Edición 67

Cuando la educación es para los pobres

O «Vivir, cómodamente, en las entrañas del monstruo» (Escoja el título que le guste más, marcando con el cursor de su computadora)

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Eduardo León Zamora | EDUCACCIÓN

Mi lema es: No desees para los otros, lo que no quieres para ti y los tuyos. Estamos a punto de comenzar el nuevo año escolar y estoy lleno de pesimismo. Hasta Manuel Bello, miembro del CNE, ha dicho que el año escolar 2020 fue un desastre. Y creo que es el calificativo más extremo que se ha empleado hasta ahora en un país donde la deplorable situación de la educación pública no se quiere llamar por su nombre. Personalmente, con respecto a Aprendo en Casa he sido más moderado en mi evaluación. Creo que ha sido de una calidad irregular. Y creo que ha sido mal diseñada y ejecutada por lo que el MINEDU debió meterse a fondo a hacer cambios profundos para el 2021. Todavía hay tiempo para plantear mejoras, pero la decisión de no pisar el freno para planificar cosas mejores; y la decisión errada de seguir en la misma lógica con las carpetas de recuperación son una mala señal para el año que se inicia.

Me pregunto si serían las cosas así, si la mayoría de los funcionarios del MINEDU, las DRE y las UGEL; las personas que hacen análisis de política educativa, las que integran el CNE, las que hacen docencia universitaria, las empleadas en organismos internacionales y ONGs tuviéramos a nuestras hijas e hijos, sobrinas y nietos, en esa escuela pública de la que hablamos y escribimos tanto.

Las soluciones gradualistas en educación, planteadas por el neoliberalismo implacable e insensible, son asumidas por todo este colectivo que observa la educación pública desde el confort de tener a los suyos asegurados en escuelas privadas. Y desde ese lugar, donde sus familiares en edad escolar están a salvo, se suman a planteamientos de mejoras progresivas de un largo plazo sin fecha de término. Celebran las mejoras insignificantes de la ECE; aunque, recién dentro de treinta años, podamos tener la seguridad de que cada estudiante que asiste a un aula va a aprender. ¿Y aprender qué? Los aprendizajes mínimos que se pueden lograr rindiendo bien una prueba ECE, es decir, aprendizajes escolares que sólo sirven para las pruebas ECE.

Por supuesto, si se tratara de sus parientes, pondrían el grito en el cielo; y no permanecerían en contemplación ni aletargados; imaginándose un futuro que no llegará. O que cuando llegue, millones de estudiantes más habrán terminado la secundaria sin haber aprendido nada que resulte importante para la vida. Sí, pues, no son los suyos los que asisten a la escuela de los pobres. Es la gente pobre la que asiste allí. La gente que no vale. La gente que son parte de estadísticas que sólo sirven para medir la miseria y hacernos creer que avanzamos hacia algún lugar mejor.

Nadie aceptaría que sólo el 50% de estudiantes del aula de la escuela donde estudia su hija o su hijo, no pueda leer comprensivamente, en SEGUNDO GRADO. Menos aún, si su hija o hijo está en el 50% de quienes no aprendieron. Denunciarían a la escuela. Se indignarían. Exigirían cambios inmediatos. Pero como esos resultados no tienen que ver con su tribu, entonces se revientan cohetes por las EVIDENCIAS de progreso que revelan las pruebas censales estudiantiles. El elogio de la insignificancia en las escuelas públicas; mientras que nuestras niñas y niños triunfan en las escuelas privadas.

Aprendo en Casa también ha recibido el aplauso de quienes no tienen a los suyos en el sistema educativo público. Lo han alabado sin evaluarlo. No han abierto el pico para señalar deficiencias y plantear mejoras en sus propuestas pedagógicas. Todo ha estado bien. Y hasta le han dado un premio que ha sido una cachetada al sentido común. Seguramente, creen que esa educación es la que se merecen los pobres. O que es la única educación a lo que pueden aspirar y, por supuesto, estar agradecidos. O la que nuestro Estado, por falta de recursos, puede ofrecer hoy. ¡Ja!

Mientras AeC ha naufragado por todos los mares de estas tierras peruanas, los colegios particulares han montado sus propios programas a distancia para enfrentar la emergencia. A nadie se le ha ocurrido que los buenos programas sean compartidos en las escuelas públicas. La Educación a Distancia también debe inscribirse en la lógica de Apartheid Educativo de nuestro país. Aun cuando no implique mayor gasto compartir la buena enseñanza a través de la internet, es mejor mantener a los pobres en las redes por donde circula una educación de baja calidad.

No hay duda que la Educación a Distancia, por razones que nadie desconoce, es de calidad inferior a la Educación Presencial. Por lo menos, la que ofrece Aprendo en Casa. Las posibilidades de ofrecer una buena educación dependen del profesionalismo de cada docente. Eso ya lo hemos visto durante todo el año: Ha habido buenas experiencias, buenas iniciativas, buenas alternativas como producto del ingenio y el compromiso de actores diversos. Pero cuando nos referimos a la realidad educativa en su totalidad, vemos lo mismo que sucede en la Educación presencial: una escuela en colapso.

El punto es que yo no condeno que la gente que puede tenga a sus hijas e hijos en escuelas privadas. Dada la situación de la escuela pública, es lógico que se busque mejores opciones educativas para los nuestros, porque en una sociedad clasista y desigual, como la peruana, hasta nos puede parecer normal que optemos por una educación privilegiada para quienes más amamos. Pero no deja de ser, profundamente, una decisión que da soporte a la segregación educativa que tanto criticamos.

Y mientras funcionemos en una sociedad de este tipo, estas decisiones nos parecerán comprensibles porque no nos atrevemos a luchar por una escuela pública de calidad desde adentro, como pocos lo hacen con todo el coraje y el riesgo que implica.

Entonces, si no tenemos el valor ni asumimos los riesgos de apostar, en serio, por una escuela pública de calidad; por lo menos, no nos atrevamos a proponer “soluciones” de largo plazo que, además, nunca van a llegar; y que seguirán dejando en el fondo de la sociedad a quienes no pueden darse el lujo de ir a una escuela privada.

Si el Proyecto Educativo Nacional promete una educación de calidad para un futuro que deja sin oportunidades a las actuales y próximas generaciones, no es ningún proyecto. Se asemeja más a promesas electorales huecas como las que están presentando en estos días todas las agrupaciones políticas de derecha o de izquierda. Necesitamos un proyecto educativo que se desarrolle desde ahora para efectivizar cambios ahora. En otras palabras, un proyecto educativo que se traduzca en programas concretos con propuestas específicas para que las diferentes gestiones del MINEDU no sigan a la deriva.

Afortunadamente, todavía no se define todo para el próximo año escolar. Hay poco, muy poco tiempo para emprender cambios de fondo. Con el poco optimismo que me queda, espero que se tomen medidas acertadas. Más que esperar, lo deseo. Que se actúe y se tomen decisiones como si los hijos e hijas de los pobres fueran los nuestros. para no permitir más falsas promesas, peores intervenciones y resultados indeseables.

Hemos ingresado, como humanidad, a la etapa del SÁLVESE QUIEN PUEDA. Y en lo educativo se funciona con la misma lógica desde antes de la pandemia. Estamos en el umbral de tiempos cada vez más oscuros. Y no estamos sacando lo mejor, sino lo peor de nosotros. Queremos sostenernos sobre un discurso esperanzadoramente optimista, tapándonos los ojos y metiéndonos en nuestros caparazones, sin entender que nos salvamos juntos o nos hundimos todos.

Hay que romper con el establishment segregacionista que sostenemos con nuestras ideas, nuestras decisiones y nuestros actos. Hay que pensar y actuar desde los zapatos de los otros. Hay que hacer cambios en tiempo real. Hay que convertir en realidad la empatía, la solidaridad, la igualdad y la justicia social al abordar las políticas educativas o seguiremos siendo devorados por el monstruo del sistema, devorados con pies y zapatos, para seguir viviendo, cómodamente, en sus entrañas.

Lima, 1 de febrero de 2021

Eduardo Leon Zamora
Licenciado en Educación Primaria y magíster en Investigación Educativa. Trabaja como consultor independiente en diversos temas educativos: Currículo, formación docente, políticas educativas, EIB, Educación Ciudadana, Educación Inclusiva, Afroeducación, Educación para la Diversidad Sexual, Evaluación y Metacognición. Estudió en la Pontificia Universidad Católica del Perú y en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano de Chile. Ha trabajado en La Casa de Cartón, en el colegio Madre Admirable de El Agustino, con los Huch´uy Runa del Cusco, KALLPA, TAREA, MINEDU, UNICEF, USAID/PERÚ/SUMA. Actualmente, trabaja en una investigación con el CISE-PUCP sobre el desarrollo de la identidad afroperuana; y con GRADE, sobre los «Efectos de la ECE en las prácticas docentes».