Edición 51

Educación sexual sí: en su oportunidad y su lugar

Hagamos una revisión de los programas curriculares de manera que muchos puntos sean tratados con este enfoque, con la extensión, profundidad y lugar que le corresponde

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Manuel Valdivia | EDUCACCIÓN

En las últimas semanas, los colectivos que se oponen al desarrollo de la educación escolar con un enfoque en la igualdad de género encontraron un nuevo pretexto para levantar su vocerío: en un texto de educación secundaria para el área de Desarrollo Personal, Ciudadanía y Cívica distribuido por el MINEDU, se había incluido un enlace a Internet en el que se hallaba información sobre una modalidad del coito. Discutir la conveniencia de ese enlace sería perder el tiempo. A cualquier muchacho que quisiera saber algo sobre cuestiones sexuales, una fácil navegación por la Internet lo llevaría a encontrar de todo, desde información seria hasta páginas de pornografía. No viene al caso, pues, abundar sobre el tema del libro escolar. Pero sí es importante examinar con cuidado lo relativo a la educación sexual, especialmente de adolescentes y adultos, e incluso de los niños, que por obra de diversas fuerzas que influyen en nuestra sociedad, están llegando a una prematura erotización.

Sin duda, la educación sexual es importante por su trascendencia en la vida del individuo y en el desarrollo de múltiples unidades sociales (la familia, las parejas, las amistades, incluso las actividades laborales). Es importante y necesita de un tratamiento explícito, libre de tabús y de medias palabras. Pero no se debe olvidar que tiene dos dimensiones que se entrecruzan: una anatómico fisiológica y otra psicosocial, y que además se ve influida por componentes culturales.

La educación sexual tiene momentos que dependen del curso vital de las personas y de sus procesos de socialización. Y en esos momentos tienen diverso papel los padres, los docentes, los tutores y aun profesionales como los psicólogos y comunicadores. Cada uno en lo que le toca y desde su campo, pero todos orientados a la formación de actitudes positivas y comportamientos responsables en la esfera de la sexualidad y las relaciones de género.

La escuela, por supuesto, está implicada. Se hace cargo de parte de la educación de los niños y adolescentes, asumiendo como principio de su actuación que debe ceñir sus contenidos y actividades a los momentos en que se hacen patentes necesidades de información y orientación requeridas por los procesos de crecimiento y maduración orgánicos y por los procesos de inserción en la vida social.  En este marco, dos áreas curriculares tienen un papel que desempeñas: Ciencia y Tecnología por un lado y Personal social por el otro

En la Educación Inicial y en los primeros grados de la primaria, la educación se concentra en el aspecto social: varoncitos y mujercitas se encuentran juntos por lapsos prolongados, y en ese ambiente es necesario formen actitudes de reconocimiento del otro como persona con derechos y deberes, de respeto, de ayuda mutua, de colaboración. Y es preciso, dadas las características de nuestra sociedad, comenzar a borrar pautas sociales que pueden ser nefastas: que el hombre debe ser “machito”, que puede y debe ser fuerte, que es aceptable que las niñas desempeñen menesteres domésticos de los cuales están exonerados los hombres, etc.  En estos grados, la faceta fisiológica se toca levemente, con recomendaciones centradas en la higiene corporal.

En los grados superiores de la primaria (Ciclo V de EBR) y en los primeros de la secundaria (Ciclo VI la), llega el momento en que la atención de la escuela deba ser puesta en aspectos del desarrollo orgánico.  Varoncitos y mujercitas, por experiencia personal o por referencias de sus compañeros, comienzan a tomar conocimiento de que su cuerpo comienza a sacudirse con cambios corporales internos y externos inquietantes, que ellos no comprenden y que quisieran explicarse. Dependiendo de la confianza que se hubiera construido desde antes con sus padres y madres algunos se atreven con ciertas preguntas en su familia; otros buscan, afanosos, pero a ocultas, información que podrían encontrar en medios impresos o probablemente en la Internet. Los más, atienden con asombro lo que refieren sus amigos.

Pero los púberes y adolescentes no solo pasan por cambios orgánicos, corporales. Se producen cambios en la dimensión social de sus vidas. Son cambios en las relaciones con los pares y con los mayores. Y como estos se dan en el plano social, mucho influye la cultura del entorno social. Ya no son inquietudes hormonales; opera también la influencia de pautas y modelos sociales, diferentes en los pueblos y sociedades como lo hizo notar hace tiempo Margaret Mead.

Sea como fuere, los adolescentes pasan por un momento con muchas dimensiones que debieran ser atendidas por la escuela. Las dos principales –la orgánica y la social- podrían estar de algún modo cubiertas por las áreas curriculares Ciencia y tecnología y Personal social, y por las acciones de tutoría. Podrían, pero no pueden.

El área de Ciencia y Tecnología –dentro de la cual se podría tratar la parte orgánica de la educación sexual-  no tiene ni un resquicio donde introducir el tema.  La segunda competencia del área es enunciada así en el Programa Curricular (2018): “Explica el mundo físico basándose en conocimientos sobre seres vivos, materia y energía, biodiversidad, Tierra y universo”. Entre los desempeños del área se hace alguna especificación de lo que debe ser tratado en cuanto a los seres vivos. Copio los enunciados, que aparecen en varios grados del programa curricular de Educación Secundaria: “estructuras reproductivas de los seres unicelulares”, “transmisión de caracteres de progenitores a descendientes mediante los genes”, “la reproducción de las células y el proceso de gametogénesis”, “proteínas y cromosomas”, y pare de contar. ¿El organismo humano? ¿Los sistemas –digestivo, respiratorio, reproductivo, etc.- su funcionamiento, su papel en la vida humana, su higiene y conservación? Nada, porque el gran tema “Salud humana” ha sido absolutamente omitido, pese a que este campo está considerado por la UNESCO junto con los otros cuatro que he mencionado arriba como parte de la competencia.

Será por eso, tal vez, que en un libro de Personal social se entrometió un tema de educación sexual orgánica, ocupando un sitio que no le correspondía. Será por eso o por descuido, que se cometió un error. Pero la solución no pasa por enmendar el desatino bibliográfico. Se hace necesaria una revisión del programa curricular que mencionamos y recuperar un campo que puede tener un desarrollo vertical en el cual lo relativo al sistema de reproducción humana sea visto con naturalidad, como se trata otros sistemas, como el respiratorio o el circulatorio, que son vistos –o deben serlo- no solo en su dimensión anatómica y funcional sino con llamados a la responsabilidad que cada persona debe asumir respecto del cuidado de su cuerpo.

Aunque el problema es mayor: nuestros niños, adolescentes y jóvenes requieren de una formación en la cual deben participar los padres, los maestros, los comunicadores sociales. ¿Estamos preparados para ello?

Lima, 21 de mayo de 2019

Manuel Valdivia Rodriguez
Docente, graduado en la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta. Se desempeña actualmente como asesor pedagógico. Ha trabajado en proyectos educativos para organismos internacionales en Perú, Bolivia, Ecuador, Guatemala. Responsable de la Diplomatura en Didáctica de la lectura y producción de textos funcionales en la educación primaria en la PUCP. Especialista en temas de pedagogía general y pedagogía del lenguaje, currículo, educación bilingue, educación rural. Tiene un blog: Gaceta de Educación y Pedagogía.