EDITORIAL
Mayo nos sorprende con cambio ministerial. Es el cambio número catorce en los últimos siete años y si bien estas rotaciones continuas han dañado gravemente la continuidad de las políticas y su sentido mismo, esta última se hacía indispensable. Un cargo tan importante no puede ejercerse con autoritarismo, intolerancia y mendacidad.
Mayo llega también con un acuerdo del Congreso para declarar de interés nacional la introducción de curso de ‘Historia del terrorismo’ en currículo escolar. Ese afán no es nuevo. Pero es inútil explicar y demostrar que esos contenidos están en el Currículo Nacional, en el actual y también en el anterior desde hace años. Siempre habrá alguien necesitado de una portada en los diarios en la que se diga que, gracias a su iniciativa, los días durarán 24 horas y que a partir de las seis de la tarde se ocultará el sol.
El problema es cómo se debe o puede interpretar una norma como esa. Puede ser una puerta abierta para aumentar la carga académica de docentes y estudiantes con más información, como si las escuelas de hoy estuvieran organizadas en cursos, al igual que hace cuarenta años. Puede ser una puerta abierta también para ensayar una «historia oficial», ajena al espíritu del currículo cuyos aprendizajes demandan reflexión crítica, investigación, contrastación de fuentes y en ningún caso adoctrinamientos.
Con mayo ha llegado, al fin, el otoño, y también el debate sobre la inteligencia artificial, que en una explosión cada día más asombrosa de variedades y funcionalidades ha puesto en jaque ―como en su momento lo hizo la televisión y después el Internet― a la educación o, mejor dicho, a las formas convencionales de entender y ofrecer educación, tan profundamente resistentes al cambio. Los recientes años de educación remota debieron dejar entrar al aula a las tecnologías en una medida basta más significativa. No obstante, el poder de la inercia es a veces inconmensurable y bastó que las escuelas reabrieran sus puertas para que las Tablets y todos los recursos que asomaron en la esfera de la virtualidad a favor de los aprendizajes, pasaran al olvido.
Discutir si la Inteligencia Artificial es buena o mala, como se discutió hace décadas la invención de las calculadoras y hasta hace poco el uso de los celulares en las escuelas, es realmente inútil. Se trata de discutir cómo utilizarla, de qué distintas maneras pueden ayudarnos a elevar el piso de calidad de la educación e incluso de la docencia misma. Ese debate está abierto.
A dos meses de iniciado el año escolar, mayo también nos reitera la preocupación por la llamada «recuperación de aprendizajes», un tema grave que carece de liderazgo pedagógico en el país y en el que se ha dejado solos a los docentes, prisioneros de las rutinas formales y burocráticas del sistema, preocupadas más por las apariencias que por los resultados. La enorme cantidad de mensajes contradictorios que reciben los maestros solo los aleja cada vez más de las expectativas curriculares y prepara el terreno para más sorpresas desagradables como las que nos trajo la Evaluación Muestral 2022. Mientras se siga poniendo más celo en los formularios estandarizados de planificación que los docentes deban llenar que en la calidad de las prácticas, las brechas en el rendimiento seguirán aumentando.
En un pasaje del famoso cuento de Lewis Carroll, Alicia pregunta al gato: ¿qué camino he de tomar para salir de aquí? Depende mucho de adonde quieras ir, contestó el Gato. Me da lo mismo, dijo Alicia. Entonces no importa qué camino sigas, fue la sabia respuesta que le dieron. Lo cierto es que estamos involucionando tanto en educación, en la escolar y en la superior, que a veces estamos tentados de pensar que cualquier puerta de escape podría ser buena. Pero, como dice una de las leyes de Murphy, no hay situación por muy mala que fuese, que no pueda ponerse peor.
Entonces, sí importa el camino a elegir. No hay que perder el rumbo, aunque el viento no sople a favor.
Lima, 02 de mayo de 2023