En una institución educativa de gestión privada se descubrió que el docente de música mantenía una relación con una estudiante de 4° de secundaria, incluyendo relaciones sexuales supuestamente consentidas (según el docente)). El consejo directivo decidió pedir al docente su renuncia y suspendió a la estudiante por una semana, sin mayor explicación. Luego, solicitó a todo el personal guardar estricta reserva del caso para evitar “murmuraciones” que afectaran la imagen de la escuela, incluyendo la prohibición de hablar del tema con las y los estudiantes.
En otra escuela, de gestión pública, un estudiante de 5° de Primaria venía siendo objeto de burlas reiteradas por no actuar conforme a las expectativas tradicionales de “cómo debe comportarse un niño”. Los docentes ignoraron las agresiones e incluso algunos se sumaron a las risas. Las burlas escalaron a redes sociales, y el estudiante, tras leer los comentarios, entró en crisis y se negó a volver al colegio. La madre presentó una queja formal, que fue relativizada por el personal: “son cosas de chicos”, dijeron.
No se trata de hechos aislados. Según datos del Sistema Especializado en Reporte de Casos sobre Violencia Escolar (Siseve) del Ministerio de Educación del Perú (2024), durante el año 2024 se registraron 3.942 denuncias de agresión sexual en instituciones educativas; de ellas, 2.112 fueron cometidas por personal docente o administrativo contra estudiantes, y 1.830 entre estudiantes. Se denunciaron también 709 casos de hostigamiento sexual y 570 casos de acoso escolar (bullying).
Estas cifras reflejan que las escuelas representan escenarios donde la violencia sexual y el acoso escolar son hechos recurrentes. También muestran la dificultad de las instituciones educativas, y de la sociedad en general, para responder con responsabilidad y conciencia a situaciones donde se reproducen prejuicios y estereotipos, ignorando la responsabilidad que implica las relaciones entre adultos y menores de edad, entre educadores y sujetos en formación, de espaldas a las situaciones de discriminación, acoso y violencia basada en género que viven las y los estudiantes.
Volviendo a los casos narrados al inicio: una adolescente culpabilizada por una relación desigual; y un estudiante humillado por su identidad, fueron desprotegidos por escuelas que no supieron —no quisieron— intervenir. En el primer caso[1], la institución priorizó la preocupación por su imagen, antes que reflexionar sobre la relación asimétrica entre docente y estudiante. Con ello se reproduce y perpetúa un sistema que culpabiliza a las víctimas y protege a los agresores. En el segundo caso, la inacción y complicidad silenciosa deja al estudiante sin protección, refuerza comportamientos homofóbicos, así como la negación y desprecio por la diversidad, legitimando la idea de que es posible, normal, inofensivo, burlarse de quien es “diferente”.
Estos casos y las cifras presentadas deberían interpelarnos: les fallamos a nuestras y nuestros estudiantes; perdemos oportunidades para formar conciencia, empatía y ciudadanía y deconstruir estereotipos.
Educar con enfoque de género
Abordar estas situaciones no es algo ajeno a la tarea educativa. Todo lo contrario. Deconstruir estereotipos, develar una estructura social excluyente y discriminadora hacia la diversidad, está en el centro de uno de los fines de la educación: “formar personas capaces de lograr su realización ética, intelectual, artística, cultural, afectiva, física, espiritual y religiosa”, promoviendo su autoestima, identidad y ciudadanía crítica (LGE, art. 9).
Es asimismo parte importante del Currículo Nacional de la Educación Básica (2016), en cuyo Perfil de egreso se destaca la formación para la convivencia social, para la defensa y respeto de los derechos humanos, donde se reflexione críticamente, se promueva la conciencia de las consecuencias de nuestro comportamiento en los demás y se delibere sobre los asuntos públicos “para la construcción de una sociedad justa, democrática y equitativa” (Minedu, 2016, p. 16); y se propone un conjunto de enfoques transversales que “aportan concepciones importantes sobre las personas, su relación con los demás, con el entorno y con el espacio común y se traducen en formas específicas de actuar, que constituyen valores y actitudes que tanto estudiantes, maestros y autoridades, deben esforzarse por demostrar en la dinámica diaria de la escuela” (Minedu, 2016, p. 21).
Uno de los enfoques transversales es el de género, desde el cual se reconoce que los roles que asociamos a lo “femenino” y “masculino” no son naturales, sino construcciones sociales que muchas veces crean desigualdades; y se busca que mujeres y varones tengan igualdad de oportunidades para desarrollarse, sin que su identidad de género limite sus derechos. Por ello este enfoque promueve:
- El respeto y valoración de la diversidad,
- La erradicación de prejuicios y prácticas discriminatorias,
- La igualdad en la participación y el cuidado, dentro y fuera de la escuela.
En este marco se plantea que los estudiantes cuenten con oportunidades diversas para analizar, reflexionar y deliberar sobre situaciones cotidianas, vividas dentro o fuera del aula y escuela, y frente a las cuales puedan desarrollar juicio crítico y un comportamiento ético guiado por la inclusión e interés en el bienestar del “otro”.
Desde esta mirada, en los casos narrados al inicio, lo sucedido hubiera sido usado como una oportunidad para:
- Reflexionar con las y los estudiantes, y todo el equipo docente, sobre la responsabilidad que conlleva una relación entre adulto y menor de edad;
- Comprender el consentimiento en un contexto de poder;
- Desarmar concepciones y prejuicios sobre género y sexualidad y el daño que genera el sostenerlos;
Y si en la escuela se trabajara de manera efectiva y real la educación sexual integral, como parte del proceso formativo, cada situación que entrañe violencia o acoso, sería analizada y abordada para que las y los estudiantes aprendan a vivir su sexualidad de manera saludable, integral y responsable, “respetando la diversidad en un marco de derechos” y puedan establecer relaciones afectivas basadas también en el respeto y la reciprocidad (Minedu, 2016, p. 49); el significado del consentimiento y del cuidado del otro e identificar señales de violencia en las relaciones, entre parees y con adultos.
Esto es educar y es la mejor manera de aportar desde la escuela a la construcción de una mejor sociedad, libre de estereotipos.
El enfoque de género en educación no es una moda ni una imposición ideológica. Es una herramienta analítica y pedagógica para identificar, cuestionar y transformar las relaciones de poder y las desigualdades entre los géneros.
Las amenazas
A pesar de tener un marco normativo que no solo alienta, sino que demanda abordar estos temas como parte central de la educación, hoy este marco se encuentra bajo amenaza. En los últimos años, el sistema educativo peruano ha enfrentado embates que amenazan la continuidad del enfoque de género; entre éstos: el Proyecto de Ley 8731/2024-CR (agosto 2024), que propone reemplazar el término “igualdad de género” por “igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres”, postura que niega y excluye el derecho de perspectivas no binarias; y modificar la Educación Sexual Integral por una Educación Sexual Científica, Biológica y Ética, eliminando enfoques de derechos humanos y diversidad.
En la misma línea está el Proyecto de Ley 9174/2024-CR (octubre 2024), que pretende eliminar los Lineamientos de Educación Sexual Integral (aprobados en 2021) y reemplazarlos con una educación sexual basada en “principios biológicos y éticos”; desde esta óptica se eliminaría contenidos sobre identidad de género, prevención de violencia sexual y salud reproductiva, aumentando riesgos de embarazos no deseados y ETS. Al respecto, el Consejo Nacional de Educación (2025) ha emitido opinión no favorable, advirtiendo que la propuesta niega la integralidad de los diversos aspectos que constituyen la sexualidad y son fundamentales para el ejercicio responsable y saludable de la misma y subraya que dicha medida afectaría negativamente el desarrollo de competencias socioemocionales y el ejercicio pleno de derechos, en contradicción con los principios del Proyecto Educativo Nacional al 2036 (Consejo Nacional de Educación del Perú, 2025).
Estas iniciativas son propuestas que se plantean desde miradas profundamente conservadoras, con altos costos para la sociedad y bienestar e integridad de nuestra niñez, adolescencia y juventudes puesto que:
- Invisibilizan desigualdades y normalizan la violencia.
- Reproducen estereotipos que limitan el desarrollo de niñas, niños y adolescentes.
- Envían un mensaje peligroso: que hablar de género, diversidad o consentimiento es “adoctrinar”.
Y aunque no siempre prosperan legislativamente, producen efectos simbólicos profundos en la ciudadanía y en particular en la comunidad educativa: instalan miedo, refuerzan discursos conservadores, inhiben la acción docente y silencian la violencia.
Educar con enfoque de género no es una opción, es una urgencia
Educar con enfoque de género no es adoctrinar. Es formar personas críticas, empáticas y libres. Es ofrecer herramientas para vivir con dignidad, para construir relaciones justas y reconocer el valor de la diferencia. Es garantizar condiciones para que todas las niñas, niños y adolescentes puedan desarrollarse plenamente.
La escuela no puede seguir siendo cómplice del silencio, la exclusión o la violencia. Tiene la obligación de ser un espacio de justicia. Defender el enfoque de género es defender la democracia, la igualdad y la vida.
Lima, marzo de 2025
Referencias
Consejo Nacional de Educación del Perú. (2025, 10 de febrero). Opinión al Proyecto de Ley N.° 9174/2024-CR, “Ley que declara de interés nacional la eliminación de la educación sexual integral en los contenidos curriculares de la educación básica a nivel nacional y su reemplazo por la educación sexual científica y ética” (Informe Técnico N.° 004-2025-CNE/JACM). https://goo.su/clWIv
Consejo Nacional de Educación. (2020). Proyecto Educativo Nacional al 2036: El reto de una ciudadanía plena. https://hdl.handle.net/20.500.12799/6910
El Comercio. (2024, 16 de marzo). Emergencia en las aulas: violencia sexual marca el año más crítico con casi 4 mil denuncias. https://elcomercio.pe/lima/sucesos/violencia-sexual-en-las-aulas-el-2024-fue-el-ano-mas-critico-con-casi-4-mil-denuncias-como-frenar-el-aumento-de-casos-hostigamiento-abuso-sexual-tocamientos-siseve-colegios-minedu-noticia/
Infobae. (2025, 23 de marzo). Minedu: Aumenta el acoso escolar en colegios: Casi 800 denuncias solo en 2024. Así se reporta estos casos. https://www.infobae.com/peru/2024/04/29/aumentan-casos-de-bullying-en-colegios-de-peru-ya-van-casi-800-denuncias-de-acoso-escolar-en-lo-que-va-del-ano-2024/
Ministerio de Educación del Perú. (2016, 3 de junio). Currículo Nacional de la Educación Básica. Normas Legales, El Peruano. https://www.gob.pe/institucion/minedu/normas-legales/746823-281-2016-minedu
Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP). (2019). Política Nacional de Igualdad de Género. DS N.° 008-2019-MIMP. https://www.gob.pe/institucion/mimp/normas-legales/271118-008-2019-mimp
[1] Ambos son casos reales acontecidos en instituciones educativas