Fernando Llanos Masciotti | EDUCACCIÓN
La Evaluación Censal de Estudiantes (ECE) es una prueba nacional que tuvo sus inicios en 2007. Legiones de 50,000 aplicadores externos invaden las escuelas de todo el país por algunos días entre octubre y noviembre de todos los años. “Hola niños y niñas. Mi nombre es Guadalupe C. y estaré dos días con ustedes. Hoy van a resolver un cuadernillo y mañana otro…”. Son aproximadamente un millón de estudiantes que rinden la ECE en todo el país.
Once años después, bajo el auspicio de Enacción, Forge y Tarea, Eduardo León ha publicado un libro sobre la ECE. O, mejor dicho, sobre el fenómeno ECE, al que lo define como “…el proceso sociopolítico educativo configurado por un conjunto de políticas y prácticas en los diferentes niveles del sistema educativo que tienen precisamente a la ECE como su referente central. Estas son fundamentalmente políticas y prácticas vinculadas al aprendizaje, la enseñanza, el currículo, la evaluación, los estímulos docentes y la gestión institucional que se definen y reordenan, alineados, en una sola meta: mejorar los resultados de la ECE”.
El libro se llama: “El fenómeno ECE y sus efectos en las prácticas docentes” (2018). Consta de dos partes. La primera trata sobre el colapso educativo y el fenómeno ECE; la segunda, sobre las prácticas docentes en tiempos de la ECE.
En la primera parte, León cuestiona el sobredimensionamiento del fenómeno ECE y analiza sus efectos a lo largo de 88 páginas. Esta parte articula ciertamente con el título del libro. Sin embargo, a lo largo de las 340 páginas restantes de la segunda parte, no queda esa impresión. Más bien dan cuenta que la ECE no es el único factor que influye en las prácticas docentes, sino además las Sesiones de aprendizaje, los acompañamientos pedagógicos, los cuadernos de trabajo, las Rutas de aprendizaje y la formación inicial del docente. En esa lógica, también el título sobredimensiona la ECE. Paradójico.
La ECE, explica el autor, ha encendido los reflectores sobre la meritocracia, el prestigio institucional, la profesionalidad docente, la calidad educativa, los logros de aprendizaje, la rendición de cuentas, los estándares de aprendizaje, etc. El docente ya no atribuye los bajos resultados de la ECE exclusivamente a la desnutrición, pobreza o infraestructura de la escuela, sino que ha redescubierto su rol como responsable del aprendizaje de sus estudiantes y se ha dado cuenta de que los estudiantes pueden tener buenos resultados. Percibe que su rol es factor fundamental. La ECE ha sido el detonante. León habla de la chispa. El incendio viene después.
Sin embargo, no todo deslumbra. El autor también señala que estas percepciones docentes no los ha llevado a analizar con profundidad sus acciones en el aula o, incluso, muchas veces los docentes han malinterpretado las metas educativas, lo que ha generado que las prácticas docentes se orienten al adiestramiento indiscriminado en pruebas y tareas con formato ECE. Este es uno de los efectos negativos más indeseables del uso de la ECE, que proviene de otro efecto más perverso todavía: premiar a las escuelas que logran las mejores cifras con el Bono Escuela.
Lo más interesante del libro, sin embargo, no es el análisis del fenómeno ECE. Mejor dicho, lo es en la primera parte, indudablemente, pero es la segunda parte la que ofrece lo mejor de León: el análisis reflexivo sobre las prácticas docentes, sobre cómo estas se articulan, contradicen, relacionan, débil o fuertemente, con los acompañamientos pedagógicos, las sesiones de aprendizaje, las rutas del aprendizaje, la ECE y los cuadernos de trabajo. León desmenuza todas estas relaciones bajo el paraguas de cuatro procesos en las prácticas pedagógicas:
- El proceso de desarrollo (del sujeto educado)
- El proceso de aprendizaje
- El proceso de enseñanza
- Los procesos contextuales de naturaleza sociocultural
Al parecer, las prácticas docentes están más orientadas al proceso de enseñanza que a los demás procesos. Hay información valiosa y específica de cómo influyen perniciosamente no solo la ECE sino también las Sesiones de aprendizaje y los Acompañamientos en las prácticas docentes en el aula.
Desde nuestra perspectiva, el análisis vivencial de las prácticas docentes que se hace en la segunda parte, debió ser quizás otro libro. El núcleo de esta parte es el análisis de las prácticas pedagógicas a la luz de seis competencias del Marco del Buen Desempeño: 1) conocimiento disciplinar, enfoques pedagógicos y características de los estudiantes, 2) la planificación educativa, 3) el clima para el aprendizaje, 4) la conducción del proceso de enseñanza, 5) la evaluación y 6) la reflexión sobre su práctica y experiencia institucional.
León señala que el fenómeno ECE ha influido sobre todo en la enseñanza, pero lamentablemente no en los procesos de aprendizaje. Asimismo menciona que el uso de la ECE se ha distorsionado por el mismo Minedu, DRE, UGEL y maestros al concentrarse en desarrollar en los estudiantes las capacidades evaluadas y en elevar las cifras de los resultados. León resalta que se aplican desmesuradamente pruebas con formato ECE – los kit de evaluación de Minedu, pruebas regionales, simulacros evaluativos y pruebas de la misma IE, lo que puede llevar a que los estudiantes tengan buenos resultados en la ECE. Sin embargo, este nivel de automatización no les permite ni a docentes ni a estudiantes alcanzar su real potencial más allá de la ECE. Por otra parte, si bien antes de la ECE, la evaluación no era prioritaria en las aulas, ahora se ha convertido en principal referente de la enseñanza, pero ha acabado siendo una imitación superficial de las evaluaciones estandarizadas, como si estas fueran referentes exclusivos para la evaluación en aula.
No obstante, respecto a la dimensión de clima escolar, el autor manifiesta que es difícil determinar si el fenómeno de la ECE tiene alguna influencia. “Lo cierto es que varias profesoras tienen determinadas características de personalidad que les son propias, con o sin fenómeno ECE”.
Sin embargo, en esta segunda parte, no todo es la ECE. Y eso es lo enriquecedor. Se analiza, como anticipábamos, las prácticas pedagógicas relacionadas con las Rutas de Aprendizaje, las Sesiones de aprendizaje, los Acompañamientos Pedagógicos y los libros de texto.
Con respecto a las Rutas de Aprendizaje, el autor señala que estas fueron una de las iniciativas de la gestión de la ministra Patricia Salas en el año 2013 para impulsar un enfoque más pedagógico y menos centrado en la ECE. Según León, es un material que apunta a mejorar las prácticas docentes, es un material propiamente formativo; de alguna manera, se propone trabajar algunos aspectos de los procesos de aprendizaje y de desarrollo infantil, sobre todo, en el área de Comunicación. De hecho, las Rutas ofrecían un conjunto menor de contenidos que era considerado razonable y viable para el trabajo en el aula desde un enfoque por competencias. Así, se pretendió ampliar el horizonte formativo de los estudiantes que se estaba reduciendo solamente a las capacidades evaluadas a la ECE. Sin embargo, añade León, los profesores tenían serias dificultades en entender este material.
En relación a las Sesiones, estas pretendieron complementar las Rutas pero terminaron reemplazándolas. Hay menos que leer y fue fácil ampararse en las primeras. León manifiesta que las Sesiones son un tipo de unidad didáctica que combina las unidades de aprendizaje convencionales con algo de proyectos de aprendizaje. Sin embargo, refuerzan la centralidad en el docente y no en los aprendizajes de los niños. Se presenta una “pseudoparticipación (de los estudiantes) que aparentemente les da un espacio de iniciativa, pero que finalmente deja en manos del docente todas las decisiones, todos los caminos y todas las conclusiones”. Por otro lado, las Sesiones dan cuenta de una visión homogeneizadora del profesorado al ofrecerles unas pautas que solo deben aplicar y operar en el aula mecánicamente, de forma uniforme y sin que los docentes puedan atribuirle un sentido desde su posición y de acuerdo a los intereses y necesidades de los estudiantes. Las Sesiones se vende como un recurso práctico, inmediato, cortoplacista. No obstante, hay aspectos positivos, según el autor: se ha ampliado el conjunto de capacidades a desarrollarse en la escuela y se ha llamado la atención en los procesos más que en los resultados de la ECE.
En fin, léanlo. Es un estudio interesante, altamente comprometido, escrito por un investigador, pero ante todo, por un docente crítico e investigador. No está escrito desde la orilla: tiene fe en sus colegas, se moja. Eduardo se siente uno de ellos y ellas. Desde allí, sus 423 páginas. No lo notarás denso. Las declaraciones de las profesoras ilustran muchas cosas.
En todo caso, ello me ha motivado algunas reflexiones personales, que pueden leerse aquí.
Lima, 30 de marzo de 2019