Desde la adolescencia y la escuela: una mirada a la corrupción

¿Qué puede hacer la escuela? Detectar la corrupción hasta en los actos más pequeños y diarios de la vida escolar y social. De eso se trata.

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Fernando Llanos Masciotti | EDUCACCIÓN

La corrupción en el Perú no es un fenómeno de estos últimos años. Se ha evidenciado desde tiempos de la Colonia. Sumamente arraigada, campea a diestra y siniestra, explícita, monstruosa, agazapada, encubierta. Los chicos saben que la corrupción es mala y la asocian a la gente rica que roba y muchas veces queda impune. Ello queda evidenciado en un estudio de IEP: “Ciudadanía desde la escuela: vivir en el Perú”. En él se registra que el 75% de estudiantes no cree que los peruanos sean honestos en sus acciones (IEP, 2016). Eso es parte de la vida cotidiana. Coimas. Sobornos. Políticos que mienten y que roban. Autoridades denunciadas. Los chicos la viven en los titulares de los kioscos. En las conversaciones familiares. En las pantallas de la televisión y de los celulares.

El 78% de estudiantes no confía (o confía poco) en el Congreso y el 59% desconfía del Poder Judicial (IEP, 2016).  La desconfianza no la saben por la escuela, ciertamente. De la escuela solo pueden saber, a lo más, que la trinidad de la democracia es el poder ejecutivo, legislativo y judicial. Pero los medios son las fuentes de esta desconfianza. Asocian –al igual que sus padres y los adultos de su entorno- Congreso con mentira, deshonestidad, corrupción. Puede dilucidarse aún más cuando leemos que el 73% de estudiantes de cuarto de secundaria estaría muy de acuerdo y de acuerdo con que se cierre el Congreso, si se demostrara actos de corrupción de varios congresistas (IEP, 2016). Cabe acotar que está demostrada la correlación entre los índices de corrupción y los niveles de confianza de las instituciones políticas. A más corrupción, menos confianza en las instituciones (Morris, & Klesner, 2010, citado en IEA, 2016).

Contundente: percepciones de los adolescentes como reflejo de lo que piensa una sociedad. De hecho los peruanos adultos registran la confianza más baja en su Congreso frente a los ciudadanos de otros países en Sudamérica (IEP, 2016).

Sin embargo, estas percepciones, digamos, razonables por evidencia dada en la cotidianidad mediática conviven peligrosamente con la tolerancia y la naturalización de los actos corruptos concretos del día a día: el 37% de estudiantes adolescentes percibe que es aceptable que un funcionario público reciba sobornos, casi el 50% ve correcto que un empleado público utilice recursos de su institución laboral para su beneficio personal, el 44% crea que es “natural” pagar coimas a un servidor del Estado para obtener algún favor (ICCS, 2016). Buscar algún tipo de beneficio personal por encima de los demás. Cada quien piensa en sí, no en el otro: la lógica de “Pepe el vivo”.

(Me pregunto: ¿qué porcentaje de estudiantes será el que desconfía del Congreso por corrupto y a la vez considera aceptable que un empleado público reciba sobornos o que se coimee en las instituciones?)

Aquí es fundamental la escuela. Sabemos que los chicos saben sobre ese monstruo grande que es la corrupción. Nadie en su sano juicio avalaría lo que se esconde tras esa palabra. Pero no hay una conciencia crítica clara sobre qué exactamente es la corrupción, qué la caracteriza en concreto, cuáles son esas acciones corruptas, bajo qué formas sutiles y no tan sutiles se presentan, cómo las desenmascaramos. Para los adolescentes parece ser un abstracto o, a lo más, un cuco lejano que solo aparece en las altas esferas del poder, pero en los niveles intermedios o bajos puede ser muy tolerable y normalizado colectivamente. Más aun, los actos de corrupción cotidianos de ciudadanos de a pie pueden ser sentidos como “poca cosa”, inofensivos, finalmente consentidos (coimear a un policía de tránsito, sobornar para acelerar un trámite, no dar boleta o factura, aprovecharse de su puesto laboral para dar trabajo a un familiar, etc.). Sin embargo, allí está el germen de la corrupción.

¿Qué puede hacer la escuela? La escuela puede y está en el deber de formar a los estudiantes. No la formación de los estudiantes en el patio todos los lunes por la mañana o el discurso moralista de los valores blablabla, sino la formación (crítica y razonada) en ciudadanía. ¿Qué situaciones consideramos actos de corrupción? ¿Por qué? ¿Pagar un sencillo para evitar la multa o para que aceleren un trámite son actos de corrupción? ¿Hay actos corruptos menores y tolerables? ¿O solo las grandes corrupciones son sancionables? ¿Por qué la gente se corrompe? ¿Solo los ricos y los que detentan el poder cometen actos corruptos?

Algunas de las preguntas que pueden tratarse en las aulas. Detectar la corrupción hasta en los actos más pequeños y diarios de la vida escolar y social. De eso se trata entre otras cosas: debatir, discutir, y sobre todo razonar y argumentar sobre ciertas acciones posibles o reales de corrupción en el cotidiano. Especialmente, ahora, que el 68% de ciudadanos adultos en el Perú considera a la corrupción como el principal problema del país. Ni más ni menos.

Lima, 19 de julio de 2019

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Instituto de Estudios Peruanos (IEP) (2015). La ciudadanía desde la escuela: vivir en el Perú

Instituto de Estudios Peruanos (IEP) (2016) Informe de IEP con datos del Barómetro de las Américas. Baja confianza en las instituciones peruanas afecta el ejercicio de la autoridad

International Association for the Evaluation of Educational Achievement (IEA) (2016). International Civic and Citizenship Education Study 2016. Assessment Framework

Fernando Llanos Masciotti
Consultor independiente en la didáctica de lectura, escritura y evaluación en la educación básica regular y educación superior. Ha sido especialista de Evaluación del área de Comunicación y Coordinador de Evaluación en Educación Intercultural Bilingüe (EIB) de la UMC en el Ministerio de Educación. Fue profesor del área de Comunicación en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y es docente de Posgrado de la enseñanza de lectura y escritura en la Universidad Peruana Cayetano Heredia.