Editorial
En el mundo de los seres vivos, híbridos son los animales producto del cruce de dos especies distintas, por ejemplo, perros y lobos u ovejas y cabras, para no ir más lejos. En términos más generales, se le llama híbrido al producto de la combinación de elementos de naturaleza distinta. Tan es así, que también se le llama híbrido al automóvil cuyo motor puede funcionar con gas o gasolina.
En el mundo de la educación, sin embargo, se conoce como modelo híbrido al que combina una parte presencial con una parte a distancia en línea, en la que el estudiante puede trabajar con autonomía en un aula o plataforma virtual en el horario que él mismo decida, sea en casa en el laboratorio de su escuela. Podría hacerlo también a través de programas de radio o televisión que le propongan problemas interesantes, cuya resolución le represente un desafío.
Hay consenso en que lo propio de una educación híbrida es apoyarse en la tecnología para diseñar oportunidades a distancia que despierten el interés de los estudiantes y les permita autogestionar su aprendizaje a través de una ruta personalizada, no para transmitir contenido o asignar tareas. Queda sobreentendido que esa oferta hay que producirla y tenerla disponible. ¿La tenemos?
El ministerio de educación publicó hace poco la RM N° 531-2021 que pone los parámetros para el regreso a clases presenciales en marzo de 2022. Allí se habla de la educación híbrida como la modalidad que regirá en adelante. Sin embargo, hay dos cuestiones que llaman la atención.
Lo primero es que alude a ella en términos teóricos y muy generales (desarrolla experiencias de aprendizaje utilizando momentos presenciales y a distancia, sincrónicos o asincrónicos, así como en diversos espacios del territorio), sin mencionar la existencia de una oferta asincrónica especializada que complemente el trabajo presencial del docente ni la manera en que debería hacerlo. Se podría suponer que ese es el rol de Aprendo en casa Web, radio y TV, pero esta estrategia apenas se menciona y de manera muy tangencial a lo largo del documento.
Lo segundo es que entrega al docente toda la responsabilidad de diseñar y atender la parte asincrónica. Dice que él es quien debe planificar sesiones «que propicien el desarrollo de procesos de aprendizaje híbridos, es decir, para tiempos y espacios a distancia y presencial»; y que en el espacio no presencial los estudiantes harían «trabajo individual a partir de las orientaciones recibidas en el trabajo presencial». En otras palabras, lo híbrido parece reducirse a asignar tareas para la casa durante los días que los estudiantes no van a la escuela.
Estamos de acuerdo en que el docente debe diseñar sus sesiones y que debemos terminar de una vez con la pretensión de estandarizar las clases en todas las escuelas y territorios del país, admisible por la emergencia, pero insostenible a largo plazo. Sin embargo, que se crea que el novedoso carácter híbrido de la modalidad consiste en enviar tareas a realizarse «en compañía de la familia», algo que siempre se ha hecho, es un indicador, cuando menos, de que el tema amerita una discusión más profunda.
Es evidente que no hemos avanzado mucho en ampliar la cobertura digital a nivel nacional, en mejorar el ancho de banda donde la señal si llega, pero en pésimas condiciones, o en especializar la producción educativa de Aprendo en Casa virtual, radial y televisiva para preparar el terreno a una modalidad híbrida genuina y de calidad. Es comprensible. En estos dos años de pandemia hemos tenido cinco ministros de educación y nos vamos por el sexto. Cada nombramiento supuso cambios en los equipos de gestión, así como en énfasis y enfoques. En ese escenario tan volátil y con liderazgos tan efímeros, ha sido difícil llegar en mejores condiciones.
Pero no hay atenuantes que resten gravedad a la situación. Tan delicado es la operación misma del retorno, sobre la que hay justificadas controversias, como el tema de los aprendizajes, donde los reflectores del debate no se han enfocado demasiado. Aprendo en Casa no puede subsumirse justo en estas circunstancias, ni pretender que el Aprendo en Comunidad sea «el espacio clave para favorecer el desarrollo de competencias». Si la agencia allí está en manos de un voluntariado ¿Quién tomará la responsabilidad de garantizar las competencias?
«La situación es desesperada pero no grave». Este es un viejo dicho vienés que alude con ironía a hechos que nos colocan en una posición límite y cuya seriedad no queremos admitir del todo. Parece ser el caso. La norma ya fue publicada, pero el debate no termina, no puede terminar allí.
Lima, 27 de diciembre de 2022
Comité Editorial