Fernando Bolaños Galdos / Para EDUCACCIÓN
En pocos días el incendio estará en el olvido. Una nueva crisis, una nueva tragedia ocuparán la mente de las limeñas y limeños, y solo unos pocos, con una visión más sostenible seguirán apoyando a la comunidad afectada para buscar una solución definitiva que les permita continuar con sus vidas e, incluso, ejercer derechos que les han sido negados por años.
Como en otros casos similares (los derrames en la Amazonía, el terremoto en Yanque, etc.), la solidaridad tiene memoria de corto plazo. Y si bien nuestra ciudadanía responde cada vez mejor y de manera solidaria, los mecanismos institucionales para atender las emergencias siguen siendo precarios, comenzando por las propias autoridades, debido a la complejidad de las competencias de los diversos niveles de gobierno y la diversa comprensión sobre roles y responsabilidades específicas. ¿A quién le toca atender esto? Al gobierno local, no hay duda. ¿Y qué sucede cuando éste es indiferente o ineficiente? ¿Qué puede/debe hacer el nivel central para suplir/complementar/exigir acciones más rápidas y eficientes? El propio apoyo de la sociedad civil tiende a ser desorganizado y disparejo. La solidaridad es grande, y el voluntariado cada vez más extendido y diverso. Pero conocemos casos en que la ropa donada se amontona sin ton ni son en centros de acopio, aunque nadie se encarga de asuntos básicos como detergente, toallas higiénicas o zapatos para niños. Los voluntarios acuden de todas partes, pero sabemos que se necesita más que eso para que las personas damnificadas puedan remontar la emergencia y salir de la pobreza por sus propios pies.
Sin embargo, los educadores deberíamos aprovechar estas terribles circunstancias para poder ayudar a nuestros estudiantes a desarrollar sensibilidades y aprendizajes clave para la vida. ¿Cuántos maestros y maestras han hecho de esto un tema para tratar con sus estudiantes? No me refiero a los que han organizado alguna recolección de ropa o víveres, sino a los que realmente han hecho de esto una ocasión de aprendizaje. ¿Han conversado de esto con sus estudiantes? No como un dato de las noticias recientes sino como algo que nos ayude a entender mejor las complejidades de nuestro país. ¿No tendríamos que conversar sobre las razones que llevaron a un grupo de personas de la comunidad shipibo-conibo a dejar sus tierras y venirse a Lima? Es claramente necesario conversar sobre el debate que ha habido en medios y redes sociales sobre los argumentos descalificadores y racistas que han esgrimido algunos líderes de opinión y periodistas sobre el derecho de estas personas de venir a Lima y aspirar a una vida mejor.[1] ¿Quiénes son los limeños? ¿Tienen algunas personas el derecho a vivir en Lima y otras no? Leer y analizar con los estudiantes estos puntos de vista permitiría, en la práctica, entender lo que significan valores ciudadanos, la solidaridad, pero más importante que esto, la riqueza de la diversidad en nuestro país, algo que ya hemos conversado en otro post anterior.[2]
Tendríamos que preguntarnos también sobre el rol del alcalde metropolitano respecto a la tragedia. No es casualidad que se haya preferido un by-pass de dudosa utilidad a un proyecto que incluía mejor calidad para un grupo de ciudadanos. Como ya ha señalado Angus Laurie[3], la visión de construir by-pass no reduce la congestión, crea barreras y empobrece la calidad de vida en nuestras ciudades, en particular en Lima, donde se requieren más espacios públicos abiertos, más espacio para los peatones. Lo que está detrás de lo sucedido en Cantagallo tiene que ver con dos visiones de ciudad (ciudad para autos vs. ciudad para personas), dos visiones de ciudadanía (Nosotros-los otros invasores vs. ciudadanía inclusiva), y dos maneras de entender el manejo de lo público y la rendición de cuentas.
El daño está hecho y esperamos que, antes que los reflectores terminen de apagarse, se den pasos en la dirección correcta, pues las soluciones no son inmediatas y llevarán tiempo, sobre todo si es que involucran a las familias afectadas, que requieren ayuda, pero sobre todo que se vea con ellas mismas las opciones que les permitan salir adelante.
Los niños y las niñas de Cantagallo han vuelto al colegio hoy.[4] Están recibiendo apoyo socio-emocional de parte de especialistas del Ministerio de Educación y voluntarios, antes de retomar las actividades regulares. Lo que han vivido también les servirá de aprendizaje, porque en medio del dolor y la angustia somos capaces de aprender. Tendremos que ayudarlos a encontrar sentido, procesar sentimientos y seguir adelante. Pero si queremos que estos niños y niñas, sus maestros y sus familias no hayan sufrido en vano, el resto del país y la ciudadanía debemos sacar lecciones de esto. Y los maestros, tratando esto en nuestros colegios y no solo apelando a la solidaridad emocional pero efímera, podemos hacer mucho más para que los estudiantes que se forman en las escuelas tengan otra visión de país, otra visión de ciudadanía, una visión de derechos que realmente nos permita ser el país diverso, multicultural e integrado que nos merecemos y soñamos, cinco antes del Bicentenario de la Independencia.
Lima, 07 de noviembre de 2016
[1] Ver, por ejemplo, la columna de hoy en La República de Nelson Manrique que refiere a algunas de estas discusiones: http://larepublica.pe/impresa/opinion/819413-un-incendio.
[2] http://www.educaccionperu.org/alegato-por-una-educacion-intercultural-para-todos/.
[3] http://elcomercio.pe/sociedad/lima/by-pass-by-fail-angus-laurie-noticia-1898190.
[4] http://diariocorreo.pe/ciudad/cantagallo-ninos-vuelven-a-las-aulas-luego-de-atroz-incendio-709785/