Fernando Llanos Masciotti | EDUCACCIÓN
Si me hicieran esa pregunta, pensaría en el Principio de Ricitos de Oro: no tanto, no tan poco, solo lo suficiente. Entonces respondería: No retroalimentando a los 135 o más estudiantes. En otras palabras, no es necesario retroalimentar de una sola vez a los 135. Retroalimenta a menos y no al mismo tiempo. Por ejemplo:
1. Retroalimenta a los que muestran más bajos rendimientos. Empieza por ellos.
- Retroalimenta por turnos: para una experiencia de aprendizaje, a unos estudiantes; para la siguiente, a otros. Y así terminas dándoles retro a los 135. Pero siempre priorizando a los que más lo necesitan.
- Prioriza algunos criterios para retroalimentar. Solo asegura que evidencien capacidades combinadas. No deberían haber más de 5 criterios; los más relevantes y desafiantes.
- Retroalimenta grupalmente cuando se trata de dificultades comunes. Otras dificultades particulares serán devoluciones más individuales.
- Combina a, b, c, d.
2. Recuerda: retroalimentar es…
- Sugerir, no decir cuál es la respuesta correcta.
- Acompañar, no decirle todos los pasos o procedimientos que debe seguir.
- Comentar, no calificar con nota o nivel de logro.
3. Cuando retroalimentes, no importa solo si los chicos/chicas respondieron correcta o incorrectamente, fíjate en por qué y cómo lo hizo, qué estrategia usó para llegar a la respuesta y cómo puede mejorar.
4. Se retroalimenta durante el proceso de hacer algo; no al final, cuando ya nada se puede cambiar.
5. ¿Cómo puedes retroalimentar lo que hizo el estudiante, si no tenía claro lo que querías de él (propósito) ni hasta qué punto querías que lo logre (criterios de éxito)?
6. No pidas evidencias que no vas a retroalimentar.
7. Ten claros los criterios de éxito con los que se va a evaluar y, por lo tanto, a partir de los que vas a retroalimentar.
8. No tengas apuro en terminar lo planificado; interrúmpelo si es necesario para reorientar el camino del aprendizaje. Lo valioso no es terminar y cumplir con un check; lo sustancial es ayudar a los estudiantes en el camino, no cuando lo terminaron. Dale una oportunidad para usar su retroalimentación durante el proceso, sino para qué.
9. Recuerda: al plantear tareas o preguntas complejas, hay más posibilidad de equivocarse y, por ende, más posibilidad de aprender. De eso se trata: del error como oportunidad.
10. No creas que la retroalimentación se cierra solo en la tarea inmediata y específica; también impacta en las tareas futuras y contribuye a una progresiva autonomía del estudiante. Cuando retroalimentas, conviertes tus consejos y sugerencias en un modelo a seguir a futuro, en una vocecita que va a ayudar a autoevaluar al chico/chica en el proceso mismo del aprendizaje.
11. Que la retroalimentación no se quede atrapada en el pasado, en informar los logros y dificultades de algo que ya fue: más bien que la retroalimentación se enfoque en lo que sigue, que sirva para seguir avanzando.
12. Los exámenes no favorecen una buena retroalimentación. Son productos ya hechos, sin vuelta atrás, calificativos, resueltos en un tiempo acotado y no siempre justos: son instrumentos finales donde la retroalimentación llega tarde.
13. La autoevaluación no tiene sentido si el estudiante se queda en informarse a sí mismo sobre sus fortalezas y dificultades; más bien es la disposición y la capacidad que tiene para buscar mejores alternativas para solucionar algo a partir de sus logros y dificultades: eso es retroalimentar.
14. Si las retroalimentaciones no se hacen a tiempo, dejan de ser significativas. Ya fue. Menos si te pasas a otro tema.
15. Cuando se trate de tareas específicas, no demores mucho la retroalimentación: no avances otras experiencias totalmente distintas, hasta que no se haya retroalimentado la anterior. No sigas si tu retroalimentación queda a medio camino. El foco de aprendizaje no es ese objeto llamado planificación como un deber a cumplir; es el sujeto niño al que no debes perder de vista. Lo demás está a su servicio.
16. Cuando se trate de tareas más complejas, el docente puede demorarse más en sus retroalimentaciones y los estudiantes más para procesarlas. Dale un tiempo prudente para que reflexione.
17. Por más que los chicos tengan errores en sus tareas, acompaña la descripción de su dificultad con sugerencias positivas de lo que hizo bien. No todo está mal. Tampoco lo que haces como docente. Todos aprenden de los errores, maestro y estudiante. De eso se trata. Y de cambiar estrategias si estas no funcionan: para aprender y para enseñar.
18. Si todas las actividades han sido respondidas bien por todos y no hay que retroalimentar, asegúrate de que hayan sido retadoras, es decir, tareas en las que los estudiantes deben construir, analizar, jerarquizar, evaluar formas de hacer algo y tomar decisiones, opinar y fundamentar la resolución de un problema, y todo ello ante situaciones realmente nuevas. Si solo son tareas de extracción, de simplemente decir y hacer lo que el profesor o el texto dice, de cumplir pasos para enfrentar situaciones rutinarias, estas van a ser simples, mecánicas, sin ningún desarrollo de competencias ni nada que retroalimentar.
19. Sé específico en tu sugerencia al estudiante sobre cómo mejorar su trabajo, pero no tan específico como para que todo esté hecho y ya no tenga nada que hacer ni pensar. Dale pistas para que él descubra sus errores, que razone cómo puede mejorarlo. El docente no es un corrector y el estudiante no es su asistente. Es al revés: el que corrige es el estudiante y el docente es quien lo asiste y acompaña.
20. Modela tus sugerencias, pon ejemplos análogos: son pistas para que el estudiante cambie su estrategia para hacer las cosas.
Lima, 5 de octubre de 2020