Alberto de Belaúnde | Jugo de Caigua
«Vamos y elegimos lo que queramos», y así nos subíamos al Volkswagen blanco, o tiempo después al Nissan rojo, y nos íbamos a la librería Época en el óvalo Gutierrez, o a El Virrey en su antiguo local de la calle Miguel Dasso. Allí mi madre buscaba libros «de grandes», en tanto yo revisaba la sección para niños. Todavía recuerdo con una sonrisa las colecciones de Todos mis monstruos, Elige tu propia aventura, Escalofríos y Asterix, que iban acumulándose en mi primer librero. Mi madre nunca le puso reparo alguno a los libros que elegía, ni trató de imponerme uno, porque sabía que el objetivo era otro. Luego íbamos a la casa –previa parada por un helado, claro– y cada uno se ponía a leer su nueva adquisición. Y así, poco a poco, como quien no quiere la cosa, mi mamá consiguió darme uno de los mejores regalos posibles: el hábito de lectura… Leer más