Por Nadja Juárez Abad / Para EDUCACCIÓN
La verdadera igualdad de oportunidades pasa por la igualdad de capacidades para actuar en la sociedad y por aumentar las posibilidades de las personas para optar y decidir (Sen, A., 1999)
- El viejo y urgente tema de la equidad educativa y su financiamiento
Aunque la problemática de la equidad para la igualdad de oportunidades es compleja y recurrente, su vigencia nos debe sacudir de manera constante, en el campo social y en la política. En lo que a educación se refiere, se han producido múltiples estudios desde diferentes perspectivas de análisis, y aunque se han incrementado los números en crecimiento económico y el Ministerio de Educación ha logrado mejorar el acceso y el incremento del presupuesto del sector, aún es urgente incorporar en la gestión pública misma, mecanismos concretos para impulsar la inclusión y la calidad educativa para todos y todas.
Aunque estemos de acuerdo que la equidad es importante para favorecer igualdad de oportunidades, y por consiguiente lograr un Estado más inclusivo en el desarrollo social, aún es insuficiente lo avanzado en los “cómo” logramos el objetivo de iguales resultados educativos para contextos diversos, que es la noción más extendida de equidad (De Belaúnde 2011). Si tenemos el sentido claro, debemos ir a los procedimientos, pero no al revés (Tedesco, 2011)
¿Se prioriza el financiamiento educativo en zonas de mayor pobreza, rurales o indígenas? ¿Este financiamiento está orientado a la calidad?, es urgente que las respuestas se deriven en propuestas viables, escalables y de impacto en la igualdad de oportunidades. Precisamente en contextos electorales, es cuando estos temas deberían revisarse, en la lógica de las políticas de desarrollo social y del proyecto educativo nacional al 2021.
Los cuatro ejes de la gestión actual de Minedu presentan inversiones interesantes principalmente en infraestructura. Llama la atención la inversión compartida entre el Minedu y los Gobiernos Regionales, para los Colegios de Alto Rendimiento, que beneficiarían a los estudiantes con mayor desempeño de las regiones del país, ampliando para ese grupo poblacional, las posibilidades de una educación diferenciada, de mayor calidad, con oportunidad de estudios internacionales en importantes Universidades del mundo. Este esfuerzo ha suscitado opiniones a favor y en contra. Sin embargo, para el tema de equidad entendido como la meta común de lograr aprendizajes en todos los estudiantes, estos avances no resultan significativos, e incluso podrían ampliar la brecha frente a los estudiantes pobres, rurales, indígenas, que no han desarrollado condiciones para competir y acceder a programas de este tipo.
Morduchowicz (2000) lo explica mejor desde los principios de “equidad vertical” y “equidad horizontal” para analizar las tendencias de los Estados en América Latina frente a la inequidad de nuestros sistemas escolares. La equidad horizontal asume el mismo gasto por alumno, iguales recursos económicos, igual relación de docente por alumno, etc. (2000:3), mientras que el criterio de equidad vertical asume un financiamiento heterogéneo y priorizado para las poblaciones más perjudicadas por la ausencia de calidad en la oferta educativa.
Mientras que la lógica horizontal no ha tenido efectos concretos en la mejora de la calidad y la equidad debido a nuestra diversidad, bajos recursos y oferta segmentada, entre otros aspectos, diversos autores enfatizan que es necesario atender la especificidad desde una distribución que permita dar a cada quien lo que necesita, y más a los que más lo necesitan (Shmelkes, 2011:50).
Si este horizonte está claro, normado en lo internacional y nacional, ¿por qué nos seguimos demorando? Sin entrar en dimensiones socioculturales que de hecho influyen en la respuesta, un aspecto común en la gestión pública, es la tensión que existe entre la eficiencia y la equidad, que Morduchowicz desarrolla desde la economía de la educación. ¿Es eficiente invertir más en los que están rezagados y que requieren de una atención intersectorial e integral que aparentemente demandaría mayor esfuerzo, inversión y tiempo? ¿Cuáles son nuestras bases como país, para avanzar en esto a largo plazo? ¿Conocemos con claridad las especificidades que deben atenderse? Si nuestras gestiones continúan enfocadas en resultados más bien de corto plazo, seguiremos postergando una verdadera política de cierre de brechas en educación.
El financiamiento de la equidad sí puede ser eficiente. El Minedu está implementando algunas medidas en esta línea, con la finalidad de asegurar la tasa de retorno de la educación, por ejemplo cuando entrega bonos a docentes a cambio de sus desempeños en la mejora de aprendizajes de sus estudiantes, medidos por la ECE, con sus pros y contras. Pero es probable que no se está dimensionando bien el sentido amplio de la educación, porque el instrumento con el que se mide el desempeño no produce la sostenibilidad que se requiere para tener un impacto en la equidad social, no se evalúan y por tanto poco se invierte en los procesos y las prácticas de alto valor innovativo, que instalen resultados de competencias acordes a las demandas de capital humano en una sociedad que prioriza el conocimiento, la creatividad y la innovación como ejes del desarrollo. En esta línea es importante estar atentos a la distribución del presupuesto del Sector, en tiempos en los que se ha conseguido un incremento de aproximadamente 21% respecto del año anterior según Ley nº 30372 del presupuesto del sector público para el año fiscal 2016, anexo 4 (MEF, febrero, 2016), representando el 3,8% del PBI nacional.
Otro aspecto de índole social en relación a la demanda, aunque objeto de otra línea de análisis, es el nivel de ciudadanía empoderada que exige, en su cotidianidad, el cumplimiento de su derecho a una educación de calidad, atendiendo su diversidad y su política regional priorizada, ¿el discurso de la equidad está interiorizado en los propios actores educativos?, ¿cómo comprenden este concepto las comunidades educativas rurales e indígenas, y las escuelas públicas?, ¿qué propuestas inciden en las políticas?, ¿qué espacios de diálogo se están promoviendo para articular las acciones del gobierno central con la ciudadanía y los gobiernos regionales en este tema? Es probable que la discusión nos lleve a una dimensión de análisis en los terrenos de la descentralización y sus niveles de autonomía y capacidad de propuesta e inversión para la equidad, analizando los contextos diversos en que deben producirse los cambios.
Financiamiento de la innovación: Un aporte a la calidad y la equidad
Un criterio intrínsecamente ligado a la equidad es la calidad, que además es el articulador con la eficiencia, para ello es vital comprender las condiciones políticas, económicas y sociales en las que se enmarcan las estrategias para la calidad con equidad. Desde una mirada que articula lo macro (sistema educativo) con lo micro (instituciones educativas), Tedesco (2011:78) sugiere ampliar la mirada a la gestión educativa articulada a la administración pública, y desde allí, revisar la agenda de las políticas educativas, evidenciando seis puntos:
1) la demanda de sentido;
2) la dificultad para cambiar los sistemas educativos en el contexto del “nuevo capitalismo”;
3) el nuevo papel del Estado;
4) la escasez de recursos y el exceso de demandas;
5) la revalorización de la dimensión pedagógica del cambio educativo, y
6) la tensión entre consenso y conflicto para la definición de estrategias de acción educativa
Para concentrarnos en lo que nos toca, sugerimos centrarnos en los puntos 2 y 5, con el fin de reflexionar sobre la contribución de políticas específicas a la innovación e investigación educativa, su correlato de financiamiento y su aporte a la eficiencia de la equidad.
Empezando por lo último, si no existen patrones únicos sobre los que regular el financiamiento de la equidad, que más bien requiere conocer las particularidades de la demanda, el papel del gobierno central es limitado y se requiere fortalecer la autonomía escolar y de la gestión descentralizada en ámbitos que potencien las condiciones de educabilidad y de innovación. Y aquí entramos a esa dimensión pedagógica del cambio que llama Tedesco, y que es necesario para atender la diversidad produciendo calidad. Si revisamos experiencias que han avanzado en la renovación de sus prácticas y procesos, encontraremos que lo que han hecho es fortalecer su compromiso y trabajo participativo, han utilizado las oportunidades de su entorno, han priorizado sus sentidos y sus estrategias, desarrollando competencias como actores y en los estudiantes, para afrontar la exigencia de sus contextos a largo plazo. Una orientación de los sistemas escolares hacia la innovación aporta en dimensiones como: la cultura, la actitud creativa, la exigencia, la atención a la necesidad específica, la especificidad en la estrategia y el enfoque, la educación como un valor en sí mismo y no solo como un fin. ¿Qué efectos tendríamos si esta orientación se asume como política de aporte a la calidad y a la equidad?
El CONCYTEC ha planteado como objetivo de política en innovación, el “fortalecimiento y mejoramiento de la eficiencia del sistema nacional de innovación para la diversificación y desarrollo productivo”, y aunque algunos de los objetivos específicos contribuyen al desarrollo educativo, especialmente en el nivel superior, aún no abordan la dimensión especial que requiere la innovación en educación atravesando todos los niveles y modalidades de la escuela pública desde criterios de equidad. Igualmente, el Minedu ha avanzado en mecanismos de revaloración de docentes y buenas prácticas, sin embargo el esfuerzo aún requiere de mecanismos más sostenibles, descentralizados y de mayor impacto en la ampliación de condiciones para innovar. Y eso es lo que nos toca como Estado. Una política de financiamiento de la innovación en el marco de la equidad, que ofrezca un fortalecimiento especializado, orientado a potenciar lo que algunas escuelas ya están haciendo contra viento y marea.
El financiamiento de la innovación es aún una tarea pendiente, y es importante revisar el rol del Estado para invertir en la línea de investigación e innovación educativa en el Perú, lo que demandaría fortalecer al Fondo Nacional de Desarrollo de la Educación Peruana – FONDEP, que tiene este desafío por Ley, y debatir propuestas como la sugerida en el estudio de Pacheco (2013:197), en la línea de la economía de la educación, sobre “proponer un mecanismo de asignación de recursos al Fondep, basado en los conceptos de equidad horizontal y vertical”.
Continuaremos este análisis y profundizaremos en él en artículos posteriores.
BIBLIOGRAFÍA
De Belaúnde, Carolina. En Las desigualdades en el Perú. Balances críticos. Cotler y Cuenca (editores). IEP. Lima, 2011
Estrategia Nacional para el Desarrollo de la Ciencia, Tecnología e Innovación. Crear para Crecer. Documento de consulta pública. CONCYTEC, 2014.
López, Néstor. Equidad educativa y desigualdad social. IIPE – UNESCO, 2005
Morduchowicz, Alejandro. En Equidad en la educación, N°23. Revista Iberoamericana. OEI, 2000.
Pacheco, G., Gutiérrez, H., Cisneros V., Pinedo Y., Condori H. Equidad horizontal y vertical como criterio para la distribución de recursos financieros del Fondo Nacional de Desarrollo de la Educación Peruana. En Investigación Educativa Vol 17, N° 2, 195-209. 2013.
Tedesco, Juan Carlos. En Calidad, equidad y reformas en la enseñanza. Metas 2021, OEI, 2011.