Cecilia Martínez / La Nación
La más universal de las escritoras de habla hispana se siente aliviada. “Estoy bien, creo que éste será un buen año. Me alegró que terminara 2015”, dice Isabel Allende. Fueron demasiadas penas en muy poco tiempo: murieron su agente, Carmen Balcells; un gran amigo chileno y su perra Olivia, que la acompañó durante 17 años. Además se separó del abogado y escritor Willie Gordon, tras 27 años de matrimonio, y cambió de casa.
Su gran “tribu familiar” se desintegró, pero Allende siguió y sigue viva en sus obras: su último libro, El amante japonés, lleva más de 35 semanas en el top 5 de los libros de ficción más vendidos en América latina. Tras un período de luto y de cierto silencio, la escritora accedió a una charla por mail en la que se reafirma en su intención de continuar contando historias y de seguir escribiendo la suya. Desde su casa en Sausalito, al norte de San Francisco, un espacio que describe como “sencillo” y en el que dice recibir a menudo la visita de nutrias que van a “saludarla”, se confiesa. No quiere estar sola. “Enamorarse no es un privilegio de los jóvenes”, dice esta mujer de 73 años.
-Pasan las décadas y sigue liderando los rankings de ventas en la literatura en español. ¿A qué se debe su éxito?
-Tengo lectores fieles, buenos editores y buenos traductores, pero, sobre todo, he tenido mucha suerte, porque cada una de mis novelas ha aparecido en un momento en que el tema estaba en el aire. Así fue con La casa de los espíritus, el libro que abrió el camino a todos los otros que he escrito.
-En su última novela, El amante japonés, habla del amor en la vejez. A los 73 años, aunque la edad sea un número, y tras su reciente divorcio, ¿cómo vive usted el amor?
-Sigo creyendo en el amor. Pienso que es posible enamorarse apasionadamente a cualquier edad y que eso no es un privilegio de los jóvenes. Estoy abierta a otro amor, pero ya no me interesan las aventuras fugaces, sino las relaciones íntimas, profundas y duraderas. Eso es mucho más difícil de conseguir a mi edad.
-¿Siguió este año el ritual de cada 8 de enero, de iniciar en esa fecha la escritura de una nueva novela?
-En 2015 no pude escribir nada, porque fue un año muy complicado para mí, pero este 8 de enero me propuse volver a la escritura. Todos los días me presento ante mi computadora y procuro escribir. Este año el proceso viene siendo más lento; es necesario ejercitar el músculo literario.
¿De qué tratará la nueva historia en la que está trabajando actualmente?
-Nunca hablo del libro en proceso.
-¿Cada cuánto escribe? ¿Cómo lo hace? ¿Dónde? ¿Muy a menudo?
-Escribo prácticamente todos los días, a menos que esté viajando, varias horas al día, en una pieza donde ahora tengo mi estudio. Antes, cuando vivía en una casa grande, tenía una casita al fondo del patio a la que llamábamos “el cuchitril”. Ahora vivo en una casa chica y dispongo de muy poco espacio, pero tengo vistas sobre una laguna llena de patos, pelícanos, gaviotas y hasta un par de nutrias traviesas que suelen venir a saludarme.
-Ser escritor y convertirse en récord de ventas es algo que sólo les pasa a pocos. ¿Qué hace con lo que gana?
-Vivo bien, pero sin extravagancias. Mantengo mi oficina, ayudo a mis familiares, financio la educación superior de mis nietos y de otros jóvenes, y la mayoría de mis ingresos son para la Fundación Isabel Allende, cuya misión es ayudar a mujeres y niñas en las áreas de educación, salud y protección.
-¿Lee mucho? ¿Qué ha leído últimamente?
-En general, leo mucha ficción cuando no estoy escribiendo y leo material de investigación y poesía cuando escribo. La investigación es indispensable y la poesía me ayuda con la inspiración. Como vivo en los Estados Unidos, leo sobre todo en inglés.
-Ahora que el audiovisual parece estar devorando más que nunca la palabra escrita, que atravesamos lo que el filósofo italiano Giovanni Sartori definió como el paso del Homo sapiens al Homo videns, ¿cree que ha llegado ya el tan anunciado fin de la novela?
-Creo que la forma puede cambiar y que tal vez en un futuro cercano los libros en papel impreso sean objetos de colección, pero la literatura seguirá existiendo, aunque sea con un chip plantado en el cerebro que nos haga soñar en una noche con una novela completa. La novela no está moribunda; al contrario, cada vez se publican y se leen más novelas.
-¿Qué tres cosas valora mucho?
-La lealtad, el sentido del humor y la generosidad.
-¿Y qué otras no le gustan nada?
-La remolacha y los tontos graves.
-¿Está contenta con el Chile que ve hoy?
-Es muy distinto del de mi juventud, y echo de menos algunas cosas. Antes, los chilenos éramos humildes y discretos, ahora somos un poco gritones y arrogantes, pero me gusta el Chile de hoy, porque hay más oportunidades para todos.
-¿Cómo es ser un Allende en Chile?
-El apellido Allende cuenta con el respeto de mucha gente y el antagonismo de unos pocos. La figura de Salvador Allende ha ido creciendo con el tiempo y ahora tiene una dimensión épica. Llevo mi apellido con orgullo y sentido de responsabilidad.
-¿Quiere a los argentinos?
-¡Claro que sí! Durante el gobierno de Allende, entre 1970 y 1973, mi padrastro, Ramón Huidobro, fue embajador en la Argentina. Yo iba a cada rato a visitar a mis viejos; con ellos disfruté de lo mejor que ofrecía Buenos Aires y viajé por todo el país. Además, en l976 me enamoré de un argentino y lo seguí hipnotizada hasta España, como una de esas ratas que iban detrás del flautista de Hamelín. El amor fue un desastre, pero me quedó el gustito por los argentinos…
-¿Tiene algo de realismo mágico ese enfrentamiento, absurdo, entre la Argentina y Chile?
-No creo que sea culpa del realismo mágico, sino del militarismo y del exagerado sentido patriótico y nacionalista, que nunca conducen a nada bueno.
-Usted es una feminista confesa. ¿Queda mucho por hacer en América latina contra el machismo?
-Muchísimo, y no sólo en América latina, sino también en casi todo el mundo.
¿Se anima a confesar algo que nunca hizo público?
-¿Por qué haría una tontería semejante?
Fuente: La Nación / Buenos Aires, 03 de abril de 2016