Edición 60

Aprendo en casa: una oportunidad para no volver a lo de antes

En ese momento todos compartíamos una convicción: nuestros estudiantes no perderán su derecho a estudiar. Había que hacer lo posible y hasta lo imposible para lograrlo en tres semanas.

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Ana Patricia Andrade | EDUCACCIÓN

Era el 6 de marzo de 2020, cuando se anunció el primer caso diagnosticado de Coronavirus en el Perú. Al día siguiente, sábado 07, el Ministro nos convocó. Fue ahí que todo comenzó.

Veníamos trabajando, desde hacía varios meses en la preparación del buen inicio del año escolar (BIAE) 2020, un operativo que el Ministerio de Educación (Minedu) viene implementando desde el año 2012 con la finalidad de asegurar, desde el primer día de clases, la presencia de ciertas condiciones básicas para recibir a las y los estudiantes en escuelas seguras, preparadas para el aprendizaje y su bienestar. Este operativo ha permitido desde hace algunos años mejorar progresivamente la oportunidad en la entrega de las condiciones identificadas, y por eso se ha sostenido a lo largo de varias gestiones. Por ejemplo, en cuanto a materiales educativos, para el año 2014 tan sólo el 19.5% de Instituciones Educativas contaban con éste, al inicio del año escolar; porcentaje que se fue incrementando en los años siguientes progresivamente: 74.6% (2016), 82.1% (2017), 86.5% (2018), 92.3% (2019) y 100% de lo programado (2020). Para este año nos habíamos preparado con oportunidad y desatado varios nudos normativos, permitiendo una mejora importante en la entrega de materiales educativos, el mantenimiento preventivo y la contratación docente.

El día que todo cambió

Nos encontrábamos a diez días de la fecha prevista para el inicio del año escolar, asegurando que se concluyera con la contratación docente y apoyando a las regiones en el monitoreo, para verificar el estado de las Instituciones Educativas, cuando se diagnosticó el primer caso. El domingo 15 se declara el Estado de Emergencia Nacional (primero por un plazo de quince días calendario, sucesivas disposiciones lo extenderían hasta la fecha), disponiendo el aislamiento social obligatorio (cuarentena). Ya no bastaba haber trabajado para asegurar las condiciones clave puestas en la escuela para el inicio del año escolar. Ahora había que llevar el servicio educativo a los hogares de los cerca de 8 millones de estudiantes de educación básica[1] –y también de superior (ese es otro capítulo de la historia).

Esto suponía configurar un servicio de educación a distancia, que entonces no existía, conscientes de que los medios de acceso eran limitados, que el uso de las tecnologías y los medios de comunicación son poco habituales a la práctica docente, que un servicio educativo trasladado al hogar podría entrar en tensión con las rutinas familiares y con concepciones que tienen las familias y la sociedad con respecto al aprendizaje (cosa que efectivamente ocurrió). Y con apenas dos a tres semanas para organizar todo.

Parecía una tarea imposible, considerando que el operativo BIAE toma meses de preparación y que lo habitual en el funcionamiento del Estado, por consideraciones diversas, es invertir tiempos considerables en cada decisión, desde su discusión hasta su implementación. Pero en ese momento, sin perder de vista las limitaciones, compartíamos una primera convicción –y quienes tuvieron dudas al inicio, igual se sumaron al esfuerzo: nuestros estudiantes no perderán su derecho a estudiar, habría que hacer lo posible y hasta lo imposible para lograrlo en las dos o tres semanas disponibles.

Y nos organizamos como para el BIAE: enfocados en una meta, organizamos equipos de trabajo, se repartieron tareas, algunos dejaron de hacer lo que venían haciendo para asumir nuevas tareas, nos pusimos plazos, hicimos seguimiento constante, convocamos a aliados (que fueron sumándose más cada vez), miramos la experiencia internacional que venía dando similares pasos, indagamos y gestionamos recursos existentes pues no había mucho tiempo para “partir de cero”, aceleramos los convenios y las cesiones de uso de recursos (formalidades que no se pueden eludir). La segunda quincena de marzo fue trabajar casi 24 horas diarias a la semana con reuniones y coordinaciones de mañana, tarde y madrugada. A la par, esa misma quincena, iniciamos un “pre Aprendo en casa” pues a través de redes, radio y TV compartimos actividades enfocadas en acompañar a las familias en el inicio de la cuarentena, actividades vinculadas al cuidado de la salud, medidas de higiene y también al manejo del estrés propio del nuevo escenario.

Decisiones y motivaciones

¿Qué certezas nos impulsaron y sostuvieron (y siguen sosteniendo), a un Estado que suele caracterizase por la lentitud, del que se espera poco y se sospecha mucho? Son varias y ya han sido expresadas en entrevistas y notas de prensa, también en algunos documentos. Vale la pena recordar algunas para extraer aprendizajes, para instalar e institucionalizar modos de gestionar que nos permitan responder más rápido, más efectivamente, para poner las cosas en su lugar, para ir a una “nueva normalidad” también en la forma de gestionar.

  1. La educación no puede parar.

Esta frase fue repetida innumerables veces para convencernos que así sería y para “firmar el compromiso”: la decisión de declarar el inicio del año de escolar el 06 de abril. Queríamos que las niñas, niños y adolescentes sintieran que, en medio de la incertidumbre, en un contexto adverso, se podía construir y conservar cierta regularidad; que sintieran que pensábamos en ellos y ellas, que buscábamos la manera de ayudarles a enfrentar el temor, de sostenerlos y acompañarlos, a ellos y a sus familias. El 06 de abril se convirtió en el horizonte para los equipos del Minedu, la meta hacia la que nos encaminamos todos.

En el trayecto no faltaron las dudas y los temores: que no llegaremos, que no llegaremos a todos, que no hay condiciones, que mejor sea opcional, que no salga en una norma porque nos compromete… pero, al contrario de lo que suele ocurrir (se duda, se retrocede, se abandona y si se retoma, es con demora), esta vez no paramos hasta alcanzar la primera meta que era salir el 06 de abril, sabiendo que era eso: un primer paso en la ruta de generar un nuevo servicio educativo. Y esa tarde, las imágenes que circularon nos confirmaron: la niña con su uniforme, las comunidades con sus mejores galas, docentes y las familias conectados. De pronto, todos preocupados en sostener un servicio valioso. Sé que este 06 de abril pasará a la historia, como una fecha que nos recuerde siempre lo que se puede lograr cuando se alinean los esfuerzos en torno a una decisión que pone el interés del estudiante en el centro.

  1. Queríamos llegar a todas y todos.

Conscientes de nuestras desigualdades, de las limitaciones en acceso y conectividad, así como también de nuestra diversidad y de las necesidades especiales de aprendizaje de algunos grupos en particular, desde el inicio intentamos que Aprendo en casa sea lo más diversificado posible, en sus canales y formatos, para así ser más incluyentes. Por ello se decidió que sea multicanal, eso nos iba a ampliar el alcance, así fuera necesario organizar tres rutas de producción, una por canal: página web, radio y TV, cada una con su respectiva complejidad. También se decidió que no saldría únicamente en castellano, sino en lenguas originarias; arrancamos con nueve, no son todas, apenas la cuarta parte –aunque si las que más población abarca-, se tendrá que seguir avanzando, pero era un comienzo. Además, apostamos a que no iba a ser solo para educación básica regular, sino también básica especial y básica alternativa.

Así, en TV se acompaña de lenguaje de señas, mientras que en web, además de los tres niveles de básica regular (Inicial, Primaria y Secundaria), hay una sección que conduce a actividades “para desarrollar competencias para la vida, el trabajo, la convivencia democrática y el ejercicio de la ciudadanía” (Educación Básica Alternativa) y “un espacio centrado en el cuidado del estudiante y el desarrollo de su autonomía (donde)… encontrarán actividades que corresponden al quehacer cotidiano en el hogar y recursos para que la familia pueda apoyar a los estudiantes” (Educación Básica Especial). Hacerlos así, desde el inicio, significaba incrementar la complejidad, la carga de trabajo, el seguimiento, los cuidados, las horas. Imposible hacerlo solos y se tuvo el apoyo de decenas de aliados.

  1. Los aprendizajes más relevantes.

¿Con qué íbamos a salir? ¿Priorizando, como es frecuente y muchos aconsejaban, las competencias habituales: comunicación y matemática, por la importancia indiscutible que tienen?, ¿o permitiéndonos y exigiéndonos ir más allá, preguntándonos qué aprendizajes necesitan desarrollar los chicos y chicas, ahora más que nunca: para entender lo que estaba pasando, para manejar lo que se está viviendo (temores, incertidumbre, dudas, desconcierto), para aprender a cuidar de sí mismo y saber que así están cuidando a los otros, para entender que nuestros comportamientos y decisiones impactan no solo en nuestras vidas y bienestar sino el de muchos más, para entender que no todas las soluciones están fuera sino que cada uno/a desde su lugar puede ayudar a construir un presente y futuro mejor? Y es así que cuando salimos lo hicimos priorizando aprendizajes vinculados a la vida saludable, a la preocupación por el bienestar físico y emocional, aprendizajes que son parte del Currículo, aunque aún muchos los consideren ajenos al imaginario que tienen sobre “lo académico” (cuando en el currículo todo tiene el mismo propósito: desarrollar las competencias que nos permitan ser mejores personas y ciudadanos).

  1. Los aprendizajes en contexto.

Queríamos, además, que lo que se está viviendo, las noticias, las medidas, las respuestas de la población, lo que ven hacer a sus padres, lo que viven sus familias, lo que se ve en las calles… todo lo que acontecía, se convirtiera en una oportunidad de aprendizaje real para todos, poniendo en el centro aprendizajes para la vida, demostrando que cada aprendizaje puede y debe partir de entender mejor el mundo que se vive y desarrollar capacidad de respuesta y de agencia, para salir mejores personas, para fortalecer el sentido de responsabilidad para con los demás, para con el mundo. Podremos avanzar en operaciones, en leer y usar conectores, pero todo ello es insuficiente si de esta no salimos con un sentido más claro de hacia dónde ir como país, pero no a costa de otros sino con todos, por lo que primero debemos pagar las deudas.

Foto: peru.as

Algunas reflexiones sobre los aprendizajes, las tensiones, los pendientes

La importancia de las metas y la voluntad de lograrlas sin excusas. Cuando llegó la pandemia, hasta cierto punto nos pusimos en un modo de funcionamiento similar al BIAE: enfocados en una meta, todos alineados ahí, desplegando cada dirección su mejor expertisse y fortaleza, corrigiendo sobre la marcha, sumando los esfuerzos para llegar y sostener un servicio tan inusual. Las mejoras introducidas año a año al BIAE vienen demostrando que, cuando se establecen metas concretas, se define lo que se necesita para llegar a ellas y se alinean los esfuerzos, es posible avanzar de manera significativa en alcanzar esa gran aspiración que es entregar un servicio educativo pertinente, adecuado al contexto y oportuno en el momento de llegada. Y no estamos hablando de insumos o pasos intermedios, sino de metas movilizadoras que visibilizan lo que se le entrega al estudiante y suponen una suma de varios esfuerzos. Hay un aprendizaje en la manera de operar que debe institucionalizarse, convertirse en práctica más habitual.

Asumir desde el inicio las limitaciones y la necesidad de mejora continua. Con lo significativo que es Aprendo en casa y la valoración recibida a nivel nacional e internacional, éramos conscientes de las limitaciones. Para comenzar, que no estaba llegando a todos. Ahí surgió el DL  1465 habilitando al Minedu para adquisición de dispositivos informáticos y/o electrónicos, como medida para garantizar la continuidad del servicio educativo en el marco de las acciones preventivas del gobierno ante el riesgo de propagación del Covid-19. Además del alcance, se reconoce la necesidad de mejoras para que las acciones propuestas sean experiencias de aprendizaje efectivas Se sabe que las actividades propuestas, aunque tienen el ánimo de ser “disparadoras” de una situación que conduzca al desarrollo de competencias, se quedan aún más en el desarrollo de contenidos, de carácter informativo. Sabemos que hay interacción docente – estudiante, pero aun no cuán suficiente es y de qué calidad. Sabemos que hay esfuerzo por brindar algún tipo de retroalimentación, pero no cómo se está dando: ¿cómo analizan las producciones de sus estudiantes?, ¿sólo como medios de verificación de cumplimiento?, ¿dan pautas o formulan preguntas que ayuden al estudiante a identificar sus fortalezas y las fuentes de su error?, ¿en dónde ponen el acento? No se trata de reproducir el mismo esquema de un aprendizaje presencial; y, ante las restricciones que implica la no presencialidad, es grande el riesgo de reproducir prácticas directivas, centradas en la información y en la verificación del cumplimiento, antes que en alentar el pensamiento reflexivo y autónomo del estudiante.

El factor docente como la variable más sensible. Ningún recurso reemplaza al docente, eso se sabe, pero el tránsito entre la presencialidad y el aprendizaje a distancia no es automático, más aún en el contexto de trabajo remoto en el que se está dando, en el que también necesita combinar y organizar sus tiempos de docencia con las tareas que son parte de su vida familiar; posiblemente para una gran mayoría, acompañar a sus hijos en sus experiencias de educación a distancia. Orientar, sostener y fortalecer competencias docentes en este tránsito, sigue siendo un desafío para todos.

Abrir los ojos a la realidad y la diversidad del mundo familiar. Llevar la escuela a los hogares tiene potencialidades y riesgos. Aprendo en casa busca incluir a las familias, sabemos que la mayoría (más del 90% según reportes de la Unidad de seguimiento y evaluación del Minedu) reporta conocer y hasta estar satisfechas con Aprendo en casa, pero desconocemos cómo se involucran, cuánto les aporta o cuán disruptivas son. Se puede fortalecer los vínculos y ser oportunidad para incrementar los factores de protección, o puede generar presión y profundizar las brechas de aprendizaje. Puede también ser una oportunidad para activar todo lo que las familias pueden hacer por sus hijos e hijas más allá del nivel educativo formal que tengan. Pueden motivarlos, alentarlos, ayudarles a organizar el tiempo, a organizar el espacio, proteger y respetar que mientras están mirando televisión o escuchando la radio no se hace ruido, no se le distrae, sino que se está cerca para tender alguna pregunta.

Prepararse para que la vida no vuelva a sorprendernos. Más allá de la emergencia, son varias las interrogantes y frentes a atender en el corto y mediano plazo.

  • Cómo cerrar el año escolar 2020 es una pregunta recurrente. Se ha insistido mucho, y nos reafirmamos, en que no es un año perdido, que algo se ha podido avanzar en términos de aprendizaje y será necesario saber cuánto y en qué. Esto también se ha dicho varias veces y ha sido anunciado por Minedu; y no por un afán de medir si la estrategia funcionó o no, sino porque se requiere conocer los niveles de avances logrados por los estudiantes para planificar el 2021, como una etapa de continuidad y consolidación.
  • De lo anterior deriva otro desafío: establecer medidas que permitan planificar el 2021 y hasta el 2022, una ruta pedagógica multianual que, basada en la premisa de “enseñar al nivel real” del estudiante, genere información y herramientas de apoyo para acompañar a cada estudiante en el progreso de sus competencias. Un informe recientemente publicado por el Banco Mundial, señala precisamente “la importancia de aumentar la preparación de los sistemas educativos para enseñar a los niños en el nivel correcto (at the right level)”. El marco para ello existe, está en el Currículo Nacional y las Normas técnicas recientemente emitidas (RVM 093 y RVM 094) sobre evaluación y programación curricular en el contexto de la emergencia.
  • La emergencia ha puesto en evidencia de un modo mucho más elocuente las enormes desigualdades que existen el país y que generan un piso desnivelado para aprender. Siempre decimos que la educación es la vía para igualar oportunidades. Será necesario, entonces, comenzar por metas tan concretas como, por ejemplo, proponernos que a lo largo del 2021 todas las residencias y Centros de formación en alternancia, así como los centros de educación básica especial y alternativa, cuenten con las condiciones básicas para aprender (camas suficientes para albergar a todos los estudiantes en el caso de los servicios educativos rurales, por ejemplo). Son aspectos que bien podrán dar pie al periodo de programación presupuestal en el que se está.
  • La educación a distancia ha venido para quedarse, pero requiere esfuerzo e inversión importantes. Dos reflexiones al respecto: la primera es que el valioso esfuerzo que representa la dotación de dispositivos tecnológicos se amplíe y consolide; supondrá una importante inversión para alcanzar al conjunto de la población focalizada en esta primera etapa y proyectarse para avanzar, junto a un esfuerzo sostenido para desarrollar competencias digitales en las y los docentes. Lo segundo es que la apuesta de Aprendo por llegar a través de la radio, TV y web no debiera abandonarse, el esfuerzo invertido en esta oportunidad, en cuanto a tiempo dedicado de los equipos ha sido extraordinario, producto de su compromiso, pero no sostenible a menos que se cuente con una estructura organizativa al interior de Minedu que se especialice en esta modalidad de atención educativa.

Normalizando lo extraordinario cuando funciona mejor que lo habitual

Lo habitual en la gestión es que cada dirección, en el marco de las competencias asignadas en el Reglamento de organización y funciones (ROF), planifica lo que le corresponde hacer, de acuerdo a sus posibilidades y recursos. Con escasas oportunidades para una real articulación, esta forma de funcionar dispersa y duplica esfuerzos y nos coloca en la orilla opuesta a lo que requiere una gestión orientada a resultados, al servicio, a los sujetos.

Sin embargo, tanto el BIAE como Aprendo en casa han demostrado que es posible revertir esta tendencia ¿Cómo hacer para que dejen de ser acciones “extraordinarias” y, en cambio, logren permear el modo cotidiano de operar? ¿Cómo garantizar continuidad en los procesos que funcionan? ¿Cómo sostener los cambios que representaron hitos claves de avance? No son preguntas fáciles de responder en un contexto de tan alta inestabilidad institucional como el que hemos vivido en los últimos años, aunque son las mismas que nos hemos venido haciendo por décadas. Quizás la pandemia sea una buena oportunidad para empezar a tomarlas más en serio.

Lima, 20 de junio de 2020

[1] El año escolar debía iniciarse este lunes 16 de marzo en los colegios públicos, en los que se han matriculado cerca de 6 millones 470 mil estudiantes. Los colegios privados, que ya habían iniciado las clases, tienen aproximadamente 2 millones 500 mil alumnos matriculados.

Patricia Andrade Pacora
Ex viceministra de gestión pedagógica, del Ministerio de educación, con más de 25 años de experiencia en la gestión de políticas, programas y proyectos educativos, desde el Estado como desde la sociedad civil y en cooperación internacional, en puestos de responsabilidad a escala nacional. Psicóloga clínica, de profesión y estudios de Maestría en Políticas educativas en la Universidad Alberto Hurtado, de Chile. Entre los años 2011 y 2014 fue Directora General de la Educación Básica Regular y ex Directora (e) de la Dirección de Tutoría y Orientación para el Educando – DITOE (año 2013). Como directora de la DIGEBR, he sido responsable de la conducción del Programa presupuestal por resultados Logros de aprendizaje (PELA). También estuvo a cargo (2008-2011) del Programa de Mejoramiento de la Educación Básica en Área Rural (PROMEB), implementado con apoyo de la cooperación canadiense (ACDI) en el norte del país. Se ha desempeñado asimismo como consultora en áreas relacionadas al desarrollo y evaluación de capacidades en el Estado y la evaluación y sistematizaciones de políticas públicas en el área de educación, a nivel nacional e internacional.