Editorial de El Comercio
Algunas de las propuestas electorales en las que los actuales candidatos coinciden parecen producto de un ‘saber popular’ que puede traer votos, antes que parte integral de su plan de gobierno. Algo así sucede con la promesa de incrementar el presupuesto público para el sector Educación a 6% del PBI. Si bien César Acuña, candidato de Alianza para el Progreso, ha sido el que más ha incidido durante la campaña en la promesa, Pedro Pablo Kuczynski, Alan García y otros candidatos también se han manifestado a favor de llegar a esta cifra.
Es pertinente, en primer lugar, remarcar que el monto adicional necesario para alcanzar el 6% del PBI no es insignificante. En un contexto en el que los ingresos tributarios caen, el déficit fiscal se hace más grande y el costo del financiamiento sube, no queda del todo claro qué partidas del presupuesto pretenden sacrificar los candidatos para inyectar los S/15.000 millones faltantes por año al sector Educación. Solo la diferencia entre lo que gasta ahora y lo que se pretende gastar equivale a tres veces el presupuesto de todos los programas sociales del gobierno central. Llegar al 6% del PBI en educación es, ciertamente, posible y hasta deseable, pero conseguirlo requerirá sacrificios de los que se habla poco.
Solo para ser claros, sí es verdad que el Gobierno Peruano necesita engrosar la partida destinada a educación. El salario real de los docentes no ha subido significativamente en las últimas décadas –aproximadamente S/1.600 mensuales– y representa una fracción de los ingresos que obtienen sus pares en países como Chile y Colombia. Atraer a los jóvenes más talentosos a la docencia en colegios públicos será imposible mientras los salarios sigan siendo bajos.
Al mismo tiempo, la brecha en infraestructura identificada por el Ministerio de Educación de más de S/63.000 millones será cerrada en al menos 15 años, si se mantiene el actual ritmo de inversión. Hoy, tan solo uno de cada cuatro colegios en la zona rural tiene acceso a agua potable, saneamiento y electricidad. Invertir más en educación es una necesidad.
Sin embargo, no deja de ser revelador que el enfoque de varios candidatos sobre el sector Educación, según sus planes de gobierno, no vaya mucho más allá de la promesa de más gasto. En efecto, mientras que, por ejemplo, el plan de gobierno de Todos por el Perú, de Julio Guzmán, contiene tan solo un escueto listado y una brevísima descripción de nuevos programas educativos que planea implementar, el de Alianza Popular enumera 11 puntos en apenas poco más de una página como toda su estrategia educativa.
El punto crucial es que más inversión en educación es importante, pero hay muchas otras medidas que se pueden implementar simplemente mejorando hoy la calidad del gasto. Por ejemplo, según el Instituto Peruano de Economía (IPE), regiones como Tacna o Moquegua gastaron menos por alumno entre el 2010 y el 2014 que regiones como Ayacucho o Pasco, y sin embargo alcanzaron mejores resultados educativos que estas últimas. En las regiones exitosas, la hoja de ruta hacia mejores logros de aprendizaje pasó por un mayor involucramiento y reducción de la carga administrativa de los directores, incentivos financieros para los docentes, planificación detallada de la Dirección Regional de Educación y mecanismos de participación activa de los padres de familia.
Asimismo, el caso de los exitosos colegios de Fe y Alegría ofrece un ejemplo claro de cómo se puede hacer más con menos. La relativa autonomía de estas escuelas, sus procesos de selección de docentes, entre otras características de gestión importantes, son una alternativa que merece ser mirada con atención para mejorar los resultados de los alumnos en colegios públicos sin necesariamente elevar demasiado el gasto.
Salvo pocas excepciones, la orfandad de ideas sobre la manera de enfrentar los problemas de la educación básica regular en el Perú ha sido patente en esta campaña. En la medida en que los candidatos se sigan limitando a prometer montos de inversión enormes para proyectos que no pueden adecuadamente identificar en vez de ofrecer alternativas viables basadas en lo que ha funcionado realmente, en cinco años estaremos discutiendo lo mismo.
Fuente: El Comercio / Lima, 27 de febrero de 2016