Sebstián Zavala / Cinencuentro
“El choque de dos mundos” es un documental que narra una historia que muchos conocimos a través de los medios, pero del que quizás no sabíamos demasiado. ‘El Baguazo’ es uno de los eventos más tristes y chocantes ocurridos en nuestro país en los últimos años, por lo que verlo de esta manera, contado de manera tan cruda y detallada, resulta ser una experiencia vívida, fuerte.
Inicialmente, los directores Heidi Brandenburg (peruano-alemana) y Mathew Orzel (galés) planeaban realizar un documental sobre la manera en que los proyectos mineros afectaban a las comunidades indígenas en la Amazonía peruana. Pero una vez que sucedió el infame Baguazo, el enfoque del documental cambió; podría argumentarse que esto enriqueció al material con el que los dos directores estaban trabajando, y les dio algo más inmediato, más chocante en qué concentrarse.
La historia está contada, en su mayoría, con el dirigente indígena Alberto Pizango como protagonista. El documental ahonda bastante en sus antecedentes y motivaciones; incluso, en ciertos momentos lo podemos ver en momentos más íntimos, como cuando habla con su padre en una lengua amazónica, o cuando se escapa del país después de que se emite una orden de captura en su contra.
Sin embargo, “El Choque de Dos Mundos” también nos presenta declaraciones por parte de otros personajes, quienes tienen mucho qué decir tanto sobre Pizango, como el accionar violento del gobierno de Alan García hacia las protestas de las comunidades indígenas, o el mismísimo presidente: congresistas, periodistas, ex ministros e incluso abogados. (García se negó repetidas veces a ser filmado para el documental. Lamentable pero comprensible, desde su punto de vista).
¿Cuál es el mensaje, entonces, que Brandenburg y Orzel nos quieren dejar? Lo cautivante de “El Choque de Dos Mundos” es que, a pesar de seguir la mayor parte del tiempo a Pizango, no se siente sesgada, como si los directores quisieran demonizar a un lado y santificar al otro. Los hechos se presentan tal y como fueron, a través de imágenes inéditas recopiladas por el equipo del documental, clips de noticieros y programas informativos, e incluso videos de celulares grabados por gente que estuvo presente en la masacre de Bagua. El documental presenta a ambas partes cometiendo errores; Pizango tiene buenas intenciones pero utiliza métodos violentos e ilegales (aunque no quiera admitirlo), mientras que García y el partido de gobierno reaccionan de la peor manera a los acontecimientos, tanto dentro del Congreso y Palacio, como en público.
Ninguno de los dos líderes sale ileso del documental. Al terminar, tuve la peor de las impresiones de los dos: García, como muchos ya sabíamos, es alguien que considera a los indígenas como salvajes y a quien poco le importaba su situación. De hecho, se ve a través del documental lo poco que estaba interesado en escuchar sus protestas o sus opiniones; es ahí precisamente donde radica el problema a la hora de lidiar con Pizango: es incapaz de escucharlo.
Pero a Pizango se le ve también como alguien extremadamente desatinado. Sí, tiene nobles intenciones, como mencioné líneas arriba, y al menos inicialmente, se le ve genuinamente interesado en representar a sus compañeros y defender a la Amazonía de los actos de las mineras. Pero sus acciones violentas, su aparente falta de conocimiento sobre leyes y derecho (de ello sé poco, pero fui a ver el documental con un amigo abogado, lo cual me ayudó mucho) y sus acciones inhumanas, lo convierten en alguien casi tan despreciable como García. La escena en donde le dice al padre de un policía muerto que le revelará el paradero de su hijo únicamente si no menciona nada a las autoridades, es repugnante.
Podría argumentarse que, al tratar de hacer tanto y presentar la mayor cantidad de eventos relacionados al Baguazo, “El Choque de dos Mundos” resulta algo dispersa. Y aunque esto es verdad hasta cierto punto, sí sentí que el documental me contó una historia completa y cautivante, a pesar de que va perdiendo su foco mientras se va acercando al desenlace. Nunca me aburrió, y solo en algunos momentos sentí que me estaban presentando los hechos de manera subjetiva— felizmente, no son suficientes como para dañar el producto final permanentemente.
Afortunadamente, el punto de vista medioambiental de Brandenburg y Orzel es utilizado con sutileza. Muchos documentales que tratan sobre temas de este tipo deciden ser excesivos a la hora de presentar este mensaje, pero ese no es el caso de “El Choque de Dos Mundos”. Lo que hace es presentar hechos relacionados al tema medio ambiental, pero que no lo tratan directamente— acá lo importante, más bien, es la calidad de vida y el respeto hacia la cultura y costumbres y derechos de los indígenas amazónicos. “El Choque de los Mundos” está más preocupado por las personas que por el medio ambiente; solo necesita utilizar unas cuantas escenas, como una inicial en donde vemos una sección de la selva cubierta de petróleo (realmente impactante), para transmitir un mensaje claro y fuerte: debemos dejar de destruir la selva. Las exageraciones no son necesarias.
“El Choque de Dos Mundos” presenta los hechos de la manera más objetiva posible, permitiéndole al espectador generar sus propias opiniones. Brandenburg y Orzel no toman bandos: ambos líderes, García y Pizango, son presentados como personas irresponsables que tomaron malas decisiones. En todo caso, podría decirse que los dos directores están del lado de la selva y sus habitantes; independientemente de lo que haya sucedido en el Baguazo, lo importante es darnos cuenta que la selva NO se vende, NO se destruye, y que nada de lo que se ve en el documental debería repetirse. Más relevante, imposible.
Fuente: Cinencuentro / Lima, 24 de octubre de 2016