Edición 93

El reto de la labor docente en una sociedad líquida

En nosotros está si nos quedamos anclados en el viejo mundo

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Más que las cosas que cada día son fabricadas, vendidas, compradas,
la opulencia de Leonia se mide por aquellas cosas que cada día son desechadas para hacer lugar a las nuevas
Ítalo Calvino 

En la actualidad, el intercambio de conocimiento en la vida del ser humano experimenta una profunda transformación impulsada, en gran medida, por las nuevas tecnologías de la información y por los modos de comunicación en la sociedad del conocimiento. Los avances que se han dado en tal sentido tienen un impacto significativo en la forma en que nos relacionamos, comunicamos y trabajamos, así como en la gestión del saber y del saber hacer, la cual se ha modificado a través de evolucionadas redes.

En este contexto de cambio constante, es imperativo que los formadores adquieran competencias digitales. Esto implica no solo familiarizarse con las herramientas tecnológicas, sino también promover su uso efectivo en entornos educativos, como escuelas y universidades. Estas competencias digitales son fundamentales para lograr avances significativos en el desarrollo de las capacidades cognitivas del ser humano y el enriquecimiento de la experiencia educativa.

Sin embargo, la responsabilidad del profesor va más allá de simplemente adquirir competencias digitales. También involucra la aplicación didáctica y efectiva de estas habilidades en la enseñanza, con el objetivo de que el educando cultive destrezas cognitivas, socioemocionales, digitales y laborales en la denominada «sociedad líquida». Entonces, ¿cómo deberían repercutir las competencias digitales en nuestra labor docente en una sociedad líquida? ¿Qué herramientas digitales para la elaboración de un entorno personal de aprendizaje (PLE) podemos integrar en nuestras sesiones de clase frente a los desafíos de esta nueva forma de sociedad?

Estas interrogantes nos llevan a reflexionar sobre el papel crucial de la formación docente y la continua búsqueda de métodos efectivos para fomentar el aprendizaje en un entorno digital en constante transformación. La educación del siglo xxi exige una combinación de competencias digitales y una pedagogía adaptativa con la finalidad de preparar a nuestros estudiantes para los desafíos y oportunidades de la era digital.

Competencias digitales en la labor docente y la sociedad líquida

Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) cambian de forma permanente nuestros hábitos en la labor docente. Por lo tanto, tenemos que avanzar día a día y aprender a vivir en una sociedad donde todo sucede de forma rápida, que es la característica principal de la sociedad líquida. Al respecto, ya la UNESCO alertaba que las nuevas tecnologías «están generando ante nuestros ojos una verdadera revolución que afecta tanto a las actividades relacionadas con la producción y el trabajo como a las actividades ligadas a la educación y la formación» (Delors, 1996, p. 198).

En consecuencia, es en la labor docente donde repercuten en gran manera los cambios y por ello existe la necesidad de que el docente posea, actualmente, herramientas digitales que no convierta dichos cambios en una brecha digital para su labor integral. La dependencia digital está bien marcada: «Vivimos colgados y dependientes de lo digital como demuestra, por ejemplo, el hecho de que, en 2018, cada 60 segundos se vinieron produciendo 3,7 millones de búsquedas en Google, se enviaron 38 millones de WhatsApp, 18 millones de mensajes de texto, 481 000 tweets y 187 millones de email» (Desjardins, 2018).

Desde ese punto de vista, el docente se enfrenta a una sumisión en una sociedad netamente digital y no le queda otra salida que ser disruptivo, innovador, pues «una innovación es disruptiva cuando un producto o servicio nace y […] se convierte en líder sustituyendo a otro anterior. Se trataría de un cambio que rompe con el modelo pretérito y lo que antes era líder deja su puesto a esas nuevas propuestas, llegando a cambiar determinadas formas de vida y desarrollo profesional» (Bauman, 2002, 2007).

El conocimiento —en esta modernidad líquida en la que vivimos— se convierte, entonces, en dicotomía accesible y, al mismo tiempo, en algo efímero, por lo que dicha simultaneidad crea inseguridades. No obstante, al mismo tiempo, no podemos desprendernos de la tecnología porque estamos inexorablemente unidos a ella, pues, a pesar de los cambios bruscos, «esta sociedad digital y moderna se caracteriza porque el conocimiento, las ideas y el saber se nos hacen muy accesibles, cercanos e inmediatos, pero, a la vez, son escasamente durables, se nos escapan o resbalan en esta sociedad líquida en que habitamos» (Bauman, 2002, 2007).

Ahora bien, es innegable que la tecnología digital desencadena una profunda transformación en la relación alumno-docente. Sin embargo, esta revolución va más allá de solo incorporar dispositivos y herramientas tecnológicas en el aula; implica una necesidad crítica de comprender y reflexionar sobre el contexto tecnológico en el que se desenvuelven los estudiantes. El docente de hoy en día se enfrenta a la responsabilidad de adquirir competencias asociadas a nuevas habilidades que son esenciales en el mercado académico de esta sociedad del conocimiento en constante evolución. Esto quiere decir que el título pedagógico, que alguna vez se consideró la única garantía para el desempeño docente, ahora se ve desafiado por la necesidad de adquirir competencias transversales que estén alineadas, simultáneamente, con las demandas y expectativas cambiantes de los alumnos. ¿Por qué no afirmar que podría surgir un docente más versátil con el título de «tecnopedagogo» con un CV-digital? La tecnología tiene el potencial de reducir obstáculos en la creación de nuevos empleos, aumentar la productividad y mejorar la eficiencia de los servicios públicos. Estos efectos tecnológicos democratizan el acceso a diversos servicios y lo hacen de manera más rápida que en el pasado.

Este cambio en el paradigma educativo no solo es una mera tendencia, sino una realidad ineludible. La educación ya no se limita a la sola transmisión de conocimiento. En tal sentido, nuestra forma de trabajar con el alumno en la dicotomía enseñanza/aprendizaje ya no es como hace diez o más años atrás, claro que no. Lo que necesitamos son habilidades para desaprender y de nuevo volver a aprender, de modo que podamos generar la dicotomía enseñanza digital/aprendizaje digital y enfrentar a lo que Prensky denominaba «nativo digital» (de esa forma también se generarán tanto la dicotomía nativo digital/inmigrante digital como la de competentes digitales/huérfanos digitales). Los docentes deben estar dispuestos a abrazar esta transformación y a adquirir las habilidades necesarias para guiar a sus alumnos en este entorno.

Las aulas digitales —conocidas también como «hiperaulas»— son habitadas por alumnos de la generación Z que llegaron al mundo junto con internet. Su perfil digital es el siguiente: viven 80 % de su día a día en línea, consultan sus perfiles, sus amistades se establecen a través de las redes, confunden lo real con lo virtual, demandan información inmediata, pertenecen a diferentes grupos o comunidades virtuales, prefieren lo visual que lo textual, aprenden jugando y comparten su identidad digital. La pregunta es ¿cómo educar a estos estudiantes que viven rodeados de artefactos digitales, cuyo perfil depende de esta sociedad líquida?

La respuesta más inmediata es la siguiente: con un cambio de actitud. El docente debe estar dispuesto a innovar y sumarse a la causa digital. Su enseñanza ha de desarrollarse con estrategias digitales integradas en el proceso de enseñanza/aprendizaje, aunque esto resulte un reto debido a las actuales políticas administrativas elaboradas por profesionales que no conocen la realidad de un aula digital, o «hiperaula», o que no tienen la experiencia del caso.

Lo que se necesita, en todo caso, son «innovaciones disruptivas pedagógicas», vale decir, innovaciones disruptivas tecnopedagógicas equilibradas, abiertas, interactivas, flexibles, innovadoras y multidisciplinarias que se adapten al vivir del estudiante digital por medio de canales, soportes, imágenes, audio, videos y redes enfocados en la toma de decisiones y en la resolución de problemas. Todo esto mediante un aprendizaje permanente que conviva con una sociedad justa.

La idea no es educar para crear futuros humanoides, sino agentes digitales que se concienticen o que vivan acorde a una sociedad equitativa en donde se respeten los espacios digitales, la sociedad digital y la propia naturaleza. A ello, como docentes, sumémosle la importancia de desarrollar nuestro PLE.

Herramientas digitales para la elaboración de un PLE y los desafíos de la sociedad líquida

Pero ¿qué herramientas digitales para la elaboración de un PLE podemos integrar en nuestras sesiones de clase? En los últimos años, el concepto de PLE ha ganado relevancia en la tecnología educativa, ya que implica comprender cómo se adquiere conocimientos: cuándo, en qué contexto, con qué acciones, con quiénes interactúa y cómo se establece una relación recíproca en el proceso de aprendizaje. Todo ello mientras se participa en actividades junto a una comunidad más amplia y se organiza de manera efectiva en la vida cotidiana para aprender y enseñar.

En lo que respecta a las pedagogías emergentes EP, «el concepto PLE ha permitido evolucionar hacia la propuesta de modelos de aprendizaje que intentan romper con estructuras tradicionales; que se enfocan en el aprendiz […] y le dan más independencia. En contraste, la institución y los profesores adoptan un papel de facilitadores y guías del proceso» Castañeda y Adell (2013). Por lo tanto, en el PLE de cada docente se debe integrar las experiencias que configuran los aprendizajes facilitados por las TIC, sin dejar de tener una visión amplia de aprendizaje y sin dejar de considerar los componentes identificados en tres bloques principales:

  • Herramientas, mecanismos y actividades para leer o acceder a la información.
  • Herramientas, mecanismos y actividades para hacer/reflexionar
  • Herramientas, mecanismos y actividades para compartir y reflexionar en comunidad: la PLN (red personal de aprendizaje).

Entonces, entendamos que la PLE se organiza en tres herramientas. Primero, las fuentes de información se tienen que ordenar de modo que sea fácil acceder a las lecturas variadas, a los boletines electrónicos, a los videos de canales confiables, a los pódcast, a las redes sociales, a la información de los blogueros, etcétera (para ello se puede disponer de un espacio en la PC o en la nube). En segundo lugar, está el sitio en donde se reflexiona o se realizan actividades con el conocimiento de las herramientas web de creación. Tercero, se comparten los objetos de información, cada quien en su propia red de aprendizaje, y también se reflexiona de modo que se propicie el intercambio de experiencias en Facebook, Twitter, TikTok, blogs, Diigo (esta última es una herramienta interesante para organizar información). La ventaja de estas herramientas es que se pueden integrar con las sesiones de aprendizaje, lo que permitirá que el alumno pueda ser parte de nuestra red y que siga aprendiendo, junto a nosotros, de los contenidos seleccionados y compartidos.

También las TIC tienen un impacto significativo en la inclusión educativa, lo que desencadena en nuevos enfoques de aprendizaje, innovaciones pedagógicas y cambios en la organización de la labor docente. Este cambio de paradigma se relaciona directamente con la forma en que educamos a todos los estudiantes y plantea preguntas fundamentales: ¿cómo, dónde, por qué y con qué consecuencias llevamos a cabo la educación inclusiva?

El cómo se refiere a la metodología, es decir, la selección y desarrollo de las unidades didácticas para la realización de los objetivos de aprendizaje propuestos. El dónde ya no se limita al aula física con cuatro paredes, sino que se expande hacia el concepto de una «hiperaula», que es un entorno virtual donde, gracias a la tecnología, podemos enseñar, guiar y apoyar a estudiantes con distintas características. El por qué se relaciona con la finalidad de la educación inclusiva: garantizar que todos los estudiantes tengan acceso al conocimiento y a las oportunidades de aprendizaje. Y, finalmente, el con qué consecuencias, se refiere a que todo el alumnado, con sus diversas capacidades, pueda lograr el objetivo propuesto según los criterios de evaluación establecidos.

A lo largo de nuestra vida profesional, la sociedad del conocimiento influye en ella en gran medida y nos enfrenta a una serie de desafíos pedagógicos. Al respecto, Bauman menciona un primer desafío fundamental: generar un conocimiento listo para ser usado, pero, al mismo tiempo, eliminado o desechado de modo que deje espacio para uno nuevo. Entiendo que es como si se tratara de una progresión temática evolutiva lineal tema/rema: conocimiento nuevo/conocimiento inservible, conocimiento inservible/conocimiento nuevo y así sucesiva, fugaz, invisiblemente. Sin embargo, es en ese conocimiento nuevo donde el individuo debe adaptarse a las nuevas demandas laborales. Para ello, hay que validar conocimiento, descartarlo, desprendernos de él e intercambiar experiencias e ideas a través de evolucionadas redes dentro de nuestra sociedad moderna.

El segundo desafío planteado por Bauman sobre la pedagogía es aquella que deriva de la naturaleza excéntrica y esencialmente imprevisible de los cambios contemporáneos, la cual afianza el primer desafío: aceptar que la escuela en la que se preparaba a los jóvenes —como lo planteó en su momento Myers o Jeage— ha cambiado, porque el conocimiento ya no es la fiel representación del mundo y el alumno ya no es una escultura en bruto para pulir. Si nos situamos en un espacio temporal, al docente le será imposible liberarse de las cadenas de la sociedad líquida moderna cambiante.

Los cambios de hoy no tratan solo de fijar nuevos objetivos o de crear nuevas estrategias, sino que el docente debe adecuarse (incluso tal vez al estilo de Darwin) a una evolución adaptativa en el tiempo. Qué tal desafío que nos espera para no ser destituido en esta sociedad líquida o, como diría Ítalo Calvino, en una sociedad invisible.

Por ello, es necesario poner el máximo esfuerzo para que tomemos conciencia del valor y poder de las TIC en esta sociedad líquida —que además favorece una educación personalizada y facilita una mejor comunicación con los alumnos—. La educación y el aprendizaje deben ser continuos, renovados. En nosotros está si nos quedamos anclados en el viejo mundo, dentro de una forma de pensar individualista y poco responsable (con el riego de desvanecernos) o si avanzamos día a día junto con una sociedad del conocimiento que tiene una nueva forma de vivir, y que nos obliga a socializar, a interactuar, a negociar, a comprometernos con los otros, con nuestros alumnos. Tenemos que aprender a ser líquidos-modernos, autónomos, críticos y a practicar la docencia según el perfil digital de los estudiantes, lo que permitirá que nos hagamos profesores digitales y autosuficientes en aulas digitales (hiperaulas) sin perder la libertad.

En última instancia, la capacidad del docente para abrazar el cambio y adquirir nuevas competencias será un factor determinante en la calidad de la educación que brinde y en el éxito de sus alumnos en el mundo moderno.

Arequipa, octubre de 2023

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICAS 

Castañeda, L., Tur, G., y Torres-Kompen, R. (2019). «Impacto del concepto PLE en la literatura sobre educación: la última década». Revista Iberoamericana de educación a distancia, 22(1), pp. 221-241, doi: http://dx.doi.org/10.5944/ried.22.1.22079

García Aretio, L. (2019). «Necesidad de una educación digital en un mundo digital». Revista Iberoamericana de Educación a Distancia, 22(2), pp. 09-22. doi: http://dx.doi.org/10.5944/ried.22.2.23911

ONU. (2021). Reimagining our futures together: A new social contract for education. Publicado en 2021 por la Organización de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura. España.

UNESCO. (s/f). Marco de competencias de los docentes en materia de TIC.

Zygmunt, Bauman. (2007). Entrevista sobre la educación. Desafíos pedagógicos y modernidad líquida. Por Alba Porcheddu. Propuesta Educativa Número 28. Año 14. Noviembre 2007, vol. 2, pp. 7-18.

Magnolia Aliende Pinto
Profesora y gestora pública. Con estudios de maestría en Gestión Pública con Doble Certificación de la Escuela de Posgrado (Universidad del Pacífico), Maestrista en Ciencias de la Educación con mención en Gestión y Administración Educativa (UNSA, Arequipa). Licenciada en Educación Secundaria (UCSM, Arequipa), licenciada en Literatura y Lingüística (UNSA, Arequipa). Se ha desempeñado como directora ejecutiva en la Escuela Electoral y de Gobernabilidad del JNE, directora académica del Programa Magister Artis en Gobernabilidad y Procesos Electorales en el Instituto Universitario Ortega y Gasset-España, actualmente directora académica regional de Arequipa en el Instituto de Liderazgo Democrático y Ético ILDE.