EL PAÍS
Al menos desde hace tres décadas, es decir, desde que las nuevas tecnologías digitales irrumpieron masivamente en muy distintos campos, los gobiernos han intentado mejorar sus sistemas educativos partiendo de la hipótesis de que distribuir masivamente ordenadores, laptops, tabletas y otros dispositivos a los alumnos equivale automáticamente a elevar la calidad o mejorar los logros de aprendizaje. La covid-19, por supuesto, hizo más acentuado el silogismo pero la evidencia, antes y después de la pandemia, parece haber demostrado que no es necesariamente así. Más aún: informes realizados en países muy distintos, especialmente de ingresos medios y bajos, han identificado distorsiones en la ejecución de las políticas públicas específicas como son la propensión a tomar decisiones improvisadas y más pensadas con propósitos mediáticos que educativos, la centralización excesiva, la discontinuidad por razones políticas o cambios de gobierno e, incluso, la ineficiencia y la opacidad en los procesos de licitación y adquisición de recursos tecnológicos digitales… Leer más