Fernando Llanos Masciotti / EDUCACCIÓN
¿Enseñar literatura? Conversar sí, pero enseñar, no sé. Si con autores importantes o clásicos, ¿debería gustarles a los estudiantes? ¿y si les damos obras en las que los personajes sean jóvenes como ellos? ¿les encantará? ¿hay que hacerle entender la poesía y analizarla? ¿hasta qué punto? ¿es necesaria siempre la rima y el lenguaje difícil en la poesía?
Algunas de estas preguntas pueden taladrarnos la cabeza de vez en cuando. Así que trataré de tantear por aquí y por allá y reflexionar sobre estas cosas y afines.
¿Cómo enseñar la comprensión y la creación literaria? Es algo que siempre me pregunto. Algunas veces creo que no es enseñable. A veces sí.
¿Guta o no guta?
Veamos qué hacemos cuando queremos que a los chicos y chicas les guste una obra narrativa que nos apasiona. Podemos pensar en el Quijote o la Ciudad y Los perros o los cuentos de Ribeyro. Pero me doy cuenta que en lo que acabo de escribir, hay varios errores. Error: “quiero cultivar el gusto de algo”. No es malo en sí (¿o sí?); definitivamente hay una buena intención. Tendríamos que pensar en qué queremos decir con ese “cultivar el gusto” y allí entran muchas cosas: influir, insistir, predisponer, obligar, imponer, etc. Pero en general se trata de influir en el chico para que le guste una obra literaria importante que además yo como adulto considero importante y no según el niño o adolescente. Una obra canónica además. Un clásico universal que cómo no le va a gustar al chico, vaya usted a saber, si hasta premios ha ganado. Con el cuento de que es un clásico universal o peruano, creemos que ya le va a encantar al estudiante la obra susodicha, en automático, ¡¡es Vargas Llosa!!. Pero felizmente (algunos dirán “lamentablemente”, no es así, pues. En primer lugar, quizás tampoco te guste a ti, maestro y maestra, pero como es un clásico, no te queda otra opción: debes entenderla y te debe gustar. En segundo lugar, no solo debe gustarte sino tienes que hacer que a otros les guste porque eso es lo que realmente crees que debes hacer; te lo dice todo el mundo y es una creencia profundamente arraigada en el mundo educativo: el gusto, el hábito, ser como uno, que le guste leer. Finalmente todo este discurso del gusto por la lectura de clásicos se puede estar basando en creencias, prejuicios y poca capacidad crítica.
Demos ahora un paso más o adelante o como quiera llamárselo: quiero acercarme a los chicos y no necesariamente hacerles leer los clásicos. Quiero acercarme a su mundo. Otra buena intención, por supuesto. ¿Qué hacemos?. Los nutro de lecturas “juveniles” tipo huckleberry finn, los cachorros, es decir, obras narrativas donde los protagonistas principales son niños y/o adolescentes. Sin embargo, no porque las lecturas se trate de gente de la misma edad va a ser que en automático les apasione a los estudiantes. Para comenzar, puede ser gente de la misma edad de los chicos, pero son de otras épocas distintas a los lectores juveniles. O sea es como leer historias de sus tatatarabuelos cuando eran jóvenes. No necesariamente te estás acercando a su mundo vendiéndole personajes de la misma edad, pero de siglos pasados. Es más, puedes ofrecerle lecturas narrativas actualísimas, muy del siglo XXI, pero no los va a enganchar obligatoriamente, aunque puede haber más posibilidades, siempre que trate realmente de temáticas vigentes: uso terrorífico de un celular, un malentendido que desencadena historias a través de chats de tres personajes, una historia de un chico que domina varias técnicas en determinado videojuego, pero cae prisionero como personaje del mismo, etc, etc. Incluso así no sabemos si le va a gustar.
El problema es que queremos que les guste algo sin preguntar por sus gustos. Queremos que les guste lo que a nosotros como adultos nos gusta. Y del gusto al disgusto, mejor degusto un café y los dejo a su aire, gustoso usted, sin desgaste ni disgusto.
¿Está prohibido que los estudiantes digan sus gustos letrados y tomarlos en cuenta para escoger las lecturas literarias apropiadas para ellos?
Quizás sea interesante preguntarle a ellos qué les gusta, investigar sus gustos lectores, compartir lo que ellos leen aunque nos parezca un disparate desde nuestra óptica adulta ya a veces conservadora, conversar sobre esas lecturas, procurar que nos ofrezcan más detalles de sus percepciones, comparar con otras lecturas que ellos pueden considerar aburridas, buscar puntos intermedios, no necesariamente pensar en que siempre les va a gustar, pero al menos darles oportunidad que escarben otros mundos literarios sin dejar de ver las prácticas letradas de los estudiantes. Quizás nos encontremos con mundos interesantes propios de las nuevas generaciones como las historias detrás de los videojuegos y como los jugadores reinventan estas historias al escoger caminos por donde va la secuencia de una historia: leen y narran a la vez y se cumple el “sueño” cortazariano de ser lector personaje.
¿Hay pautas para escribir narrativa en las escuelas?
¿Y la creación narrativa? Otro mundo interesante que a veces es encerrado en pautas bien restricitivas como haz la historia sobre tus vacaciones (“dios mío, no me pasó nada en las vacaciones, maldita sea, ¡qué quieres que diga!”, dicen algunos) o escribe un cuento con inicio, nudo y desenlace. Nada. Escribe como quieras, pero sí quisiera pedirte algo. Si deseas escribir un cuento, trata de contarlo como solo tú lo podrías contar y nadie más. Cuéntalo como si fuera el único y último cuento que vas a escribir en tu vida porque mañana te mueres o es el fin del mundo. Cuéntalo de una manera que llames la atención a tus lectores, pero que nadie va a saber que lo has escrito tú, como si te pusieras una máscara y actuaras en una película. Eso es lo que les diría a esos chicos y chicas que van a escribir un cuento.
¿Y la poesía? Ese bichito bello pero lejano e inaccesible en las escuelas
Ey, chico, profe, no lean poemas para entenderlos, sino mejor no los leas y dedícate a hacer otro tema. No les apliques preguntas de comprensión lectora sobre un poema. Ni siquiera cuando es un niño de los primeros grados. Lo acostumbras a leer un poema de una manera impertinente. Qué detestable cuando te dicen que analices un poema. Cuántos versos, cuántas estrofas, cuántas sílabas, que los endecasílabos, los sonetos, la rima AABB, etc. Descuartizar algo que puede ser bello. ¿Descuartizarías a la persona que amas? Otra vez lo clásico. Se transmite que los mejores poemas clásicos tienen todas esas cosas: bien estructurados. Y se quiere que en los concursos de poesía en algunos colegios se escriban poemas rimados. Y, además, con palabras bien rebuscadas, porque se dice que hay que manejar un vocabulario rico para hacer un poema. Sino, mira como lo hacen los poetas clásicos. Finalmente parece algo inalcanzable. Y Vallejo, claaaaaaaaaaro, todo un clásico (porque los demás lo dicen), cómo no te va a gustar. Solo él puede escribir un poema libre, sin rimas. Mira esas palabras, qué fuertes. Uno, los chicos todavía no tienen un vocabulario “rico”. Dos, no tengo por qué escribir un poema con rimas, puede ser totalmente libre, y no tiene por qué entenderse (sino también lee alguna canción y lo verás).
Aquí una muestra de algunos poemas sencillos, accesibles, cotidianos, libres: de Luis Hernández y Jorge Eduardo Eielson. Los dos peruanos. Quizás se entienda mejor lo que quiero decir. No encuentras un vocabulario ampuloso, denso y lejano. Son breves y libres.
Luis Hernández
Jorge Eduardo Eielson:
(fragmento)
Este poema es de un autor norteamericano: William Carlos Williams
POEMA
El gato
Se encaramó
En un remate
De la alacena
Primero la pata
Delantera derecha
Cautelosamente
Después el trasero
Desapareció
En el abismo
De la vacía
Maceta.
Lima, 05 de julio de 2018