El imperativo de mirar dentro del aula

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EDITORIAL

Como sabemos, el año pasado la Unidad de Medición de la Calidad (UMC) evaluó virtualmente a los estudiantes de primaria y secundaria en confinamiento. Hace algunas semanas se dieron a conocer los resultados de este estudio (EVA 2021) y, aunque no son representativos de toda la población escolar, no dejan de ser significativos si tenemos en cuenta que la población evaluada fue la que contaba con dispositivos electrónicos (computadoras, celulares) y tenían acceso a Internet.

La UMC ha informado que, en comprensión lectora, el rendimiento promedio de los estudiantes de 2°grado de secundaria disminuyó 16 puntos entre 2019 y 2021; y en matemática disminuyó en 13 puntos. Si esa ha sido la merma entre los conectado, saquemos cuentas del impacto entre los no conectados.

Ahora bien, sabíamos que la pandemia iba a afectar los aprendizajes. Ya tenemos una estimación más clara de cuánto, al menos en dos áreas. Pero sería interesante preguntarnos también por las causas, pues de otro modo las soluciones van a terminar siendo hacer más de lo mismo. Lo común es atribuir el hecho a la no presencialidad y a las dificultades de conexión de los estudiantes, pero el estudio aporta otros datos que nos deben hacer reflexionar y ayudarnos a enfocar mejor las medidas.

Por ejemplo, el informe de la UMC revela que en el grupo de estudiantes de 4° grado de primaria que recibieron Tablets, solo un tercio de ellos lograron los aprendizajes esperados en matemática y en lectura. Una lectura superficial del hecho dirá que, por lo tanto, las Tablets no sirven. Pero en la encuesta, 9 de cada 10 docentes admite que no saben utilizar los recursos virtuales para hacer evaluación formativa; que no manejan los aplicativos educativos que contienes las Tablets y que son no solo muy variados sino también muy útiles; que tampoco saben cómo emplearlas para diseñar experiencias de aprendizaje; y 6 de cada 10 dicen que no saben encenderla, configurarla, actualizarla, descargar contenido, etc.

Más del 80% de los encuestados justifican su no utilización o su subutilización por problemas de conectividad. Lo curioso es que estos dispositivos contienen suficientes recursos como para ser utilizados óptimamente sin necesidad de Internet.

El estudio también revela, en el caso de los docentes de primaria de escuelas rurales, una errónea comprensión de la retroalimentación, una estrategia que, bien empleada, es altamente efectiva para mejorar aprendizajes. Los docentes encuestados la asocian al repaso de clases anteriores o a la comprobación de que entendieron una lectura. La estrategia nacional de reforzamiento escolar propone dedicar horas adicionales al desarrollo de las competencias lectoras y matemáticas, dentro y fuera del horario escolar. Pero si no apoyamos a los docentes para que mejoren sus prácticas y despejen sus confusiones, ¿qué esperamos que ocurra con esos talleres de refuerzo?

La preocupación se hace mayor cuando pensamos en el otro grupo, es decir, en los estudiantes que se desconectaron por completo de la escuela. Hay también una estrategia nacional para reinsertarlos al sistema. El hecho es que ninguno de los factores de riesgo de interrupción de estudios identificados hasta ahora, alude a las debilidades pedagógicas de las instituciones educativas para acogerlos y atenderlos en función a sus distintas necesidades de aprendizaje. Pareciera que todas las causas están afuera y que a las escuelas solo les toca convencer a las familias para que apoyen a sus hijos y derivar a éstos últimos al tutor.

Ahora bien, no todo se juega en las escuelas. Muchos docentes informan que el SIAGIE los obliga a reportar notas de las 29 competencias del currículo cada trimestre, un completo despropósito que induce a los maestros a un trabajo completamente superficial. Las normas lo desmienten, pero esta creencia parece haberse generalizado, como también lo ha hecho la costumbre de entregar a los docentes sesiones ya hechas, una medida que se justificó en los primeros meses de la emergencia el 2020, pero que ahora no tiene justificación alguna y que solo sirve para desprofesionalizar al maestro.

Una vez más, necesitamos que el aula deje de ser vista como una caja negra inexpugnable y enfoquemos los reflectores a lo que está pasando realmente a su interior. Es allí donde se juega finalmente la efectividad o la inutilidad de todas las medidas adoptadas para revertir la crisis.

Lima, 18 de agosto de 2022
Comité Editorial