Luis Guerrero Ortiz | EDUCACCIÓN
Veía la muerte y el ensoberbecido desprecio por las reglas que todos los hombres habían consentido acatar, el auténtico asombro de la libertad
Juan Carlo Onetti | El infierno tan temido
Dicen los cronistas que, hace 600 años, en territorio Azteca, los soldados de Hernán Cortés, camino a Tenochtitlan, entraron en los templos de los totonacos y destruyeron las efigies de sus dioses por considerarlas figuras diabólicas. Cortés les pidió, además, a los sacerdotes, que quemasen sus restos y levantaran allí una imagen de la Virgen María y construyeran un altar, para después catequizar y bautizar a los indígenas en una religión que les era ajena.
Es por todos conocido que el sistema de creencias de todo un pueblo fue considerado una abominación por los conquistadores, por el solo hecho de diferir de sus propias creencias. Recordemos que en los siglos IV y V d.C., en nombre del Evangelio, los cristianos no solo destruían sinagogas y santuarios de moros, sino también torturaban y quemaban herejes. Matar en nombre de Dios no era un crimen y torturar a un hereje se consideraba beneficioso, si por ese medio se lograba su conversión.
Seis siglos después, ni el dogmatismo ni el fanatismo que llevaron a los antiguos cruzados y conquistadores a penalizar ideas contrarias e imponer las propias por la fuerza, ha desaparecido. Ya no visten armadura, no usan sables ni montan a caballo, pero los mueve la misma furia contra ideas que juzgan aberrantes solo por ser ajenas a su credo. Ya no son los soldados del rey, ahora habitan la corte y en sus tablas de la ley pueden leerse otras verdades que creen inapelables:
- Cuestionar a la autoridad es subvertir el orden
- Quien protesta en las calles es terrorista
- Quien informa sobre las protestas incita a la violencia
- Quien convoca a un mitin incita a la violencia
- Los defensores de los derechos humanos protegen a terroristas
- La policía jamás usa la fuerza a menos que la provoquen
- El ambientalismo es una ideología fanática
- No existen las diferencias de género
- No existe la discriminación
- No existen los crímenes de odio
- La educación sexual solo se ofrece en casa
- Las mujeres provocan las violaciones con su conducta
Esto significa que les esperaría la hoguera o el martirio a todo aquel que se atreva a desmentir o contradecir cualquiera de estos axiomas. Naturalmente, ya no hay mazmorras, cepos ni guillotinas, pero el «hereje» hoy en día puede ser despedido, difamado, detenido, acusado a la fiscalía o secuestrado y también torturado por agentes sin uniforme. La violencia indiscriminada con la que han pretendido silenciar recientemente la protesta social es solo una muestra. Estos sectores ya hicieron eso hace más de cuarenta años en varios países de América Latina agazapados detrás de militares golpistas. Los militares cayeron después a un altísimo costo de vidas, pero estos grupos continuaron activos y con poder, conservando intacta su intolerancia. Y esa clase de militares, que ahora visten de civil, también los hemos tenido en el Perú.
En manos de este sector han estado las decisiones de gobierno en el Perú, incluidas por supuesto las que competen a la educación nacional, la semana del 9 al 15 de noviembre, hasta que la indignación nacional los sacó de Palacio. Hay un sistema jurídico que respalda las políticas educativas vigentes, diseñadas a lo largo de dos décadas a costa de un esfuerzo inmenso. ¿Pueden desmontarse? Ni bien accedieron al poder, empezó a circular un proyecto de ley que planteaba derogarlas todas. Y esto era solo el principio.
La vacancia de Martín Vizcarra, con el pretexto de una moralidad que sus promotores no pueden exhibir, abrió las puertas del infierno. De un infierno, además, cuyas llamas no se apagarían en ocho meses. Si los peruanos no lo impedíamos siguiendo el ejemplo que nos han venido dando los jóvenes, no solo en esta crisis, en los próximos meses el país habría entrado por la fuerza a un túnel del tiempo para retroceder a un oscuro medioevo disfrazado de modernidad. En esas fachas monárquicas, con cruzados armados de centinelas, celebraríamos irónicamente doscientos años de vida republicana. Una vergüenza.
La historia nos ha venido dando duras lecciones de educación cívica a través de sucesivas crisis políticas de graves proporciones en el último medio siglo. La que vivimos en el 2017 con la caída de PPK fue tan grave, que parecía ser la que marcaría un punto de quiebre. Por entonces, las alertas y mensajes a la educación fueron clarísimos. Pero no aprendimos y seguimos insistiendo, neciamente, en que nada era más importante y decisorio que enseñar a leer y a sumar. Ahora sobrevino una crisis peor.
¿Qué esperamos que ocurra con el país para entender que si no convertimos nuestras instituciones educativas en escuelas de ciudadanía vamos a seguir condenados, como en el mito de Prometeo encadenado, a morir, renacer y volvernos a morir como sociedad una y otra vez hasta el infinito? Confío en que después de esta nueva crisis política abramos por fin los ojos. Confío en que sabremos y podremos recuperar la democracia. Pero no olvidemos, como decía Aristóteles, que la esperanza es el sueño del hombre despierto.
Lima, 16 de noviembre de 2020