EDITORIAL
Ana Vargas Ramos, una muchacha de 18 años, fue asesinada la tarde del viernes 29 de setiembre en la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa (UNSA). Rodrigo Larico Olarte, su pareja, le asestó 35 puñalada en el cuello, tórax y abdomen como resultado de una discusión por celos. En lo que va de este año, ya suman quince las mujeres asesinadas por sus parejas en Arequipa. Así informó la prensa sobre este nuevo feminicidio.
La Asamblea General de las Naciones Unidas definió hace treinta años lo que significa violencia contra la mujer. Para la ONU es «todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada».
No hubiese sido necesario conceptualizar este tipo de acciones, menos aún en un foro como la ONU, si se tratara de hechos aislados y episódicos. Lamentablemente, son recurrentes y generalizados, lo que convierte estos hechos en un asunto público. Sin lugar a duda representa un síntoma notorio de discriminación y abuso estructural y sistemático. Según cifras de Naciones Unidas, se estima son 736 millones de mujeres en el mundo (casi una de cada tres) las que han sido víctimas de violencia física y/o sexual al menos una vez a lo largo de su vida.
La violencia contra las mujeres tiene muchos rostros: la ejercida por un compañero sentimental (física, psicológica) que puede llegar hasta llegar al feminicidio; la violencia sexual en sus múltiples formas, acoso, violación, insinuaciones no deseadas, abuso infantil, matrimonio forzado, acecho, acoso cibernético; la trata de personas, es decir, la explotación sexual; el matrimonio infantil y hasta la mutilación genital.
Una encuesta nacional de IPSOS realizada el 2022 reveló que los principales problemas a los que se enfrentan las mujeres en el Perú son, en los primeros lugares, el acoso sexual (47%), la violencia sexual (44%) y la violencia física (44%). También recogió algunas actitudes comunes de las personas ante los hechos de violencia contra las mujeres: 1 de cada 3 peruanos cree que una mujer es culpable si se pone una minifalda y un hombre la acosa; 1 de cada 3 peruanos cree que una mujer es culpable si va a una fiesta sola y la violan; la mitad de los encuestados cree que una mujer es culpable si le saca la vuelta a su pareja y al descubrirla él le pega.
El viernes 25 de este mes se conmemora en todo el mundo el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Una conmemoración como esta debería servir para hacer visibles estos hechos como un problema público real, que atañe a toda la ciudadanía y que compromete a los Estados para adoptar medidas más enérgicas dirigidas a erradicarlo.
No obstante, se estima que, en general, se invierte solo un 5% en acciones preventivas o de respuesta este problema, por ejemplo, en fortalecer las organizaciones de mujeres, en mejorar la legislación y la efectividad de la justicia, en la reparación de las víctimas y en la capacitación de los agentes públicos llamados a jugar un rol clave en este sentido.
¿Y qué decir de la educación? Hoy hablar de violencia o igualdad de género en las aulas parece ser un tabú, una expresión del demonio, un acto perverso, lo que deja a nuestras estudiantes completamente expuestas. Según cifras de UNICEF, entre 2017 y 2022 se reportaron 74,413 casos de violencia sexual contra niños y adolescentes, es decir, 34 casos diarios en promedio. En el 92% de estos casos, las víctimas han sido niñas y adolescentes mujeres.
Los educadores debemos asumir nuestra responsabilidad. Hagamos que el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer sirva para dar pasos hacia adelante, no hacia atrás.
Lima, noviembre de 2023
Comité Editorial