Edición 21

El Consejo Nacional de Educación se pronuncia sobre la reforma curricular

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Luis Guerrero Ortiz / Para EDUCACCIÓN

El Consejo Nacional de Educación ha publicado en su página web la carta que envió el 24 de mayo al Ministerio de Educación con su opinión final sobre el nuevo currículo de Educación Básica, recientemente aprobado por Resolución Ministerial Nº 281 -2016- MINEDU. Siendo esta la última de varias opiniones alcanzadas en los últimos años alrededor de la reforma curricular, alimentada a su vez de distintos puntos de vista recogidos de actores muy diversos durante el proceso, merece concederse a sus conclusiones la mayor importancia.

Las fortalezas del nuevo currículo

El Consejo dice textualmente en su carta que «valora positivamente la orientación del currículo» y que «este instrumento es un avance respecto de lo que contenía el Diseño Curricular Nacional (DCN)». Diez son las razones en las que sustenta esta afirmación:

  • Enfoque. El CNE sostiene que la definición del enfoque de competencias del currículo «está acorde a las tendencias internacionales de aprendizaje y da continuidad a un enfoque que se ha venido adoptando en los últimos 20 años». Señala, además, que «las competencias se articulan con el perfil, capacidades, estándares y desempeños» y que «esta articulación deberá facilitar una integración coherente en el aula».
  • Perfil. Considera «positivo introducir un conjunto de rasgos a los que se debería aspirar a través de la educación», y saluda especialmente «el énfasis en ciudadanía y construcción democrática», considerando «valioso que se relacione los rasgos del perfil con las competencias» de las diversas áreas.
  • Enfoques transversales. Le parece igualmente «positivo que en el documento se identifique los enfoques transversales: de derechos, inclusivo o de atención a la diversidad, intercultural, ambiental, de orientación al bien común y de búsqueda de la excelencia». Considera que estos enfoques «se alinean con varias normas relevantes, expresadas en 10 principios».
  • Estándares. El CNE afirma que el currículo «brinda información clara sobre los aprendizajes esperados por los estudiantes en diferentes momentos de su escolaridad para cada competencia, con una complejidad creciente que conecta todos los ciclos de la educación básica». Señala además que estos estándares «se usan internacionalmente como guías relevantes para comunicar a los docentes los niveles de desempeño esperados a lo largo de los grados y ciclos escolares, y responden también a lo que se plantea en el Proyecto Educativo Nacional».
  • Plan de estudios. Considera, asimismo, que el Plan de Estudios «conecta las áreas curriculares con las competencias en los tres niveles», lo que «facilitará la planificación del trabajo de los docentes y su acompañamiento y monitoreo por parte de instancias externas a la institución educativa».
  • Modalidades educativas. Se valora el esfuerzo por integrar en una sola propuesta las tres modalidades de educación básica pues «se trata finalmente de un solo sistema», y concuerda con «la necesidad de contar con orientaciones adicionales». Señala, además, que el modelo de JEC «tiene un potencial alto y hacia allí se podría ir orientando tanto la educación secundaria como la primaria».
  • Orientaciones pedagógicas. Se afirma que las orientaciones «son coherentes con el enfoque por competencias, pues sugieren procesos pedagógicos con participación activa de los estudiantes, rescatando sus saberes y experiencias previas».
  • Política de evaluación. El CNE «opina favorablemente sobre el enfoque formativo de la propuesta», pues «este énfasis en la evaluación como una herramienta de aprendizaje resulta novedoso y prometedor, y está en concordancia con la propuesta de aprendizaje de competencias». Concuerda también con la necesidad de «complementar la propuesta de evaluación con guías para el desarrollo de capacidades evaluativas, algo muy descuidado en la formación docente inicial y en servicio».
  • Diversificación curricular. Se valora «la propuesta del currículo para fomentar la diversificación» y considera pertinente «que permitiendo la diversificación, la propuesta busca mantener la importancia de contar con un currículo nacional, donde se encuentran los elementos comunes que dan unidad al sistema educativo».
  • Implementación del currículo. Se valora que el Ministerio de Educación haya iniciado hace meses «consultas y planes para facilitar la implementación de una propuesta ambiciosa», que implica «un cambio radical respecto de la tradición que ha regido la educación peruana, que ha buscado trasmitir contenidos, no desarrollar competencias entre los estudiantes».

Contrariamente a quienes opinan que esta propuesta no ha sido consultada con nadie y que carece de consenso, el CNE admite que este currículo «es el resultado de varias consultas, algunas organizadas por el propio CNE, desde al menos el 2012» y destaca que «durante los últimos 4 años han sido muchos los estudios, documentos y consultas realizadas para la elaboración del currículo». Señalan asimismo que conocieron una versión preliminar de la propuesta general y enviaron opinión sobre ella. Más aún, «hemos constatado –afirman expresamente- que estas y otras opiniones han sido consideradas por el Ministerio de Educación para esta formulación».

Las recomendaciones

Ahora bien, la carta del Consejo Nacional de Educación plantea también algunas recomendaciones importantes que merecen ser consideradas. Quisiera reseñar varias de ellas e ir comentándolas al mismo tiempo en las líneas que siguen:

  • Las definiciones. Recomiendan delimitar con mayor claridad los límites entre conceptos clave como perfil, competencias, capacidades y desempeños. Personalmente, debo reconocer que este currículo ha hecho un esfuerzo notable por definir nociones que, siendo ejes del enfoque curricular, nunca estuvieron presentadas y explicadas en ninguna de las dos versiones anteriores del DCN: la del 2005 y su actualización del 2008. Lo que quedó flotando en el ambiente fue una definición tácita de competencia –heredada de las Estructuras Curriculares Básicas de años precedentes- como la simple suma de las partes (contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales), no como un resultado en sí mismo, que debía demostrarse integrando esos contenidos en la acción. Pese a que siempre es posible encontrar mejores palabras para definir sus conceptos clave, inevitablemente complejos por ser parte de un sistema teórico, ese enfoque fragmentado ha sido finalmente superado por esta propuesta curricular.
  • Los rasgos del perfil. El CNE alerta sobre la posibilidad de que se entiendan los once rasgos del perfil como una lista de resultados que deben lograrse de manera aislada. De acuerdo. El nuevo currículo ha mostrado la conexión de todos estos rasgos, que el Marco Curricular llamaba Aprendizajes Fundamentales, con las competencias de las áreas, algo que los recordados «propósitos al 2021» del DCN no hacían, por lo que quedaban como enunciados inoperativos. Pero no está claro cómo pueden aprenderse de manera integrada, siendo que en la vida real necesitamos echar mano de varios de ellos a la vez para afrontar toda clase de situaciones. Ahora bien, eso está en el terreno de la metodología y tiene que ver con la siguiente recomendación del Consejo, que suscribo.
  • Las orientaciones pedagógicas. El CNE recomienda incluir una orientación sobre el trabajo pedagógico por proyectos y para todas las modalidades. Concuerdo. En realidad, los Proyectos, como el Estudio de Casos o el Aprendizaje Basado en Problemas, son pedagogías ideales para el tipo de resultados que pide el currículo. Desarrollar competencias supone necesariamente un aprendizaje situado, inductivo, interactivo y crítico reflexivo, características que estas metodologías reúnen y organizan con éxito. Su naturaleza y la propia experiencia nos dicen, además, que permiten integrar competencias de diversas áreas para realizar las tareas que son parte del proceso. Esto resolvería la preocupación por un aprendizaje aislado de las competencias a lo largo de la escolaridad, algo característico a la antigua lógica disciplinar del currículo. Una ampliación y profundización de estas orientaciones pedagógicas en esta perspectiva, deberían formar parte de una nueva edición de las Rutas de Aprendizaje.
  • Sobre los estándares y las evidencias de respaldo. Dice el CNE que hay estándares que no cuentan con la evidencia empírica necesaria, de acuerdo con la metodología que se empleó en SINEACE para construirlos inicialmente. Recomienda por tanto desarrollar un sistema de validación que permita regular el nivel de exigencia que se plantea para su progresión entre ciclo y ciclo. En efecto, no todos los estándares han podido cumplir con la fase de validación por una razón: no hay en todos los casos evidencias de investigación suficientes porque no se han hecho, a nivel nacional o internacional, estudios en la misma medida que han merecido, por ejemplo, las competencias de comunicación, matemática y ciencias. Luego, el camino que queda es darles respaldo y consistencia a nivel teórico. Es el caso, por ejemplo, de las llamadas «habilidades blandas» o socioemocionales que están en el área Personal Social. Una vía de solución, sin embargo, está en la siguiente recomendación que hace el Consejo y que me parece fundamental.
  • Sobre la implementación del currículo. El CNE recomienda que la «validación» del currículo (los estándares incluidos) no debiera consistir «en un solo momento, sino convertirse en un programa de monitoreo constante de la implementación del currículo, que permita afinarlo y desarrollar políticas complementarias». Es decir, un sistema «que permita mejorar constantemente el uso pedagógico del currículo para desarrollar las competencias esperadas». Muy importante. No ha habido política curricular alguna en el pasado que haya contado con un mecanismo de esta naturaleza, por el simple hecho de haberse manejado siempre con un enfoque normativo. Como era una norma nacional, se asumía que a los docentes no les quedaba otra opción que cumplir la norma curricular. Sin embargo, contar con un mecanismo que retroalimente permanentemente a los formuladores de los aciertos y errores en el uso cotidiano que hacen los docente de esta herramienta, abre la posibilidad a colocar el currículo no un congelador por varios años sino en un ciclo de mejora continua. Esto es bastante más viable y conveniente que realizar una experiencia piloto, como sugieren algunos, algo que no se le demanda a ningún currículo en el mundo conocido y que jamás ha resultado productivo hacer desde el Estado, en razón de la rigidez del ciclo presupuestal y administrativo.
  • Sobre la evaluación. El CNE sugiere que se explique con mayor claridad la función que cumplen los estándares y el uso que debe darle el docente en el aula, despejando la idea errónea de que se trata de estandarizar los procesos pedagógicos. Propone, además, que se incluya en las estrategias de evaluación a la autoevaluación, la evaluación de grupos y entre pares, así como la evaluación de estudiantes a sus docentes. Recomienda también considerar la posibilidad de eliminar la repetición entre grados o ciclos; de no ser así, señala la necesidad de especificar mejor los criterios para calificar o repetir de grado. En cuanto al SIAGIE, propone que el registro se haga por competencias y no por áreas, para guardar la coherencia con el enfoque. Todas estas recomendaciones las considero muy pertinentes y en razón de su magnitud debieran dar lugar a una norma técnica especial, que desarrolle y amplíe los lineamientos incluidos en el documento curricular. Destaco la trascendencia de una decisión como la eliminación de la repetición, por lo menos al interior de los ciclos, que a pesar de estar respaldada por abundante evidencia de investigación encontraría enormes resistencias en diversos sectores, donde prevalece la cultura del mérito individual y no se piensa espontáneamente en las fallas del sistema sino en el esfuerzo personal para explicar el fracaso escolar. Naturalmente, de adoptarse una medida así, suscribo la recomendación del CNE de hacerlo de manera gradual y apoyada en dispositivos de reforzamiento a estudiantes rezagados, como los que ofrece actualmente la estrategia de Soporte Pedagógico.
  • Sobre el papel de los docente. El Consejo también propone alinear los programas de formación docente, los de materiales educativos y las evaluaciones nacionales, con la nueva propuesta curricular. Al mismo tiempo, recomienda indicar que el currículo es solo un documento orientador y de referencia, pero dejar la posibilidad de que los docentes de cada escuela experimenten nuevas metodologías. Concuerdo con lo primero, tanto la formación como el conjunto de estrategias e instrumentos producidos por el sector debería apuntar coherentemente al logro de las competencias que demanda el currículo.

Discrepo, sin embargo, de lo segundo. Me parece estupendo que los docentes y las instituciones educativas en general puedan experimentar fórmulas pedagógicas innovadoras, algo que debe incentivarse con mucho énfasis, pero siempre que estén dirigidas a hacer posible un aprendizaje más efectivo de las competencias curriculares. La libertad para innovar los medios (la pedagogía) no pasa por la relativización de los fines (las competencias). Dice Juan Carlos Tedesco que «países con buenos resultados educativos en las pruebas internacionales combinan un marco curricular referido a lo que se debe aprender, con autonomía a nivel del centro educativo en lo que refiere a cómo lograrlo»[1]. Ese es, en efecto, el lugar preciso de la autonomía. Por lo demás, en un contexto donde es tan grande la brecha entre lo que el currículo pide y lo que el profesor en verdad enseña, poner entre paréntesis las demandas del currículo sería legitimar no la innovación sino el regreso a una enseñanza de contenidos o el refuerzo de su continuidad.

Como hemos visto hasta aquí, el Consejo Nacional de Educación no dice que las observaciones alcanzadas desautoricen la propuesta ni sean motivo para no aprobarla. Tampoco propone dejar el currículo en suspenso para que lo apruebe o no el próximo gobierno, sino que se exponga y explique esta reforma a sus representantes, para que tenga vigencia en el largo plazo como política de Estado. Tampoco propone que se siga consultando hasta el infinito o que se haga un piloto y se apruebe recién después de un par de años, ni que sea ilegal promulgarlo por resolución ministerial, sino más bien que se implemente y que cualquier modificación en adelante sea producto de las evidencias aportadas por un monitoreo continuo de su aplicación.

Que lo mejor es enemigo de lo bueno es una frase que el recordado Jesús Herrero solía repetir cuando las exigencias a una determinada decisión, importante y necesaria, no terminaban de escalar en número, amplitud y profundidad. Es lo que les habría dicho ahora a quienes insisten en encontrarle defectos para descalificarla en su integridad, algunos por convicciones que respeto y a las que tienen derecho, otros por evidente mala fe, desinformando y sembrando insidias sobre la integridad moral e intelectual de sus formuladores. Si la misma agudeza de la crítica la dirigiéramos no a este currículo naciente, que según el CNE «es un avance respecto de lo que contenía el Diseño Curricular Nacional», sino al DCN versión 2005 y 2008, quedaría bastante claro que en materia curricular no tenemos dónde regresar.

Estuve desde el inicio en el proceso de reforma que formuló las primeras propuestas de Marco Curricular entre el 2012 y el 2014. Los colegas que continuaron después ese proceso cambiaron algunas decisiones iniciales. No estoy de acuerdo con algunos de esos cambios, pero no puedo decir que las variaciones sean absurdas ni irrazonables y tampoco puedo dejar de reconocer que el núcleo principal de la propuesta inicial se ha conservado e incluso desarrollado en varios aspectos importantes, como la evaluación.

Una de las conclusiones del II Reunión Intergubernamental del PRELAC, efectuada el 2006, nada menos que hace una década, señalaba la necesidad de insistir en el carácter dinámico de los diseños curriculares y en la importancia de retroalimentarlo continuamente con el desarrollo curricular en las escuelas. «Para lograrlo, las instituciones educativas tienen que dotarse de instrumentos adecuados para esta retroalimentación y no esperar las grandes reformas… Todas las propuestas deben incluir un mecanismo de actualización, como parte de un proceso sistemático y normalizado. Es momento de instalarlo como una cuestión rutinaria en el diseño y desarrollo curricular, considerando que las actualizaciones estén en sintonía con los docentes»[2]. Nunca mejor dicho. Ese es el desafío que toca ahora afrontar y esos los mecanismos que necesitamos construir e institucionalizar.

Lima, 12 de junio de 2016

Notas

[1] Juan Carlos Tedesco, Renato Opertti y Massimo Amadio (2013), Porqué importa hoy el debate curricular. IBE Working Papers on Curriculum Issues Nº 10, Ginebra, Suiza, UNESCO Oficina Internacional de Educación.
[2] César Coll y Elena Martín (2006) Currículo a debate: conclusiones de la II Reunión Intergubernamental del PRELAC (13 de mayo de 2006), en: Revista PRELAC / No 3, publicado por la Oficina Regional de Educación de la UNESCO para América Latina y el Caribe OREALC/UNESCO Santiago.

Luis Guerrero Ortiz
Docente, graduado en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), con estudios completos de maestría en Política Educativa en la Universidad Alberto Hurtado de Chile, y posgrados en Terapia Familiar Sistémica (IFASIL), Periodismo Narrativo y Escritura Creativa (Escuela de Periodismo Portátil de Buenos Aires). Ha sido profesor principal en el Instituto para la Calidad de la PUCP y consultor de UNESCO en políticas de formación docente. Socio fundador de ENACCION y de Foro Educativo. Ha sido consultor de GRADE (Proyecto FORGE) y asesor pedagógico en el Ministerio de Educación (Despacho del Ministro) entre el 2001-2002 y el 2010-2013. Ha sido asesor en la Oficina de Educación de UNICEF y el Consejo Nacional de Educación; profesor principal de la Escuela de Directores y Gestión Educativa de IPAE; ha sido docente de posgrado en la Universidad Católica y en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Es miembro del Consejo Consultivo de Enseña Perú. Escribe ficción en su blog El río de Parménides.