Editorial
«A los docentes no hay que hablarles de teorías, a ellos hay que darles cosas prácticas». Esta frase se ha escuchado muchas veces en los últimos 30 años. La idea de que el docente no necesita pensar y que basta con darle instrumentos para que apliquen ha calado tan profundamente, que muchos docentes no quieren escuchar explicaciones sino solo recibir «modelos». En esa perspectiva, se ha hecho bastante común la idea del «formulario único», es decir, de formatos estandarizados para planificar, formatos estandarizados para retroalimentar, formatos estandarizados para hacer proyectos y hasta sesiones estandarizadas para que en todas las aulas del país, no importan las diferencias, se haga exactamente la misma clase.
Desde fines del siglo XX se empezó a hablar de la necesidad de convertir la docencia en una profesión y todas las políticas educativas desde entonces adoptaron esa perspectiva tan rotundamente, que hasta se tradujo en leyes. No obstante, las rutinas del sistema han venido caminando en sentido contrario. El hábito de darle al docente formatos y recetas universales camina en dirección opuesta y le da la razón a quienes cuestionaron desde el principio la idea de mirar la docencia como una profesión.
En efecto, encasillarla en formularios únicos y clases prefabricadas la asemeja más a un oficio técnico. Si el docente es tratado como un empleado subordinado, sin capacidad de decisión, que actúa bajo las órdenes de sus superiores y que está obligado a hacer lo que se le dice, así piense lo contrario, entonces no se le está viendo como un profesional sino como un técnico que debe amoldarse a las rutinas preestablecidas del sistema, como en las fábricas del siglo XIX.
Lo cierto es que la docencia necesita caminar de la mano de la pedagogía y de las diversas disciplinas que le sirven de sustento, cuyos paradigmas evolucionaron de manera significativa a lo largo del siglo XX. La docencia se empezó a revelar como una profesión compleja cuando la pedagogía empezó a tomar distancia del clásico enfoque técnico instrumental que hizo parecer fácil su ejercicio en las aulas. No obstante, parece que aún no tomamos nota de ese hecho.
Los días 8, 9 y 10 de junio se realizó en la ciudad de Quito el X Encuentro Internacional de la Red KIPUS, una alianza de organizaciones, instituciones y profesionales de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Honduras, México, Perú y Venezuela, comprometidas con la formación y el desarrollo de los docentes de América Latina. El tema fue «La docencia en tiempos de pandemia y postpandemia: aprendizajes, aportes y desafíos». Allí se puso en evidencia la apremiante necesidad de conectar la docencia con el desarrollo de la investigación, pues los viejos modelos de enseñanza no sirven para que las generaciones más jóvenes aprendan lo que les demanda el mundo de hoy. Maestros e investigadores necesitan sentarse a conversar más, lo que requiere desterrar la idea absurda y ofensiva que considera a los docentes incapacitados para moverse en el mundo de las ideas.
Desde que hemos regresado a la presencialidad en el contexto de una crisis política muy severa, que ha alimentado las tendencias al retroceso en el camino recorrido por la educación en lo que va del siglo XXI, la imagen de un docente aplicador de fórmulas uniformes decididas por otros se ha reforzado peligrosamente. Pareciera que no se trata de entender, sino solo de cumplir las demandas; y, ciertamente, pareciera valorarse más el cumplimiento que el impacto real del trabajo pedagógico en las competencias que los estudiantes necesitan lograr.
Ciertamente, los docentes necesitamos consolidar una visión común sobre el tipo de resultados que debemos conseguir en las aulas y el tipo de experiencias que los hacen posibles, lo que no quiere decir en absoluto que todos deban hacer exactamente lo mismo. Nunca más que ahora se necesita una docencia profesional que, ejerciéndose reflexivamente, sepa responder a las diferencias y que sepa distinguir las rutas que le permiten dirigirse hacia los objetivos que debe cumplir la escuela de hoy, de aquellas que los devuelven y nos devuelven al pasado.
Lima, 12 de junio de 2023