Amilcar Olivares / Gatopardo
Vivimos en una era donde la información se da por doquier. No una época donde la información por sí misma sea poder, sino una donde lo importante es saber filtrarla e interpretarla. La información parece inofensiva porque se presenta en todo tipo de tamaños, colores y olores seductores. Estábamos acostumbrados a creerla, no a tener que contrastarla.
Ahora abundan las listas de “10 cosas que no sabías acerca de la famosa en turno”, irresistibles pero muchas veces insustanciales. También las noticias que solo replican lo que dice la agencia que dijo el político que dijo el informe que dijeron los encuestados según un cuestionario de dudosa procedencia. A veces nos enfrentamos con reportes parciales, sesgados, prejuiciados, a los que a veces solo le damos crédito porque “lo puso un amigo en Facebook” o “tenía muchos likes”. Consumir información de manera responsable puede ser más difícil de lo que parece.
Los lectores poco experimentados podrían leer información inútil creyéndola útil, dejarse desinformar intentando informarse o simplemente podrían no darse cuenta de lo que está pasando. El periodismo ya no solo es la actividad de producir información, sino cada vez más la de filtrarla, ordenarla, jerarquizarla.
Crónica del periodismo
Por eso más que nunca necesitamos una capa superior de periodismo. Periodismo sobre el periodismo. Cronicar a los cronistas. Contar cómo se cuenta la realidad. En la era en la que todos tienen voz, necesitamos más filtros de ruido y menos megáfonos. Interpretación y no sólo información. Narrar más que citar.
En su famoso ensayo El narrador, Walter Benjamin se pone funesto cuando alude al fin de la narración ante el imperio de la información. Él escribe pensando en el diario reporteril de la información objetiva como una forma de reemplazar el conocimiento por una mera relación de la información. Si tomamos un diario contemporáneo cualquiera y leemos un texto al azar, podremos darnos cuenta de que la cosa no ha cambiado mucho. Más bien se ha puesto peor. Frases como “Con información de agencias” o “Foto tomada de Twitter” solo hacen evidente que los periódicos creados para informar, ahora solo son megáfonos para el ruido.
Por suerte creo que hay un antídoto para la intoxicación informativa: Volver a narrar. Narrar como en la raíz griega “Gnarus”, emparentada con la “Gnosis” del conocimiento, la cognición y la novela. Narrar como una forma de conocer el mundo, transmitir conocimientos y novelar la realidad. Narrar como filtro, contexto e interpretación.
De ahí que géneros como la crónica y el reportaje sean tan importantes para nuestros tiempos. El periodismo narrativo tal vez no es la panacea, pero sin duda nos puede ayudar a comprender el mundo tan vertiginoso en el que estamos. Por suerte para los iberoamericanos, la lengua española tiene una larga tradición de narrativa de no-ficción. Desde la invención de América (Reyes dixit) a través de la crónica de Indias, pasando por la invención de la crónica latinoamericana (Rotker dixit) hasta llegar a lo que muchos le han llamado “el boom de la crónica”.
Ni siquiera estamos solos. El new journalism norteamericano y los textos de la premio Nobel Svetlana Alexiévichcomprueban que nuestros tiempos requieren narraciones periodísticas. Tal vez si Benjamin pudiera leer Los suicidas del fin del mundo o Voces de Chernóbil recuperaría un poco la fe en la narración.
Bienvenida
Todo esto para decir que Crónicas de periodismo será un blog dedicado justamente a narrar lo que pasa en el mundo de la información. Es todo un gusto y un honor hacerlo justamente para Gatopardo, una de las revistas más comprometidas con el periodismo narrativo y donde han pasado las plumas de maestros de la crónica como Leila Guerriero, Alberto Salcedo Ramos, Alejandro Almazán y un largo etcétera.
Por mi parte puedo presentarme como escritor y periodista. He sido editor de la Revista Mexicana de Comunicacióndurante el último lustro y he colaborado para distintos proyectos periodísticos como la Fundación Manuel Buendía, laRed Iberoamericana de Periodismo Cultural de la FNPI, El Toque de Radio Nederland y El Viajero de El País. También me he desarrollado como profesor de medios, periodismo y literatura en instituciones como el Tecnológico de Monterrey o el Instituto Mora.
Soy licenciado en periodismo y actualmente elaboro mi tesis de maestría sobre la crónica latinoamericana acerca de las desapariciones políticas. El año pasado puse en marcha el sitio LiteraturaDigital.Mx que pretende ser un sitio de análisis y creación literaria sobre los textos pensados desde la escritura digital. En suma, me la paso transitando entre el periodismo, la literatura y las nuevas tecnologías.
Bienvenidos sean a este blog sobre periodismo, medios de información y narrativas de no ficción.
Uno se encuentra ante una novela compuesta por muchas historias, acaso porque el título de la misma hace referencia al tiempo en que transcurre Las mil y una noches, y porque Rushdie tiene una fascinación por crear nuevos mundos. Aquí conviven demonios y criaturas caprichosas; se mezclan los tiempos (el futuro, el presente y el pasado); los muertos mantienen debates aún bajo la tierra; por las grietas de la realidad se libra una guerra entre seres mitológicos y humanos apesadumbrados, entre luz y oscuridad; mujeres hermosas se enamoran de filósofos viejos sólo por su increíble capacidad para contar historias.
Y qué historias: hombres que ya no son capaces de tocar el suelo, que flotan sin dejar huella; dibujantes de cómics que se convierten en superhéroes; bebés que identifican a los corruptos y los marcan con erupciones en la piel; masacres perpetradas en nombre de falsos dioses, decapitaciones, terroristas suicidas que se hacen explotar; artistas contemporáneos que viven para reinventar el mundo; genios de la lámpara que se ven superados por la inteligencia de hombres pacientes que no ansían sexo, poder y dinero como todos. Todas estas historias están situadas en contextos contemporáneos y urbanos.
Lo que Rushdie plantea de fondo es esta interrogante: ¿Qué pasaría si el mundo como lo conocemos dejará de existir? Apela, como bien dice Álvaro Enrigue, a “lo místico o lo sobrenatural como estrategia para analizar la realidad política y las trampas que los fanatismos religiosos imponen a la razón y el sentido común”.
Rushdie apuesta a que los límites entre lo mágico y lo real dejen de existir en la literatura. Como ya lo dijo en la FIL de Guadalajara: “La tradición realista está destinada a una interminable repetición. Si buscamos innovación, debemos girar hacia el irrealismo y su manera de abordar la vida, revivir el poder de lo fantástico y crear una ficción que sea más interesante que la realidad”.
Fuente: Revista Gatopardo / Marzo 2016