Edición 96

Entre libros y desafíos: La trayectoria de dos sobrevivientes del sistema educativo peruano

"La educación es un arma cargada de futuro" (José Martí)

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Antes de emprender esta investigación, reflexioné sobre mi experiencia educativa en los dos roles que he desempeñado hasta hoy: como estudiante y docente. Y, sin quitarle el mérito a los buenos maestros que tuve y existen en el país, quiero exponer en esta crónica los hechos que acontecieron y marcaron mi experiencia de forma negativa.

En mi papel de estudiante, recordé al profesor de química y sus largas siestas detrás del escritorio; dormía sesenta de los noventa minutos de clases que le correspondían. Los otros treinta minutos los empleaba sellando los cuadernos de los primeros diez estudiantes que habían terminado de transcribir las páginas del libro en sus cuadernos. Solía decir: “Copien del libro las páginas 80 a la 150…”. La rapidez para transcribir textos no era, ni es, precisamente una de mis fortalezas, por lo que no fui considerada la mejor estudiante de su curso.

También recordé al profesor de matemáticas, que solía llegar a clases oliendo a alcohol, al igual que el profesor de carpintería. Sin embargo, este último se ausentaba de clases argumentando que tenía que comprar materiales y no regresaba hasta que faltaban diez minutos para cerrar la sesión. Sus estudiantes, es decir, nosotros, habíamos terminado sin hacer nada. No puedo dejar de mencionar a mi profesora de religión, quien me reprendió delante de mis compañeros por preguntar sobre el uso de métodos anticonceptivos, ni al profesor de educación física que vendía boletos de rifa a cambio de puntos en la libreta escolar.

Sin embargo, el episodio que más recuerdo tuvo como protagonista antagónica a mi auxiliar educativa, quien me amenazó con llamar a mis padres después de encontrarme leyendo en una de las escaleras del colegio, en un día en el que, como tantos, el profesor de matemáticas no había asistido a clases.

Durante mucho tiempo, consideré mi experiencia educativa en el papel de estudiante como un caso aislado, un paréntesis en el sistema educativo peruano. Más aún, llegué a normalizar situaciones que, hoy sé, atentaron gravemente contra la calidad educativa que tenía el derecho de recibir. Pero años más tarde, ya en mi rol de docente, presencié situaciones similares. Nuevamente, los episodios antiéticos se elevaron frente a mí: docentes bebiendo licor en la institución educativa en horarios de clases, que faltaban a ellas, que improvisaban las sesiones o que agredían a los estudiantes. Por todo esto, me resulta importante explorar de manera profunda las experiencias educativas de otros a quienes considero sobrevivientes educativos. Desenmascarar al sistema educativo se torna imperante si lo que se quiere es corregir los errores que se cometieron y cometen hasta hoy en el Perú.

 

 

INGENIERIA DE VIDA

“Terminar la escuela era, para nosotros, el requisito primordial para poder seguir estudios universitarios y, posteriormente, estudios de posgrado. Importaba obtener el certificado.” – Euler Paredes.

Euler Paredes se conecta a la llamada de Zoom a la hora pactada, es puntual y escueto con su saludo. Empieza la entrevista presentándose. Tiene 44 años de edad. Nació en 1979, en una provincia al norte de la región Áncash. Es ingeniero de minas, especialista en geotecnia; con un posgrado en Ciencias en la Universidad Politécnica de Cataluña. Vive en un condominio en el distrito de Surco, en Lima. Desde que regresó de España, luego de cursar su maestría, se ha dedicado al diseño e implementación de proyectos mineros. Es un destacado profesional del rubro y, sobre todo, un sobreviviente del sistema educativo peruano. La evidencia de su amor por el aprendizaje se refleja en su densa y consumida biblioteca, su amplia visión del mundo y su exhaustivo análisis de la educación básica que recibió.

El Ingeniero recuerda que cuando tenía 11 años, una mañana un vecino le obsequió un libro que representó un hito en su búsqueda por generar su propio camino hacia el aprendizaje. Era un libro de las editoriales Sputnik, titulado “La carrera espacial”. Lo que recuerda se centra en las emociones que suscitaba su interacción con este libro. La sorpresa y el asombro que le causaba observar las fotografías de la luna y ver a un hombre caminando sobre ella desataba en él, un niño de apenas 11 años, la mayor de las curiosidades. Juan Vergara en su libro “Aprendo porque quiero” menciona que nadie aprende sino está lo suficientemente motivado para hacerlo. Y en la privacidad de su casa, lejos de las pizarras de tiza, el pequeño Euler, aprendía.

“Solía sentarme en el patio de mi casa para leer una y otra vez el libro. Nunca dejó de sorprenderme lo que veía, pero, sobre todo, me intrigaba el hecho de saber que vivía solo en un pequeño espacio de aquel inmenso universo. Desde que recibí ese libro, mi visión del mundo cambió. Traté de encontrarle explicación y razón a todo lo que me rodeaba, incluso mi forma de analizar la educación que recibía. Siempre sentí que no era en la escuela donde realmente aprendía.”

En alguna ocasión, un profesor me dijo: “Tienes talento, porque ves más allá, analizas”. Yo sabía que era diferente, y lo era porque mi principal motor para aprender era mi curiosidad. Bajo ese pensamiento, lo único para lo que sentía que me servía la escuela era como un medio para obtener un certificado que me permitiera acceder a la universidad, donde esperaba encontrar respuestas a las cientos de dudas que tenía respecto a la ciencia.”

 

 Proyecto de vida

“Sueña, y tu vida se llenará de posibilidades” (Walt Disney)

A todos en algún momento de nuestra vida nos han preguntado qué queremos ser de adultos: ¿ingenieros?, ¿doctores?, ¿abogados? Nos lo han preguntado de niños y han aplaudido nuestra pronta respuesta sin mayores cuestionamientos. La situación cambia en la adolescencia, porque esta pregunta va acompañada de repreguntas: ¿por qué?, ¿para qué? y ¿cuándo?

Desde el inicio de la adolescencia, el peruano carga sobre sí la responsabilidad de decidir su ruta profesional, siendo esta, en un contexto de necesidades y carencias, la única esperanza para contribuir a la eliminación de la pobreza de su familia.

La educación secundaria del Ing. Euler Paredes se desarrolló en la década de los años 90. En un escenario político en el que entraba en vigencia la nueva Constitución, en medio de centenares de protestas, varias de ellas en respuesta a las radicales medidas gubernamentales del gobierno vigente, y en medio de una fuerte crisis económica ocasionada por los rezagos de la hiperinflación. Paredes me cuenta durante la entrevista que, él y sus compañeros aprovechaban los trabajos grupales que generalmente desarrollaban en la casa de algún amigo para hablar sobre las aspiraciones que tenían, las metas o proyectos que se estaban trazando. “Cada uno de nosotros entendía la enorme necesidad de educarse, es decir, de cursar estudios superiores a nivel universitario o técnico. Sabíamos que el Perú en el que nos tocaba vivir demandaría de nosotros una mayor preparación…” De los 41 estudiantes de esa promoción, sólo tres pudimos realizar nuestros proyectos de vida.”

María Angélica Pease, psicóloga e investigadora de la adolescencia peruana, cita en su libro Ser adolescente en el Perú la investigación de León y Sugimaru: “Expectativas de las y los estudiantes al terminar secundaria”. En esta investigación se menciona que el 95,9% de los adolescentes peruanos aspira a tener estudios superiores. Es común que en las escuelas del país los adolescentes sueñen con tener una profesión, sin embargo, aspiración no es lo mismo que logro, porque según el último censo sólo el 34% de ese 95,9 lo logran. Lamentablemente, en el Perú las y los adolescentes tendrán aspiraciones educativas que no lograrán concretarse. La pregunta que queda sin respuestas es: ¿Qué barreras existen en el trayecto de vida de los adolescentes que impiden el logro de sus aspiraciones?

 

La escuela secundaria

“El colegio es un viaje, Un viaje de aprendizaje, Un viaje de descubrimiento” (Walt Disney)

La escuela donde el Ing. Paredes cursó sus cinco años de educación secundaria, recibe aproximadamente mil estudiantes cada año. Tiene más de 77 años de antigüedad y, por lo general, los estudiantes proceden de los barrios y distritos de la misma provincia. Al ser una institución tan antigua, es frecuente que los padres y abuelos de los actuales estudiantes hayan estudiado ahí en sus respectivas épocas escolares. Se podría decir que la institución educativa es parte de la historia de miles de familias de aquella parte del país. Incluso varios de los actuales docentes, antes fueron estudiantes de la misma institución. Desde su fundación en el año 1946 hasta la fecha, el colegio ha albergado a cerca de 78 mil estudiantes.

La institución, en la actualidad, aún conserva su infraestructura original: paredes altas de ladrillo, tarrajeadas con cemento y pintadas de color rojo con franjas blancas. Tiene una caseta de recepción construida artesanalmente con madera. Con el paso de los años, se han tenido que refaccionar algunos espacios, pero todavía se puede observar los tres pabellones con su diseño original, con jardines repletos de girasoles y poncianas. Además, tiene desde su fundación una frase graficada en una de las paredes principales: “Todo Lumbrerense es un caballero…” y un busto del Ilustre Personaje.

La rutina de la institución también se mantiene intacta. El ingreso de los estudiantes en el turno de mañana es a las 7:30 a. m., todos debidamente uniformados: las mujeres con un lazo rojo en el cabello y moño, falda debajo de la rodilla y medias negras; los varones deben llevar obligatoriamente los zapatos bien lustrados, el cabello con corte militar y camisa blanca. Vestir de otra forma es sinónimo de indisciplina y es motivo para una nota roja en la libreta de asistencia. La formación escolar es hasta las 8:00 a. m. y consiste en reunir a los mil estudiantes en el patio bajo el inclemente sol para ser parte de una secuencia de ritos institucionales.

La profesora responsable de la actividad matutina, acompañada del director y demás maestros de la institución, saluda con un “Buenos días”. A lo que todos los estudiantes, al unísono, responden: “Buenos días, maestra”. Piden que inclinen el rostro para rezar; después del Padre Nuestro, el Ave María y el Credo, todos simulan dibujar una cruz en su rostro. Luego del “momento de fe” y con el sol cada vez más intenso, la maestra que dirige la formación, bajo la sombra de un techo improvisado del que solo “gozan” los docentes, invita a los estudiantes a entonar el Himno del colegio, que expresa en su primera estrofa desde hace más de cuatro décadas: “La juventud lumbrerence, que en Arica un ejemplo ya tuvimos, morir luchando por la patria para verla colmada de laureles…” Himno que muchos estudiantes entonan mecánicamente, sin comprender por qué para “la juventud lumbrerence fue un ejemplo de que miles de peruanos tuvieron que morir en Arica” y sin saber qué tipo de plantas son los laureles. Después del himno del Perú, se entona el Himno a la bandera y, finalmente, el himno de la provincia de Casma.

El protocolo no termina con la entonación de himnos, porque para pasar a sus aulas los estudiantes tienen que escuchar las palabras del director. Y él tiene la misión de hablar del mal comportamiento de los estudiantes y del futuro truncado que les espera a aquellos que osen “no obedecer” los sabios consejos de sus docentes. Habla de lo malo que es tener relaciones sexuales. Habla de la disciplina, del buen comportamiento, de las reglas, de las leyes. Habla, habla y habla. Al final; habla tanto y de todo, que, bajo la locura extrema de ese calor, lo único que entienden los estudiantes es el: ¡Pasen a sus aulas!

 

 

 

GUARDIANA DE VIDAS

“…Entonces una nueva vida comienza, una nueva alma llega al mundo. Es un momento de alegría y esperanza, un momento de nuevos comienzos” (“El nacimiento” William Wordsworth)

La pequeña Fátima llegó al mundo el 15 de junio de 2017. Nació saludable, con un peso de 3 kilos y 600 gramos. Su madre transitó por todo el proceso de alumbramiento sin complicaciones médicas. Para Enedina Cochachin, obstetra del establecimiento y responsable médica de su nacimiento, fue un verdadero logro que la señora Bertila aceptara dar a luz en el centro de salud, y no en casa como lo había hecho en sus tres partos anteriores.

La obstetra de 34 años, reside en la comunidad de Chavín de Huántar, un distrito ubicado en los Andes centrales del Perú, a 3180 metros sobre el nivel del mar. Ella se traslada diariamente durante 45 minutos al establecimiento de salud donde labora en la comunidad. Al llegar, suele encontrarse con varias gestantes que la esperan, ya sea para su control respectivo o debido a algún síntoma que les preocupa. Después de atender a las madres, organiza su día. Tal vez deba visitar algunos hogares para ofrecer charlas personalizadas, o quizás le corresponda visitar la escuela de la comunidad para brindar algún taller de educación sexual a los estudiantes de la comunidad.

Enedina es profesional en obstetricia y ha ejercido su labor por más de 10 años, de los cuales siete han sido en la comunidad de San Pedro de Pichiu. Desde su llegada a la comunidad, ha asumido el gran reto de lograr que las mujeres gestantes, acostumbradas a dar a luz en sus casas bajo métodos precarios y expuestas a múltiples complicaciones médicas, acepten tener controles obstétricos desde el inicio de su gestación. También ha logrado, a través de innumerables acompañamientos, asesorías y campañas obstétricas, que las mujeres de la comunidad defiendan su derecho a tener acceso a métodos anticonceptivos. También ha logrado que gran parte de los y las adolescentes de la comunidad reciben educación sexual sin temor, y los hombres de la comunidad aceptan el derecho de sus esposas a planificar los hijos que deseen tener.

Enedina ama su trabajo y le dedica tiempo a su formación académica para poder desempeñarse cada vez mejor. En la comunidad, la reconocen, le tienen estima y confían en ella. Enedina es una sobreviviente del sistema educativo peruano. 

 

“Reformas” educativas

La obstetra Cochachin inició sus estudios de Educación Básica Regular a los 6 años en el colegio Aurora Real, en una provincia de Ancash. Al llegar al nivel secundario en el año 2001, su experiencia educativa coincidió con una serie de reformas dentro del sistema educativo peruano, entre ellas medidas para asegurar la universalidad de la educación, el establecimiento de estándares de calidad y un nuevo modelo de gestión basado en la autonomía de escuelas y regiones. Es decir, el gobierno de ese entonces mostraba ante el país que la educación era una prioridad para su gestión. Entre líneas se leía que las escuelas a nivel nacional gozarían de libertad para gestionar el aprendizaje de sus estudiantes según lo consideraran pertinente.

La profesional en salud y sus compañeros observaron cómo sus docentes, bajo la premisa de un “aprendizaje pertinente”, dejaron de usar las pizarras de tiza y empezaron a fomentar el uso de los papelotes. Dejaron de solicitar a los estudiantes extensos resúmenes y empezaron a pedir que se usaran cuadros sinópticos. Los trabajos individuales fueron reemplazados por trabajos colaborativos, lo que significaba en ese momento que los estudiantes se colocaran unos frente a otros en grupos de 4 integrantes, y se puso más énfasis en aprender de memoria la historia del Perú. Bajo ese sistema, algunos estudiantes “resaltaron académicamente” y otros no.

El grupo de trabajos académicos al que pertenecía la profesional en salud diseñó una estrategia audaz para poder cumplir exitosamente con lo que sus docentes demandaban de ellos: los que tenían bonita letra, escribían; y los que eran “más inteligentes”, buscaban información. La idea de aprendizaje significaba visitar la biblioteca, consumir los libros a través de extensas jornadas de lectura y demostrar lo aprendido respondiendo de “memoria” a las preguntas de sus docentes. 

 

El futuro

Enedina, se recuerda como una joven inquieta y llena de sueños, sentía que cada cosa que aprendía la sumergía más en el futuro lleno de aventuras que añoraba. La pregunta resonó en el aire: “¿Para qué te servía lo que aprendías?”. “Para planear mi futuro”. “Era una estudiante con ambiciones diversas, una buscadora incansable de mi verdadera vocación, aspiré a convertirme en guía oficial de turismo, abogada, médico, entre otros. Aunque hoy me dedico a la obstetricia. Admito que quise ser muchas cosas, me sentía capaz de lograrlo todo…”

Pero el recorrido por la educación no fue un camino llano para Enedina. Conforme los años pasaban percibió que el contenido del currículo educativo cambiaba, y lo que aprendió, rápidamente dejó de ser útil. Al terminar el colegio, nada de lo que había “Aprendido” le servía para poder insertarse a su ruta profesional. Al llegar al final de su etapa escolar, Enedina experimentó una sensación de pérdida.

En el transcurso de su trayectoria educativa, Enedina fue marcada por una experiencia reveladora, una revelación que alteraría su percepción de su propia educación. Surgió de forma sutil, pero impactante: la constatación de que el sistema educativo se centraba más en los resultados obtenidos que en el verdadero proceso de aprendizaje. Lo comprendía porque todo el aprendizaje obtenido a través de horas, y horas dentro de la biblioteca al parecer sólo se demostraban a través de evaluaciones escritas, y en el mejor de los casos evaluaciones orales.

En el camino se desplegaron otras sombras en su experiencia educativa. La ausencia de retroalimentación fuera de los cursos de tutoría y la falta de orientación en asuntos cruciales, como el enamoramiento y la toma de decisiones para el futuro, forjaron una sensación de desconcierto. Esta impresión sugería que la educación necesitaba ser más holística, más atenta al crecimiento personal que a la simple acumulación de conocimientos. Un llamado a una enseñanza que trascendiera los límites de lo meramente académico, y que en lo académico los aprendizajes sean significativos.

Huaraz, febrero de 2024

Yosselin Amaya Cabello
Comunicadora y educadora, con experiencia profesional en el manejo y gestión de la comunicación interna y externa de empresas sociales, en la implementación de estrategias de comunicación para posicionamiento de marca, en diagnóstico y gestión de proyectos educativos, en formación docente desde el enfoque de Educación Basada en Competencias (EBC) y evaluación formativa, así como en diagnósticos de aprendizaje de los estudiantes.