar y su equipo llevan un cuarto de siglo educando ahí a niños y niñas de 2 a 5 años que conocen el ajedrez, tocan el violín y hacen taekwondo bajo el sagrado principio de “jugar aprendiendo y aprender jugando”. Los críos gatean, corretean, saltan y bailan en un tablero gigante, mientras las maestras les transmiten los valores y competencias esenciales a esa edad.
No son superdotados (alguno habrá, pero no se mide su inteligencia); cualquier familia es bien recibida. Los resultados son magníficos, y han sido avalados por expertos en educación innovadora de gran prestigio mundial, como la monja española Montserrat del Pozo, que será la invitada especial en la fiesta de los 25 años, el 5 de junio. Durante el último lustro, Salazar ha enriquecido la calidad de sus métodos con las teorías propugnadas por la Universidad de Harvard para el desarrollo del pensamiento: enseñanza para la comprensión, rutinas de pensamiento, inteligencias múltiples, pensamiento visible, etc. Los grandes gurús de esas teorías (Gardner, Perkins, Costa, Swartz…) han visto que el ajedrez encaja muy bien con los valores y competencias que debe promover la educación del siglo XXI. Prueba de ello es que Salazar y el autor de estas líneas fueron ponentes invitados al último ICOT (el congreso más importante de pensamiento) en Bilbao 2015, y están ya invitados a la próxima edición (Miami 2018).
En “el país de vainilla y chocolate” (piezas blancas y negras), no se pretende que los niños de tres años jueguen partidas de ajedrez -van conociendo el movimiento de las piezas a esa edad, y no dominan todas hasta las cinco años- sino que aprendan a pensar a través del juego sin esperar a que se desarrolle su pensamiento concreto y lógico (a partir de los seis años), que ya les permitirá comprender el sentido de una partida entera.
Lo que cuento a continuación es una de las vivencias que más me impresionaron en mis visitas a Preescolar Talento. Una vez que los niños de cuatro años se han acostumbrado a corretear por el tablero gigante (vacío, sin piezas), a una música muy agradable y a una letra que enseña a mover el peón, la maestra se acerca a una niña y le dice: “Tú eres un peón, y como eres muy valiente, nunca vas hacia atrás, sólo hacia adelante por esta columna, que es la tuya. Y recuerda que sólo puedes mover cuando te toca; por ejemplo, ahora; luego esperas a que tu compañero haga su jugada, y entonces vuelves a jugar tú”.
De esa manera tan sencilla y lúdica se transmiten valores y competencias muy importantes a esa edad: lateralidad, psicomotricidad, geometría básica (horizontal, vertical, diagonal), atención, concentración, memoria, control del primer impulso, pensamiento lógico elemental, etc. Cuando en mis conferencias para docentes (a veces, con 1.200 escuchándome) explico esto, suelo preguntar si conocen alguna otra herramienta pedagógica tan eficaz en Infantil, con el matiz de que la música y la danza ya están integradas en los métodos de Salazar. Y el silencio suele ser absoluto.
Salazar, nonacampeona femenina de Colombia, sintió la vocación por la pedagogía mucho antes de abandonar la competición en 1996. Licenciada en Lingüística, Literatura y Educación, recibió un premio nacional de educación, el Maestro Ilustre, en 2002. Su método se aplica en unos 350 colegios de Colombia, España, EEEUU y México. También dirige otros dos centros de Preescolar (lo que en España se llama Infantil) en Bogotá, llamados Osito Pardo; en total, contribuye a la buena educación de unos 450 niños cada año. Su última aportación es proyectar el método hacia la educación preescolar dirigida hacia las Ciencias y las Matemáticas.
Su relación con Montserrat del Pozo se cimentó en 1997, cuando la monja “secuestró” (ambas bromean con esa palabra) a Adriana en el colegio Montserrat de Barcelona (uno de los mejores de España) con la instrucción estricta de que las monjas no la dejaran regresar a Bogotá hasta que terminase de escribir su método. Hoy, del Pozo, de 62 años, viaja sin cesar por todo el mundo en sus dos funciones: gran estrella de la educación innovadora y superiora general de las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret. En el colegio Montserrat, el ajedrez se utiliza en horario lectivo, de manera transversal e interdisciplinar en Infantil, Primaria y Secundaria desde 1998.
Además de dirigir sus tres centros, Adriana encuentra tiempo para viajar como conferenciante individual o con la Fundación Kaspárov Iberoamérica (aunque no participa en la actual gira por España debido a la celebración de los 25 años de Preescolar Talento). Cuando sale al escenario, extiende en el suelo su país de vainilla y chocolate, canta, baila o muestra vídeos de sus alumnos, es obvio que la pasión por lo que hace es tan grande como hace 25 años: “Ni en mis sueños más locos podía imaginar lo que he conseguido. Educar para la felicidad de los niños es una de las cosas más grandes que pueden hacerse en esta vida”.
Fuente: El País / Madrid, 25 de mayo de 2017