El Mercurio / Chile
Preguntamos a un grupo de expertos sobre el móvil que habría en los terroristas que actuaron el viernes 13 de noviembre.
MAUREEN LENNON ZANINOVIC “El Islam en estos terroristas en tan confuso como su sentido de las relaciones internacionales. Sus motivos y acciones vienen más desde la bandera del nihilismo o de la nada: inexplicables, incomprensibles, sin razón ni propósito. El nihilismo es confuso porque, precisamente, es indefinible”, son palabras del analista Guy Sorman. ¿Es el nihilismo lo que está detrás de estos actos terroristas? ¿Hasta qué punto el radicalismo islámico es fruto de una sociedad occidental nihilista y sin convicciones que la sostengan? ¿Fomentan el nihilismo las sociedades abiertas de Occidente? Invitamos a cinco expertos nacionales a debatir sobre estas interrogantes.
Joaquín Fermandois: “Toda acción de pureza extrema culmina en el nihilismo y en el crimen vulgar”
“Todo acto terrorista conlleva nihilismo. Toda acción de pureza extrema, de brincar en una acción concreta hacia un absoluto, por elevadas que hayan sido las intenciones originales, culmina en el nihilismo y en el crimen vulgar. Gulag, Auschwitz o la Revolución Cultural de Mao constituyen manifestaciones masivas de esta empresa. En el fondo, es la voluntad de realizar un acto salvífico, provisto de una meta sagrada dentro del campo de la historia humana y termina por aniquilar lo valioso de lo humano. Por ello es nihilismo, apocalipsis inducido. ¿Responsabilidad de Occidente? En algunos episodios, de manera indirecta en el conflicto del Medio Oriente, o la ocupación de Irak en el 2003, que desencadenó una serie de fatalidades que, entre otros resultados, ha tenido uno como este. En su origen, sin embargo la relación con Occidente surgió de la experiencia de la modernidad, la que ha poseído una fuerza universal expansiva e imposible de eludir. Aun la resistencia contra la misma conlleva los rasgos de la modernidad, como es el caso del fundamentalismo. De hecho, este, que no caracteriza a todo lo que es el islam, puede considerarse como la tercera ola de las grandes reacciones antimodernizadoras que emergieron desde el siglo XIX hasta el presente. El primero fue el marxismo revolucionario; el segundo, el fascismo y sobre todo el nazismo. Surgen de las entrañas del mundo moderno y pugnan por superarlo y a la vez destruirlo. El islamismo posee otras raíces culturales -aunque viene también del tronco monoteísta- y a la vez se desenvuelve dentro de la unidad del mundo desde el 1800. Por ello el fundamentalismo no está desconectado de la modernidad. En su universalidad y afán simplificador se asemeja demasiado al ímpetu global de las ideologías totalitarias, aunque no es pura ideología ni mucho menos, sino una auténtica revolución religiosa en analogía con el ambiente de la Reforma y Contrarreforma del siglo XVI”.
Docente del Instituto de Historia de la UC “El fundamentalismo no está desconectado de la modernidad. En su universalidad y afán simplificador se asemeja demasiado al ímpetu global de las ideologías totalitarias”.
Hugo Herrera: “El mundo islámico es invisibilizado por la técnica de la información, a la vez que condenado moralmente y golpeado por armas”
“Occidente vive una relación compleja con el islam. Tensiones bullen atrozmente como bombardeos, balaceras, decapitaciones. El patetismo enfervorizado de dolidos citoyens sirve tan poco como el cinismo belicista o el desasimiento. Hay dentro del islam interpretaciones incompatibles con el iluminismo; pero también una manera occidental de entender la realidad que dificulta elucidar la situación. El temor a eventuales empates, siempre injustos en estos temas, no puede hacernos dejar de reparar en que Occidente está jugando una partida peligrosa. Combina, en su acción dominante, racionalidad técnica y valores abstractos. Ambos operan como tenaza sobre el planeta entero y quienes se les resistan. El mundo islámico es invisibilizado por la técnica de la información, a la vez que condenado moralmente y golpeado por armas. Metal de armas y moral acerada -”sin piedad”- sumadas importan renunciar a toda posible solución. Lo que hay al frente no es siempre mejor. No se requiere leer de Harún al-Rashid para saber que el islam trasciende a los suicidas, aunque éstos no son un fenómeno aislado o nuevo y hace casi mil años existía en El Alamut la secta de los asesinos… y los cruzados. A las abstracciones funcionalistas occidentales se les opone allá, a veces, un substancialismo teológico que pretende estar directamente conectado con una divinidad que incluye en sus designios el daño directo al otro. Occidente satisfecho, cómodo, tecnológico, a la vez que irritado en su congestión y angustiado ante la enfermedad, la muerte, la nada, tiene allá una contraparte independizada del poder de lo mundano, pues el sentido provisto por la divinidad y la comunidad posee más peso que el sinsentido. ¿O no? Siempre queda la duda de si tras esos rostros felices, ávidos de morir en combate, o en esas fotos de suicidados no hay también -o preponderantemente- amargura y resentimiento, hasta envidia. En el Estado Islámico usan la tecnología justo al revés que los occidentales, para hacer visible lo que éstos invisibilizan: la brutalidad. Responden con la cruel obscenidad de asesinatos públicos a gobiernos causantes de centenares de miles de muertes, de usurpaciones, robos, desestabilización de otros gobiernos. ¿No están ocupando una posición opuesta, pero correlativa con Occidente? ¿No será momento de desmontar aquella combinación de moralismo y racionalidad técnica, tras la cual Nietzsche develaba el nihilismo de dos siglos por venir?”.
Profesor Titular IDH-UDP “En el Estado Islámico usan la tecnología justo al revés que los occidentales, para hacer visible lo que estos invisibilizan: la brutalidad”.
Óscar Godoy: “El nihilismo es, también, la actividad y el proceso de aniquilación ‘total’ de una realidad”.
“La palabra ‘nihilismo’ proviene del latín nihil (nada). El nihilismo es la afirmación y la procura de una nada. Nietzsche, por ejemplo, anunció y proclamó la muerte de Dios, o sea, su reducción a la nada. Pero también el nihilismo es la actividad y el proceso de aniquilación ‘total’ de una realidad. La Guerra Santa ( Yihad ), como concepción religiosa y política, tiene tres versiones que emanan de interpretaciones distintas de unos veinte parágrafos del Corán. La primera explica esa guerra como la lucha de cada creyente para dominar sus pasiones y poner su alma en disposición de salvarse, en concordancia con los preceptos de la religión mahometana. La segunda interpretación corresponde a la justificación de una guerra defensiva, destinada a proteger a los creyentes islámicos de agresores externos. Una tercera interpretación concibe a la Guerra Santa como ‘guerra ofensiva’, para combatir al infiel cristiano, ocupar sus territorios y dominarlos política y militarmente. Tengo la impresión de que la primera versión es predominante entre los musulmanes contemporáneos, que practican la tolerancia y son pacíficos y no expansionistas. Y la segunda coincide con el derecho a la autodefensa y al concepto de guerra justa, presentes en el derecho internacional. La tercera interpretación justifica la guerra ofensiva como servicio a la fe y a la expansión y seguridad del islam. Ella fue practicada por Estados musulmanes, como el Imperio Otomano. Pero nunca esta guerra tuvo propósitos de una guerra total de aniquilación. En sentido estricto, el terrorismo no despliega una guerra, sino una actividad criminal contra la humanidad. El califato islámico, sede política del terrorismo, no es un verdadero Estado. Su sedicente guerra no tiene un enemigo específico, sus contendientes incluyen a la población civil en el ejercicio de su violencia armada, sus prisioneros carecen de derechos y el fin de su actividad bélica es la aniquilación total de sus enemigos. Y es este fin el que permite pensar que los terroristas musulmanes son nihilistas y que su peor crimen es actuar como si Dios hubiese muerto”.
Cientista político. Académico de la UC “En sentido estricto, el terrorismo no despliega una guerra, sino una actividad criminal contra la humanidad”.
José Joaquín Brunner: “No son nihilistas quienes asesinan y se autodestruyen por fanatismo ideológico”
“Somos prisioneros de nuestras propias palabras, las de otros que participan en la esfera pública y de aquellas que circulan en los medios de comunicación. Las usamos e interpretamos para entender los fenómenos que conmueven al mundo y -en ocasiones como la presente- amenazan con trastocar nuestros mapas cognitivos. Al final del día, el lenguaje es poder. Un frágil medio de la razón que otras palabras, aquellas de los profetas armados, puede ahogar o destruir. En estos días, a propósito de los ataques en París, se repiten varias fórmulas (clichés): “nihilismo terrorista”, “choque de civilizaciones”, “decadencia del imperio Europeo”. Frases todas, me temo, equivocadas. No son nihilistas quienes asesinan y se autodestruyen por fanatismo ideológico. Están cegados por la luz, no por el vacío. No son terroristas individuales del siglo 19 como los de Dostoyevski o Conrad; más bien, forman un proto-Estado transnacional dispuesto a usar todos los medios de lucha: el terror yihadista, las decapitaciones, las redes sociales, la metralla contra jóvenes apacibles o la dinamita contra el patrimonio histórico de Mosul. Tampoco hay un choque de civilizaciones entre las huestes de dioses antagónicos. Cristianismo e islamismo son ambas religiones de la misericordia. Quienes luchan en el desierto o emergen desde las sombras de Molenbeek, en Bélgica, son militantes- militares alienados por una utopía mortífera. Igual como los hubo en el pasado agrupados tras las banderas de la guerra santa de la cristiandad, o hace menos de un siglo, con los constructores de los campos de concentración en el país de filósofos y poetas o bien en la patria revolucionaria de lo soviets donde la pasión de una ideología perfectamente secular destruyó los sueños y las vidas de varias generaciones. Por último, hay que rechazar la perversa idea de ciertos círculos conservadores según la cual Europa sufre por autocomplaciente y decadente -v. gr., el nihilismo (cinismo) de su cultura posmoderna-, cuando justamente es esta cultura la que se busca liquidar con las armas del terror: la democracia, el pluralismo, la diversidad, las libertades individuales, el racionalismo científico-técnico, la reflexión crítica y unas tradiciones religiosas que pugnan por mantener en alto los ideales del humanismo. Pero además, también, otras razones del bien vivir que el escritor inglés Ian McEwan ha sintetizado de manera literaria: “El culto a la muerte escogió bien su ciudad: París, capital laica del mundo, la metrópoli más hospitalaria, diversa y cautivadora que jamás haya existido. Y el culto a la muerte escogió sus objetivos en la ciudad con una precisión macabra e incriminatoria; tenían ahí delante todo lo que aborrecían, en esa alegre noche de viernes: hombres y mujeres relacionándose tranquilamente; vino, libertad de expresión, risas, tolerancia, música… rock y blues salvajes y satíricos”.
Académico UDP “Hay que rechazar la perversa idea de ciertos círculos conservadores según la cual Europa sufre por autocomplaciente y decadente”.
Jorge Peña: “Fe y esperanza no son propias de una actitud nihilista“
Nihilismo: falta el fin; falta la respuesta al «¿para qué?»; ¿qué significa nihilismo? Que los valores supremos se desvalorizan” (Nietzsche). El nihilismo es la situación de desorientación que aparece una vez que faltan las referencias tradicionales; o sea, los ideales y los valores que representaban el “¿para qué?” y que como tales iluminaban el actuar del hombre. El radicalismo islámico proviene de una fe (podemos considerarla irracional) y de una sólida esperanza en el más allá. Fe y esperanza no son propias de una actitud nihilista, y, en este sentido, se equivoca Guy Sorman. El relativismo y escepticismo propios del nihilismo occidental segregan una enorme falta de sentido que desconcierta a inmigrantes que se aferran a vetustas tradiciones que no han afrontado la modernidad. No es casual que pensadores como Nietzsche y Heidegger hayan considerado el nihilismo como una fatalidad propia de la época de la tecnociencia. Pero haberlo anunciado no es privilegio reservado a estos dos grandes titanes de la filosofía posthegeliana, sino que se ha dado en épocas muy diferentes no sólo de la filosofía, sino también de la política, la literatura e incluso la teología. Lo nuevo no es tanto que todo esto proceda de un pensamiento proveniente de extravagantes vanguardias intelectuales sino que ya forma parte del aire que se respira en Occidente, sobre todo en Europa. Por otra parte, el relativismo no es condición de la democracia. Se debe evitar que el concepto de verdad y bien queden arrinconados en la región de la intolerancia, lo antidemocrático y lo privado. En todos los dominios -moral, ciencia o información-, la verdad es el único bien que podemos compartir. El enajenado y el fanático no pueden abandonar la cárcel de sus evidencias privadas. Existe un núcleo no relativista de la democracia, dado por los derechos humanos inviolables, que no están sometidos al mandamiento del pluralismo y la tolerancia, sino que son el contenido de la tolerancia y la libertad. “Todo es trivial si el universo no está comprometido en una aventura metafísica”, escribió Gómez Dávila”.
Decano de Filosofía y Humanidades Universidad de los Andes “El relativismo y escepticismo propios del nihilismo occidental segregan una enorme falta de sentido”.