Paul Barr Rosso | EDUCACCIÓN
Siete de cada diez peruanos y peruanas trabaja en el sector informal. Esto significa que no tienen vacaciones, gratificaciones ni CTS, y que las condiciones para desempeñar su actividad no son las adecuadas e incluso implican riesgos para su vida y salud. Además, es poco probable que ahorren para su jubilación o que tengan espacios y oportunidades en su centro laboral para seguirse capacitando.
Existe consenso en que para superar a la informalidad o, en todo caso, para reducir su presencia en nuestro país, se deben implementar medidas en diversos frentes: simplificación de trámites administrativos, reformas tributarias y laborales, mejora de la infraestructura y conectividad, desarrollo del talento humano, entre otros aspectos. Sin embargo, poco se reflexiona sobre cómo está cambiando el mundo mismo de la formalidad. En otras palabras, cuando queremos salir de la informalidad ¿hacia dónde estamos yendo? Este artículo tiene por objetivo delinear algunos de los escenarios futuros y, a partir de ellos, plantear cuatro ideas para la educación de jóvenes y adultos.
Nuestro imaginario de la formalidad incluye empresas grandes, estabilidad, vacaciones, CTS, gratificaciones, y planes de salud y jubilación asociados al empleo. Sin embargo, existe un conjunto de cambios -algunos no tan recientes- que están modificando el panorama laboral mundial. Por ejemplo, con la irrupción de las tecnologías y la automatización, muchas empresas están optando por utilizar robots e inteligencia artificial y prescindir de la mano obra barata de países en desarrollo.
Asimismo, existen plataformas tecnológicas que permiten a las personas ofrecer sus servicios y encontrar trabajos eventuales. Si bien esto representa una oportunidad para generar ingresos, muchos advierten de la precarización de las condiciones de vida de los trabajadores de la economía gig[1], en un sistema donde la protección social está asociada aún a los puestos estables. La realidad mundial nos indica que un porcentaje cada vez mayor de la población se desempeña en puestos temporales, contratos parciales o recurre al autoempleo y esto requiere de toda nuestra atención.
A todo esto se suma que, en 6 de cada 10 de las ocupaciones actuales, se puede automatizar hasta un tercio de las actividades y que el estado actual de la tecnología torna viable automatizar hasta un 50% de las actividades laborales. Sin embargo, esto no sucede porque, además de la tecnología, se requiere del concurso de determinadas circunstancias sociales y económicas. Por ello, la media mundial es del 15% y para el Perú, 7% [2] (McKinsey, 2017). Las ocupaciones que están en riesgo son las que involucran un mayor componente rutinario. Y esto incluye tanto a oficios (como cajero o encargado del parqueo) como a carreras profesionales (por ejemplo, la inteligencia artificial ya afecta a carreras tradicionales como Derecho y Medicina).
Pese a lo expuesto en los párrafos precedentes, la tecnología no necesariamente genera pérdidas. Por el contrario, existe un enorme potencial para crear empleos. Sin embargo, esto no pasará automáticamente sino que es importante que el Estado y los privados generen las condiciones necesarias. Si consideramos el ámbito educativo, podemos priorizar los siguientes aspectos:
- Quienes más necesidad de capacitación tienen son normalmente quienes menos la reciben. Por eso, es esencial pensar en estrategias para que los trabajadores sigan aprendiendo y esto no se limita a las instituciones educativas, sino que pueden generarse importantes oportunidades a partir de los gobiernos locales, los centros laborales y los conglomerados del sector productivo.
- La capacidad de automatizar actividades que involucren la creatividad, la empatía o el afecto humanos es aún limitada. Debemos, por ello, replantearnos la forma en la que estamos educando, tanto a los jóvenes como a los niños, niñas y adolescentes, y priorizar la motivación intrínseca, la innovación constante, el pensamiento crítico y las habilidades socioemocionales.
- Los cambios a la formalidad que hoy conocemos han llegado para quedarse. Es muy probable que las personas cambien de puestos varias veces en su ciclo de vida, asuman trabajos temporales o recurran al autoempleo. Es importante que cada quien desarrolle su capacidad de reinventarse constantemente y tenga los espacios para ello.
- Hoy existen un conjunto de oportunidades que surgen gracias a la existencia del Internet y el software colaborativo. Para aprovecharlas, no solo hacen falta las habilidades digitales, sino también una educación que nos permita leer nuestra realidad para transformarla y ser éticos en nuestra actuación. Por ello, es esencial que la formación de las personas sea integral e incluya a las humanidades y a las artes.
En conclusión, el Perú no afronta un reto, sino dos. Por un lado, salir de la informalidad y superar los demás problemas asociados no solo a lo laboral sino al pleno ejercicio de los derechos fundamentales de los peruanos y peruanas. Por el otro, generar las condiciones para que las personas afronten el mundo del trabajo que el futuro nos plantea. Tener claridad sobre estos dos objetivos nos permitirá hacer los cambios necesarios en el plano educativo para que las personas que viven en el Perú puedan lograr, no solo condiciones materiales para su subsistencia, sino la consecución de sus proyectos personales.
Lima, 10 de agosto de 2020
REFERENCIAS
McKinsey Global Institute (2017) Jobs lost, jobs gained: workforce transitions in a time of automation https://www.mckinsey.com/featured-insights/future-of-work/jobs-lost-jobs-gained-what-the-future-of-work-will-mean-for-jobs-skills-and-wages
NOTAS
[1] Economía gig alude a los trabajos esporádicos que desarrollan las personas. El término viene del entorno musical donde un “gig” es esa actuación corta que hacen las bandas.
[2] Esto se podría explicar por la misma economía informal, sus bajos niveles de creación de valor agregado y los salarios bajos.