Solo tenemos una oportunidad, un tiempo en el que tenemos a un grupo de estudiantes específico, un momento en el que tenemos con nosotros a nuestros hijos e hijas. ¿Cómo aprovecharlo lo mejor posible para maximizar su aprendizaje?
En otras palabras, ¿cómo cuidar que todas las interacciones, actividades y refuerzos estén pensados para dejar un rastro en la persona que estimule su aprendizaje? Tal vez esta sea ésta la pregunta más importante por realizarse en todo proceso de mejora, innovación o transformación pedagógica.
A continuación, algunos fundamentos para ayudar a responder esta pregunta, tanto a docentes de diferentes edades de estudiantes como a padres y madres de familia, con fundamento en autores como Hattie y Beard (ver bibliografía), así como mi experiencia de trabajo con cientos de docentes e instituciones educativas en estos años:
Los seres humanos somos aprendices natos y somos capaces de cooperar pues lo hemos refinado en decenas de miles de años de sociedad. Por tanto, no se trata de ajustar a los niños y jóvenes al sistema (escuela-universidad tradicional), sino ajustar este sistema de entidad educativa a como son los niños y jóvenes, así como prepararlos para que puedan cambiar en la vida su propio sistema circundante (la vida, el mundo).
Para aprender, hay que dar prioridad al sentido de pertenencia: es lo que se desarrolla a nivel general en los primeros tres años de vida y es la base sobre la que descansa todo el aprendizaje posterior. Pero en cualquier aprendizaje que se quiera conseguir, los esquemas iniciales son los cimientos de dicho aprendizaje. Por ejemplo, la corregulación emocional del niño con su cuidador es lo que luego permite su autorregulación. Para ello se necesitan interacciones con el cuidador que le ayude en la corregulación. Para aprender, niños y jóvenes necesitan interacciones con nosotros que tengan foco común y atención compartida (construir algo juntos, jugar, bailar, leer, viajar, etc.). Par docentes de jóvenes, desarrollar proyectos juntos, hacerles de asesores en el trabajo por proyectos, participar en actividades más lúdicas. Incluso en el aprendizaje de una lengua, se necesita un ser humano que interactúe para aprenderla.
En cuanto al desarrollo de la creatividad, según un estudio, los padres del 5% de adolescentes más creativos tienen una sola regla por 6 de las familias de chicos con creatividad media. Conclusión: la creatividad solo puede conservarse en libertad. El pensamiento más importante para la creatividad es la mentalidad de crecimiento (Carol Dweck), creer que siempre se puede hacer mejor. Ser creativo no es pensar, pensar y pensar para un día hacer, hacer y hacer, sino que es un ciclo, un flujo de pensar y hacer, pensar y hacer, etc.
Liberar el potencial de los niños y jóvenes para aprender no se hace poniéndolos en el asiento del copiloto y guiando todas sus acciones, por muy bien llevado que esté. Se trata de sentarlos en el asiento del conductor y hacerles entender que ellos son los protagonistas, que tienen capacidad de acción y que tienen el poder. Los docentes somos incapaces de mejorar las circunstancias de nuestros estudiantes, pero podemos prepararlos para afrontar lo mejor posible dichas circunstancias y modificar el efecto que el mundo pueda ejercer sobre ellos, al reconfigurar la arquitectura de su cerebro y dotarlos de estrategias para salir adelante. Desde pequeñas actividades donde sean los niños y niñas quienes construyan y desarrollen, hasta proyectos empresariales de jóvenes en el bachillerato y la universidad.
Barcelona, 21 de noviembre de 2022
Referencias bibliográficas
Beard, A. (2018). Natural Born Learners. Orion Books.
Hattie, J. (2012). Visible Learning for Teachers. Maximazing Impact on Learning. Routledge.