Edición 71

Cómo mejorar los aprendizajes: sugerencias al próximo gobierno

¿Qué podríamos recomendar a los nuevos gobernantes para afrontar el problema de los aprendizajes? La lista puede ser larga, pero empecemos por lo pronto con ocho medidas esenciales

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Luis Guerrero Ortiz | EDUCACCION

¿Qué tan mal estamos en aprendizajes en tiempos de pandemia? Difícil saberlo, no solo porque no hay evaluaciones externas, sino por dos razones adicionales: lo primero es que las evaluaciones nacionales, como sabemos, nos dan una aproximación solo en ciertas áreas y sobre aquellos aspectos que son posibles de medir a través de una prueba escrita. A partir de ahí se puede hacer conjeturas pero, en rigor, sus resultados no dan cuenta del nivel de las competencias de los estudiantes.

La segunda razón es que la mayor parte de la oferta pedagógica que se ha hecho llegar a los estudiantes a través de diversos medios, se ha enfocado básicamente en transmitir conocimientos. Esto último no es producto de la pandemia o de los límites de la modalidad remota, es más bien una revelación de la distancia entre un currículo oficial, que apuesta por aprendizaje reflexivos, y lo que en realidad se enseña, tercamente enfocado en el aprendizaje de contenidos. El problema viene de atrás.

¿Las causas? Una tiene que ver con el peso formidable de una tradición secular que valora sobre todo el saber por el saber, y que está metida en la cabeza de los operadores del sistema de arriba abajo, amén de las familias mismas. Esa influencia no permite distinguir con claridad las diferencias entre una educación orientada a reproducir información y otra orientada a enseñar a utilizarla para producir conocimiento nuevo y resolver problemas.

El otro factor es el sesgo instrumentalista de las medidas que se vienen adoptando desde hace más de dos décadas para darle vida al currículo escolar, las que han sobre simplificado las cosas haciéndonos creer que el uso de métodos y recursos activos -traduciendo “activo” como realizar actividades, no como activar la mente- es todo lo que se necesita hacer para que se produzcan en los estudiantes aprendizajes profundos, y de manera casi automática.

Una tercera puede tener que ver con la obsesión por los plazos y la cobertura curricular, una obstinación agudizada por la pandemia. La idea de que se está “perdiendo el tiempo” y que los estudiantes “se están atrasando” es tan fuerte, que una vez más ponemos por delante la cantidad sobre la calidad. Que los estudiantes hagan apenas un vuelo rasante sobre la superficie de numerosas áreas del currículo, proyectando así una falsa sensación de “avance”, pareciera preocupar menos que la necesidad de profundizar y consolidar aprendizajes auténticos.

Sin duda no son las únicas razones, pero son muy estructurales, su gravitación es enorme y necesitan ser abordadas frontal y perseverantemente si no queremos que los esfuerzos por hacer girar la educación hacia aprendizajes más pertinentes con las demandas de este siglo terminen al final dando una vuelta olímpica para volver al punto de partida.

Foto: Envato

RECOMENDACIONES

¿Qué podríamos recomendar a los nuevos gobernantes para afrontar este problema? La lista puede ser larga, pero empecemos por lo pronto con ocho medidas que considero esenciales:

1) Una estrategia nacional descentralizada de implementación del currículo de educación básica.

No necesitamos cambiar el currículo por enésima vez, provocando más desorientación y fastidio en el profesorado. Necesitamos el diseño de una estrategia de implementación que acompañe técnicamente al docente en vez de supervisarlo y presionarlo, una estrategia descentralizada basada en indicadores compartidos de calidad y con participación activa de las regiones. Una estrategia que identifique y aborde las principales dificultades a resolver en cada territorio en vez de aplicar recetas estandarizadas, y que rescate las experiencias más promisorias que puedan servir de ejemplo para el resto del país. Una estrategia que se base en un sistema de monitoreo continuo, que pueda recoger información directa sobre su ejecución en las aulas. Este mecanismo jamás ha existido, y hoy nos es imprescindible para que las modificaciones al currículo no se basen en opiniones sino en evidencias.

2) Una estrategia de diversificación progresiva que dé pertinencia cultural y territorial al currículo.

Hay la idea equivocada que todo el currículo necesita ser diversificado por principio, sin reconocer que buena parte de él corresponde de manera transversal con las necesidades de las diversas realidades que forman parte del territorio nacional y con las del mundo global. Hay contenidos que necesitan ser diversificados, sin duda, para lograr mayor pertinencia con demandas específicas, pero hacerlo bien requiere no solo consensos basados en opiniones sino en investigación. Se necesita identificar las necesidades estratégicas de aprendizaje de cada región que se derivan de las demandas prioritarias de su desarrollo productivo, social e institucional a su educación básica. A partir de allí se puede desarrollar un plan progresivo de diversificación curricular enfocado en las áreas y competencias que más lo requieran. Se necesita también el liderazgo de equipos pedagógicos regionales que tenga la oportunidad de certificarse en diseño, diversificación, gestión, monitoreo y evaluación del currículo, y que tengan la posibilidad de estar dedicados a tiempo completo a esa compleja tarea, que no termina en un documento.

3) Una política de educación a distancia con equipos especializados y mecanismos institucionalizados

La pandemia ha evidenciado la necesidad de declarar el acceso a Internet como servicio público y dar acceso gratuito a la conectividad a escuelas, docentes y a las propias familias para posibilitar una educación a distancia sostenible y óptima. Esto supone acelerar la culminación de la red dorsal de fibra óptica, que ya está tendida a nivel nacional pero que aún no llega a las provincias y distritos. Todos los expertos coinciden que eso requiere sobre todo inversión pública y decisión política. La otra necesidad apremiante es la de especializar la educación a distancia con equipos expertos en el uso educativo de los canales digitales, radiales y televisivos. Diseñar programas que comuniquen de forma eficaz en el lenguaje y estilo que le es característico a cada medio requiere personal y recursos que sepan ir más allá del código típico de la enseñanza presencial. El contenido de esos programas, además, debe armonizar en clave de complementariedad con lo que se ofrezca en las escuelas una vez reabiertas. Lograr esta sinergia, aprovechando al máximo las posibilidades que ofrece la virtualidad, permitiría dar un paso muy importante en la mejora de la calidad de la educación escolar.

4) Hacer de la promoción de competencias ciudadanas el eje de la implementación curricular

Se ha insistido hasta la saciedad que la alfabetización lectora y matemática, cuya necesidad es indiscutible, no puede seguir siendo el eje principal del currículo pues subordina y debilita la importancia de otras competencias que predicen mejor un desempeño democrático e inclusivo en una sociedad como la nuestra, donde el crecimiento y desarrollo no se concibe como una oportunidad para todos a pesar de sus desigualdades. Eso requiere el fortalecimiento de las competencias pedagógicas de los docentes dirigidas a la formación ciudadana de niñas, niños y jóvenes, una formación que enfatice, por ejemplo, el desarrollo del pensamiento crítico, las capacidades de argumentación, la de construcción de acuerdos, la del respeto a las diferencias y la de colaboración en la solución de problemas. Requiere, asimismo, la reconversión de los programas contra la violencia escolar y el acoso, en componentes de una estrategia de educación en ciudadanía, que prevenga toda forma de agresión, abuso y autoritarismo como contraparte del fomento de las capacidades para una convivencia democrática entre diferentes. La violencia no es la simple expresión de una mala crianza o de perturbaciones psicológicas, sino el ingrediente básico de un modelo de convivencia basado en la dominación que es estructural en las instituciones escolares.

5) Un programa de fortalecimiento del liderazgo pedagógico de directores y directivos

Se ha capacitado a una legión de directores y directivos de instituciones educativas públicas en gestión escolar con liderazgo pedagógico, pero falta culminar el siguiente paso: darles las facilidades normativas y técnicas para que puedan, en efecto, hacer gestión curricular en sus escuelas sin tener que cargar sobre sus hombros el peso colosal de las demandas administrativas que le llegan de arriba abajo. Una tarea esencial en su rol de líderes es la conformación de comunidades profesionales de aprendizaje en sus instituciones, comunidades que cultiven el hábito de evaluar su práctica de forma recurrente y de apoyarse mutuamente en la atención a sus necesidades prioritarias de mejora. Lograr este propósito es nadar contra la corriente pues representa la negación de una tradición secular que valora la uniformidad por sobre todas las cosas. Por lo mismo, los directores y directivos necesitarán también acompañamiento y soporte técnico, pues el liderazgo pedagógico constituye un rol exigente e inhabitual, que no estará exento de conflictos.

6) Especializar y sostener la estrategia de acompañamiento pedagógico con personal certificado

El acompañamiento pedagógico es una estrategia cuya efectividad ha sido demostrada, pero que ha sido objeto de tantas modificaciones con cada cambio de gestión que ha terminado distorsionado y sin presupuesto. Hay que rescatar e institucionalizar el acompañamiento como una estrategia de asesoramiento in situ que promueve el autoaprendizaje a partir de la propia experiencia, no como medio de transmisión de directivas generales ni de supervisión normativa ni de reforzamiento didáctico para la mejora en las evaluaciones censales, ni como un mecanismo omnipotente para incidir en numerosos actores a la vez. Asimismo, hace falta un programa nacional de certificación de competencias en acompañamiento pedagógico como Segunda Especialidad, pues ese tipo de rol no se improvisa. Hace falta también redireccionar la estrategia hacia las zonas geográficas y ámbitos más críticos de la práctica docente.

7) Un programa nacional de fomento al interaprendizaje docente como estrategia autoformativa

El aprendizaje entre pares es una de las estrategias más efectivas de mejora de la práctica docente, pero no estamos sabiendo aprovechar suficientemente las oportunidades existentes con ese fin. Es el caso de la estrategia de redes. Necesitamos fortalecer y ampliar el programa de redes escolares aportándole acompañamiento pedagógico, para que el intercambio de experiencias y la colaboración interinstitucional se convierta en un factor activo de mejora continua. En esa misma perspectiva, es necesario constituir comunidades regionales y nacionales de buenas prácticas docentes que se vinculen con redes internacionales y que, con la debida asistencia técnica, puedan continuar mejorando a partir de las metas ya logradas, convirtiéndose en referente de otros docentes. El fomento a la innovación puede cumplir el mismo rol, acogiendo experiencias e ideas originales que con el debido asesoramiento y apoyo puedan validarse, difundirse y se conviertan también en referente allí donde las soluciones convencionales no están dando los resultados esperados. Estas experiencias, además, merecen sistematizarse y discutirse para generar conocimiento pedagógico nuevo, como ocurre en diversos países.

8) Una estrategia de superación de las dificultades ocasionadas por la pandemia en el aprendizaje

Es por todos conocido que la pandemia ha puesto de relieve nuestras desigualdades sociales y que es la que explica en lo fundamental la falta de condiciones equitativas en todos los estudiantes del país para aprovechar las oportunidades de aprendizaje ofrecidas por el Estado de manera remota. No obstante, la preocupación por los desniveles o desfases siguen teniendo como referente a metas homogéneas para cada grado, que nunca se logran realmente alcanzar debido a tres razones poderosas: las diferencias individuales, la uniformidad de la enseñanza y el plazo insuficiente que cada corte anual representa para lograr los resultados cualitativos que hoy se demanda a la escuela. Por esta razón, un Programa de recuperación que “nivele” a los estudiantes no es viable, ha llegado más bien el momento de superar la barrera arbitraria que representan los grados y la repetición, para que cada año escolar ofrezca oportunidades para continuar aprendiendo a partir del nivel en el que se llega. Esta reforma es estructural y necesitamos aprovechar el desafío que nos plantea la pandemia para dar un salto hacia adelante en vez de afrontarlo con los mismos esquemas de antes.

Cada una de estas medidas implica una cadena de cambios y condiciones que deben asumirse hasta las últimas consecuencias. Si acaso se adoptan, hay que prevenir el riesgo de que sus impactos terminen mediatizados o desviados de sus objetivos originales por las diferentes visiones que coexisten al interior del sistema sobre los problemas, las alternativas y las prioridades que debemos enfrentar. La gestión y la organización necesita construir una visión común que otorgue coherencia a sus intervenciones. Es ella la que debe ponerse a la altura de los propósitos de la política y no al revés, como suele suceder.

Esta discusión continuará.

Lima, 10 de junio de 2021

Luis Guerrero Ortiz
Docente, graduado en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), con estudios completos de maestría en Política Educativa en la Universidad Alberto Hurtado de Chile, y posgrados en Terapia Familiar Sistémica (IFASIL), Periodismo Narrativo y Escritura Creativa (Escuela de Periodismo Portátil de Buenos Aires). Ha sido profesor principal en el Instituto para la Calidad de la PUCP y consultor de UNESCO en políticas de formación docente. Socio fundador de ENACCION y de Foro Educativo. Ha sido consultor de GRADE (Proyecto FORGE) y asesor pedagógico en el Ministerio de Educación (Despacho del Ministro) entre el 2001-2002 y el 2010-2013. Ha sido asesor en la Oficina de Educación de UNICEF y el Consejo Nacional de Educación; profesor principal de la Escuela de Directores y Gestión Educativa de IPAE; ha sido docente de posgrado en la Universidad Católica y en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Es miembro del Consejo Consultivo de Enseña Perú. Escribe ficción en su blog El río de Parménides.