Este popular proverbio español refleja la frustración de algunos agentes educativos que anhelan una educación de calidad en su comunidad, pero que, finalmente algunas acciones se traban por la falta de coherencia entre los lineamientos y el sistema.
Las experiencias de aprendizaje promovidas por el Ministerio de educación reafirman la necesidad de un aprendizaje integrador y colaborativo; fomenta el trabajo colegiado entre los docentes de las diversas disciplinas para así lograr el tan anhelado desarrollo de las competencias. Asimismo, señala la necesidad de responder a un problema del contexto, es decir, cercano al estudiante para que le sea interesante, estimulador y desafiante. Demanda también una evaluación formativa, que se base en la mediación pedagógica para el logro de los aprendizajes. Es un gran avance para el sistema educativo peruano anhelar esa descripción para nuestras escuelas públicas, y estoy segura de que muchas comunidades educativas hacen todo lo posible para alinearse a los requisitos demandados para las experiencias de aprendizaje.
Es sumamente inspirador ver que existe un gran compromiso con la mejora de la calidad educativa en nuestro país; sin embargo, sería de gran ayuda que también se considere los cambios urgentes de algunos componentes del sistema que aún no están alineados a los requerimientos solicitados a los maestros y líderes educativos.
Nadie da lo que no tiene
Si este dicho popular lo adecuamos al campo educativo diríamos; “no se enseña lo que no se aprendió”. Hoy en día, ser maestro de escuela es sumamente demandante. Se espera contar con un docente que asuma un rol de facilitador que movilice aprendizajes potentes, significativos, atractivos a través del diseño de experiencias de aprendizaje que le permita atender a la diversidad y que cumpla con una retroalimentación personalizada y garantice un sano ambiente escolar.
Personalmente, considero que a pesar de que la descripción previa suena abrumadora es extremadamente necesaria para lograr la calidad de aprendizajes que nuestras y nuestros estudiantes del país merecen. Sin embargo, me pregunto si los líderes educativos estamos cumpliendo con estos mismos requisitos al momento de diseñar las experiencias de aprendizaje para los docentes en formación y/o en servicio. ¿Estamos realmente permitiéndoles a los docentes experimentar ser aprendiz en el siglo 21? O tal vez hemos caído en el error de esperar que el maestro diseñe experiencias de aprendizaje que hasta la fecha no ha podido experimentar. ¿Será posible que nos atrevamos a diseñar capacitaciones para los docentes con los mismos requerimientos que exigimos para los estudiantes? Apostaría que ese tipo de capacitaciones nos ahorraría tiempo y esfuerzo, en especial al explicar aspectos claves del enfoque por competencias que aún no han podido ser comprendidos.
Un largo trecho
Durante la pandemia, se retomó la práctica de elaborar experiencias de aprendizaje (rutas de aprendizaje / sesiones de aprendizaje). Estos documentos intentaban modelar de cierta manera el aprendizaje basado en proyectos, promoviendo la articulación de las diversas áreas curriculares para lograr un aprendizaje más integrador y holístico.
El aprendizaje basado en proyectos o APB va más allá de trabajar las diversas áreas sobre un mismo tema. Este tipo de aprendizaje rompe las barreras de las áreas curriculares y va más allá del aspecto disciplinar porque busca resolver los problemas de un contexto real cercano al estudiante. En un contexto educativo ideal podríamos decir que el aprendizaje basado en proyectos anhela la transdisciplinariedad, en la que no existen áreas curriculares solamente existen conocimientos, y estos se combinan orgánicamente para resolver un problema.
Es muy esperanzador saber que algunas regiones están apostando por este tipo de aprendizaje y promueven el trabajo colaborativo e integrador entre los docentes de las diversas áreas curriculares. Sin embargo, es común escuchar a los docentes comentar sobre la obligatoriedad de compartir las calificaciones de los estudiantes; lo que mantiene un enfoque tradicional ajeno a lo que se exige al docente pedagógicamente hablando. En ese sentido, se hace necesario cerrar el trecho para así, permitir que los docentes puedan dar mayor prioridad a los procesos de aprendizaje y no al cumplimiento administrativo del sistema.
El que mucho abarca
La evaluación formativa es la pieza clave para lograr el desarrollo de las competencias, ya que fomenta el desarrollo de la autonomía en nuestros estudiantes, implica monitorear el progreso para garantizar el éxito de los aprendizajes; así mismo se apoya en una retroalimentación efectiva y oportuna. En estos últimos años, los docentes han logrado encontrar mecanismos que le permitan brindar acompañamiento a sus estudiantes a pesar de la gran población estudiantil que puedan tener a cargo.
Para el presente año, a los docentes se les ha sumado la tarea de acompañar no solo el aspecto cognitivo, sino también el aspecto socioemocional y de salud también; sin dejar de lado su propia salud física y mental. Considerando que los docentes peruanos de escuelas públicas tienen a cargo un aproximado de 60 a 80 estudiantes, esto sin considerar las áreas curriculares con menos horas, ¿es acaso que esperamos pedirle a un docente que recupere aprendizajes, logre progresos y cuide la salud mental de todos sus estudiantes y la propia? Es importante considerar que para lograr aprendizajes de calidad se requieren ciertas condiciones con las que aún no contamos; por ejemplo, disminuir la proporción estudiante-docente, tener la formación necesaria para el acompañamiento socioemocional, entre otras.
“Del dicho al hecho hay mucho trecho” y “el que mucho abarca poco aprieta” son dichos populares; uno expresa la distancia que existe entre lo que se dice y lo que se hace, mientras que el otro describe el fracaso cuando se desea lograr muchas cosas al mismo tiempo. Ambos me han acompañado en la narrativa del presente artículo, pero espero que no nos sigan acompañando en la realidad educativa peruana.
Lima, 21 de noviembre de 2022