El desafío de Chile: la calidad y el costo de su educación

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Federico Grünewald | Para LA NACIÓN

Ninguno de los gobiernos de los últimos 30 años logró resolver el problema que, la semana pasada, volvió a movilizar a miles de estudiantes

SANTIAGO, Chile.- El sitio de Internet del gobierno de Michelle Bachelet para la reforma educativa -su mayor medida transformadora- está encabezado así: “Para 2018, el 93% de los estudiantes de Chile estudiará en colegios gratuitos”. Al dejar esta semana su cargo como ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo aseguró que en 2017 habrá gratuidad real en la educación superior.

Cualquiera diría entonces que, en un par de años, Chile tendrá resuelta la mitad de un problema que ningún gobernante ha podido solucionar en tres décadas: bajar a cero el disparatado costo que se paga por estudiar. La otra mitad es mejorar la calidad de la educación.

Esta semana, antes del nuevo despertar del movimiento social por la educación y de la muerte de dos estudiantes que marchaban en Valparaíso, se entregaron los resultados del último Simce, que mide la calidad de la enseñanza en Chile.

Si bien todas las personas consultadas dijeron que la prueba demuestra un crecimiento por sobre América latina en los últimos diez años, todos también admitieron que, en 2014, hubo una baja preocupante en Lenguaje -de 250 a 240 puntos en Sexto Básico-, mientras que Matemáticas se mantuvo.

Los números revelan un estancamiento y casi el 40% de los niños tiene nivel insuficiente, porcentaje demasiado alto para Carlos Henríquez, director ejecutivo de la Agencia de la Calidad de la Educación, que aplica el Simce. “Los resultados se explican fuertemente por el contexto socioeconómico, es muy relevante el tema de la inequidad”, apunta. Y agrega: “Es preocupante esa estabilidad en los resultados, indica que no podemos seguir haciendo lo mismo en términos de política pública. Hay que sofisticar el apoyo a los colegios y aumentar las capacidades de nuestros profesores”.

Es justamente la Nueva Política Nacional Docente la que tiene separadas las posiciones entre gobierno y Colegio de Profesores en la reforma. El presidente del magisterio, Jaime Gajardo, resume así la pugna: “Dialogamos con el ministerio de Educación, tratamos de llegar a un acuerdo, pero no fue posible. El gobierno ha enviado un proyecto al Parlamento que está bastante distante a lo que estamos planteando. Más del 90% de los profesores lo rechazó en consulta nacional. Hay una no sintonía clara”.

Gajardo añade que es falso que los maestros se resistan a ser evaluados y que, por eso, rechazan los cambios. ¿Entonces? “La carrera docente que propone el ministerio está basada en la desconfianza y competitividad de los docentes, dejando de lado el trabajo colaborativo, y pretende someterlos permanentemente a la prueba de la blancura”, asegura.

El año 2013 el mismo Simce midió por primera vez índices de lectura en chicos de Segundo Básico. Uno de cada cuatro no comprendió un texto para su edad. El mismo año, un estudio de la Universidad de Chile arrojó que el 44% de los chilenos no entiende lo que lee.

Dato curioso: hay 17 millones de chilenos y 24 millones de teléfonos celulares, pero tanto Henríquez como Gajardo opinan que la tecnología no está al servicio del aprendizaje y es una tarea pendiente. El lenguaje del chat, con abreviaturas y emoticones, desterró las reglas ortográficas y de redacción en varias generaciones, mientras que la Unesco afirma que Chile, pese a ser el segundo país donde más se lee en América latina (51%), apenas el 7% lee en forma voluntaria. La fundación Educación 2020 calculó que, bajo las actuales condiciones, las carencias educativas podrían proyectarse hasta el año 2040 y más.

El movimiento social se impacienta cada cinco años en promedio: la revolución “pingüina” de 2006, las marchas universitarias de 2011 y la movilización que acaba de resurgir. Gajardo, sin embargo, cree que sólo se logran “medidas parche” -no cuenta el fin al lucro, la selección y el copago-. El resto marcha lento.

José Manuel Edwards, diputado del derechista Renovación Nacional (RN), critica que “los pasos que ha seguido el gobierno [en la reforma] son pasos ideológicos para favorecer la educación dirigida desde el Estado” y que la reforma debió partir al revés, por la calidad.

En la educación superior, la crisis es distinta, aunque tiene el mismo origen. Lo explica Ennio Vivaldi, rector de la Universidad de Chile y presidente del Consorcio de Universidades del Estado. Antes, hay que entender que una carrera como Ingeniería Comercial cuesta más de 5000 dólares anuales y que Odontología supera los 8500.

“Este sistema permitió una transferencia increíble de recursos públicos al sector privado y llevó a una gran cantidad de personas al endeudamiento. El sistema no ha funcionado bien, está basado en una concepción ultraneoliberal que presume cosas que jamás han sido puestas en duda (…) Hay una necesidad de refundar un sistema de educación superior mixto”, comenta Vivaldi.

RECLAMOS POR UNA MEJOR EDUCACIÓN

  • Marchas en 2011. El movimiento estudiantil chileno cobró fuerza en 2011 con las masivas protestas callejeras contra la política educativa del gobierno conservador de Sebastián Piñera. Pese a su capacidad de movilización social, sus demandas no fueron tenidas en cuenta por el Palacio de La Moneda
  • Demanda estudiantil. Las primeras movilizaciones de 2011 fueron convocadas por la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech). Los principales líderes del movimiento, como Camilo Vallejo y Giorgio Jackson, son hoy diputados en el Parlamento chileno
  • Reforma. La presidenta Michelle Bachelet impulsa, en este mandato, una reforma para lograr la progresiva gratuidad de la educación, pero los líderes estudiantiles y los docentes reclaman una mayor participación en la elaboración de la norma durante su trámite parlamentario.

Fuente: Diario La Nación / Argentina, 17 de mayo de 2015