Ricardo Falla | RPP
Una mujer finge un embarazo por cerca de un año a fin de engañar hasta los insospechado a su entorno más cercano y, de paso, a un país. Un grupo de jóvenes lleva a cabo una estafa descomunal, timando a miles de personas, a fin de comprarse ropa, zapatos y tomarse unos tragos. En ambos casos, la banalidad es el mal. Veamos por qué. Habitualmente asociamos al mal a conductas que se vinculan a la crueldad, a la ausencia de compasión y, en caso, extremo a la traición. De ahí que las acciones crueles, inmisericordes y traicioneras, suelen ser sancionadas y juzgadas una vez que las descubrimos por sus efectos perversos sobre grupos, personas y, en general, sobre toda forma de vida… Leer más