Desde este rol, puedo observar con comodidad lo que ocurre en el aula. Suelo escuchar experiencias donde quien observa se siente como juez y supervisa, yo prefiero solo observar. Este rol tiene su privilegio, pongo a mis lentes un buen filtro de empatía para comprender que pararse al frente y lidiar con el gran desafío de enseñar y aprender no es nada sencillo. Prefiero poner el foco en los detalles para luego dialogar, este será otro tema para escribir
Son las 8:00am e inicia la clase en un colegio secundario de nuestro país. El maestro Fernando les recuerda a sus estudiantes algunos términos de marketing que les ayuda a comprender mejor el mundo de los negocios y el emprendimiento (“rebaja”, “punto de equilibrio”, “ganancia”, “outsourcing”, “público segmentado”). Menciona a los hermanos Añaños, a Marina Bustamante y a otros emprendedores peruanos, su vida de innovación y perseverancia los propone como modelos que lograron abrirse camino.
Fernando continúa inspirando, conoce bien a sus estudiantes. Usa términos cercanos, bromas y analogías que puedan entender y que parecen estar en el insight del grupo. Parece que la clase llega al clímax, los estudiantes permanecen muy atentos, visualizando la historia que les narra. “Pensé que no podía, que no sería capaz, las condiciones no eran favorables en mi familia, pero me esforcé, me esforcé mucho y logré tener una carrera”.
El maestro Fernando tiene varios recursos, es cercano a sus estudiantes no solo por su trato sino por usar palabras que “los jóvenes entienden”, capta totalmente su atención a través de su forma peculiar de narrar. Con personajes e historias reales reta sus mentalidades e inspira a través de su propia vida, como un referente cercano.
11:30 am. Estoy en otra aula, esta vez disfrutando de una clase de Ciencias sociales con 5to de secundaria. Se siente una atmósfera apacible, maestra y estudiantes se saludan con alegría y respeto, se siente la cercanía. Recuerdan momentos y términos de la sesión anterior y se centra el propósito de la clase: los conflictos sociales. Así transcurren los primeros 15 minutos de la clase.
Lo que sucede a continuación me llama la atención. Se forman equipos, arman frases que se relacionan con el tema. La siguiente media hora, cada equipo exploran las dimensiones de los conflictos sociales, qué significan, cómo se entienden, identifican ejemplos reales. luego exponen para los demás durante 5 minutos.
Sin duda, estas actividades desafiaban a los equipos a organizarse, a comprender y relacionar los conceptos con la realidad a través de casos y ejemplos.
Les fue difícil. Intentaron leer por separado, se entramparon, confundieron los conceptos, copiaron y pegaron en papelógrafos para luego leerlo sin explicarlo. La sensación en los grupos fue la de Meursault en El extranjero, la de estar y no estar en esta realidad.
¿Cómo se relacionan estas historias? ¿qué tendrán que ver con el protagonismo que, se supone, todo estudiante debería tener en su aprendizaje.
La primera historia muestra el desenvolvimiento de un maestro cuya solvencia nos llevarían a pensar que tiene buenas prácticas de enseñanza. Pero ¿Cuánto del tiempo empleado en la clase estuvo centrado en las y los estudiantes?
En la segunda historia, la maestra Roxana desarrolla una sesión centrada en el estudiante para que pueda demostrar sus habilidades. Su rol fue facilitar el ambiente para cederles el protagonismo. Pero no bastó. Hay una cultura que se debe construir de a pocos para que los resultados no sean los mismos, estudiantes receptores y reproductores de información.
El enfoque basado en competencias desde hace algunos años nos invita a renunciar a la mirada del docente como principal postor del conocimiento, a darle voz y elección a nuestros estudiantes. Esta mentalidad no es sencilla de desaprender porque infinitas generaciones han funcionado siempre de esa manera: normalizando y hasta valorando el adultocentrismo.
Cuando el estudiante se interesa e involucra en lo que aprende, cuestiona, investiga, crea su propio camino, relaciona lo que aprende con lo que hay en su entorno, existe. Para esto no hay una fórmula única, exige a los maestros navegar y navegar en búsqueda de las mejores formas de hacer el viaje con cada grupo de estudiantes. Primero hay que desear navegar y atreverse a hacerlo.
Cuando se ha dado ese primer paso y se ha elegido algunas forma de acercarse a ellos, se les escuchade mil maneras, durante las clases, a través de encuestas, grupos focales, conversaciones personales. Entonces averiguamos qué les interesa hoy, qué está en sus mentes y corazones, cuáles son sus intereses, la música, los dibujos animados, las series, los videojuegos, la política, la moda, las redes sociales, la ciencia, la tecnología, el deporte, etc. Recolectamos todo lo que nos ayude a conocerles mejor.
Este proceso nos permitirá identificar sus estilos de aprendizaje, averiguar cuándo, cómo y con qué disfrutan, algo muy necesario de hacer con todos, niños o adolescentes. Una maestra imprimió fotos y a través de un juego de agrupación les fue preguntando a sus niños de 4 años, cómo les gustaba aprender, cómo les gustaría ser evaluados. Se llevó una gran sorpresa: a sus estudiantes les gustaba trabajar en equipo y ser evaluados así, en pares o en grupos. Averiguarlo le permitió repensar sus planificaciones y sus criterios de evaluación.
A la par que vas conociéndoles, vas conociéndote y aprendiendo de este proceso. Puedes ir identificando qué cambios puedes hacer en tu manera de ser docente, en tu planificación y en tu facilitación de clases. Por ejemplo, abrir más espacios como los que abrió la maestra Roxana. Esta puede ser una práctica gradual, no significa que mañana en todas tus clases habrá protagonismo del estudiante. Requieres generar un aura para que el grupo se acostumbre a aprender de esta manera y se comprometa con ella, a no esperar que su maestra les de todas las respuestas, a asumir el desafío de aprender por sí mismos.
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¿Cómo se logra esto? Para empezar, creando acuerdos de cooperación en el aula, promoviendo el trabajo en equipo, distribuyendo equitativamente el trabajo. Además, si una actividad es desafiante, ve con calma y guía el proceso, prioriza la comprensión. Por ejemplo, si van a analizar conflictos sociales, empecemos por analizar cómo tus estudiantes viven los conflictos, en su casa o en la escuela. Eso puede facilitar la empatía con el trabajador de una minera, con un agricultor incluso con un gobernante ante un posible conflicto.
Ahora bien, recordemos a la maestra Roxana en su clase de ciencias sociales. Si a pesar de los espacios de protagonismo que generas, tus estudiantes aún tienen dificultades para expresarse, tendrás que trabajar más para crear la confianza necesaria. No se trata de rendirse y de eliminar los espacios de participación, se trata de allanar el camino para que este desafío encuentre poco a poco mejores resultados.
El protagonismo y la voz les pertenece a nuestros estudiantes. No permitamos que nuestro sistema educativo reproduzca “Sirenitas”, como el personaje de Disney que pierde su propia voz por renunciar a ser ella misma. No hay estudiante que no pueda ser líder, todos son capaces de dar forma a sus vidas y al mundo que les rodea. Tienen fortalezas y un potencial increíble esperando a despertar.
Maestras y maestros, tengamos paciencia, atrevámonos a probar e innovar, somos eternos aprendices de la vida, estos y otros desafíos son una oportunidad para seguir aprendiendo con humildad, curiosidad, creatividad y disfrute.
Lima, 05 de octubre de 2022