Carol Vega / EDUCACCIÓN
“La educación no solo enriquece la cultura…es la primera condición para la libertad, la democracia y el desarrollo sostenible”
Koffi Annan, ex secretario general de las Naciones Unidas
Asegurar la calidad de la educación superior es un reto complejo y difícil, pero no debemos dejar de apostar por ella. Se han cometido errores, no todo ha salido como esperábamos, pero nunca debemos dejar que este reto se desvanezca. Si el quinto objetivo del Proyecto Educativo Nacional referido a educación superior no ha logrado el 100% de sus planteamientos, se puede retomar en la siguiente apuesta al 2036. La aplicación de la ley de Institutos y Escuelas de Educación Superior recién está iniciando y se debe perseverar en ella. Lograr sus objetivos podría suponer convertir estas políticas en políticas de estado para asegurar su sostenibilidad y evitar que cambien según los matices del gobierno de turno.
Muchas veces nos comparamos con diversos países que están un paso o varios más adelante de nosotros, y sí puede ser útil tener como referentes modelos más avanzados de educación básica y superior, como los de Finlandia, Canadá e incluso Chile, pero también sería necesario señalar con claridad, considerando nuestra realidad, qué tan grande es la brecha que nos separa de ellos en los aspectos más medulares y qué pasos estamos dando para acercarnos a ese estándar. ¿Será que estamos cada vez más cerca… o tal vez más lejos?
Para acortar las brechas, debemos poner especial cuidado en la relación armoniosa de nuestras políticas y sus procedimientos con el fin de que estas lleguen al ciudadano de a pie, para poder avanzar de forma homogénea.
Una educación superior con enfoque de desarrollo humano
La educación en los institutos superiores es el talón de Aquiles en la educación superior. Revertir su actual situación requiere perseverancia, constancia y sostenibilidad, pues lograr un sistema educativo superior que tenga como guía al desarrollo humano, que aporte a la felicidad como fin supremo del hombre, como decía Aristóteles hace casi 3 mil años, no es un objetivo de corto plazo. Para Amartya Sen, teórico del desarrollo humano, la educación fomenta el desarrollo, pues no solo logra poder económico sino que garantiza el desarrollo como un proceso expansionista de la libertad humana.
Preguntémonos ahora: ¿qué tan libres son nuestros estudiantes para elegir qué o dónde estudiar con calidad?, ¿qué tanta libertad les otorga la oferta que les brindamos?, ¿podríamos decir tú y yo elegimos qué y dónde estudiar sin sentirnos limitados?
Démosles esa libertad. Apostemos por ella. ¿Sabes qué se necesita? La voluntad para crear las condiciones necesarias y perseverar, sin ceder a intereses.
La formación inicial en pedagógicos y tecnológicos
Es necesario tomar consciencia de la importancia de la formación inicial de todo profesional, es mejor prevenir que invertir después en medidas correctivas y paliativas. Necesitamos programas formativos que respondan mejor a la caracterización de la población ingresante y, entre otras cosas, que partan de una radiografía de su cultura. La educación pública no puede seguir ignorando las diferencias que existen entre poblaciones y regiones.
Si bien es cierto las autoridades tienen el poder de la decisión política, los ciudadanos de a pie somos los que ponemos fuerza y compromiso para que las políticas se concreticen. El actuar de ambos, autoridades y ciudadanos, nos replantearán la ruta que se ha de seguir.
La educación no es solo interés de profesores y autoridades, sino de la sociedad, porque responde a las necesidades de la misma. En ese sentido, la formación inicial de los futuros profesionales ha de responder a sus necesidades, siendo así el primer y el más importante peldaño de muchos que hay que recorrer para mejorar la sociedad en beneficio del ciudadano.
Una experiencia de diseño y actualización curricular bajo el enfoque de competencias en los institutos de educación superior
En el año 2017, participé en una experiencia de diseño y actualización curricular con institutos superiores pedagógicos y tecnológicos públicos, en la cual se desarrolló una metodología pertinente al enfoque de competencias profesionales. Se logró actualizar más de 50 diseños curriculares. Quizá parezca poco considerando que tenemos 826 institutos tecnológicos (454 privados y 372 públicos) y 279 institutos pedagógicos (156 privados y 123 públicos), pero la experiencia fue significativa.
En el caso de los institutos tecnológicos, el enfoque por competencias es más aceptado, pues se ha venido trabajando en esa perspectiva desde hace años. El esfuerzo consistió en actualizar sus currículos bajo la normativa vigente. Sin embargo, la interpretación de los nuevos parámetros no siempre es homogénea, por lo que prevalece la necesidad de contar con asesores especialistas de las carreras que se ofrecen. La comprensión del enfoque tampoco es homogénea entre los formadores, subsisten interpretaciones híbridas a las que se aferran debido al mal hábito de mezclar enfoques.
En los institutos pedagógicos, se trabaja con el Diseño Curricular Básico Nacional según la carrera. Rediseñar sus programas bajo el enfoque de competencias suele generar serias confusiones y resistencias, a pesar de ser el enfoque oficial de su currículo desde hace casi una década. Normativamente hablando, no existe documento que faculte a los institutos a modificar el diseño curricular bajo el cual se rigen. Sin embargo, el currículo oficial no engrana con el perfil de egreso, con sus competencias globales, unidades de competencia y criterios de desempeño (adicionalmente, todos estos elementos no suelen estar redactados como corresponden); y siguen enfocados en áreas y contenidos disciplinarios, sin respetar la correspondencia con el perfil del egresado. Además, el plan de estudios debería reconsiderar las áreas de investigación y práctica desde inicios de la carrera, mas no al final de esta.
Respecto de la infraestructura, recursos y materiales
Si esperamos que nuestros estudiantes puedan insertarse en un mundo globalizado, debemos invertir en infraestructura, en recursos humanos y logísticos, y en materiales educativos. No perdamos de vista que el común de nuestros estudiantes posee bajos recursos, y es lamentable que las instituciones no cuenten con la cantidad suficiente de equipos de cómputo, menos con la conectividad y mucho más aún saber que se dicta la carrera de computación e informática con estas carencias. Así de increíble es la realidad.
Es cierto que un docente competente nunca podrá ser reemplazado por la mejor tecnología, pero también es cierto que las carreras tecnológicas, sin desmerecer la necesidad de los pedagógicos, necesitan equipos y herramientas.
Una cuestión importante a considerar es que los institutos están en la posibilidad de generarse ingresos, y de hecho lo hacen, autofinancian capacitaciones, recursos, materiales, etc. En ese sentido, sería importante empoderar y fortalecer las capacidades de gestión autónoma, brindándoles oportunidades formativas y herramientas normativas que puedan facilitar sus acciones de autofinanciamiento.
Sobre los docentes
En el caso de docentes, es cierto que hay muchas debilidades a nivel pedagógico y curricular, pero también hay fortalezas. La nueva ley de institutos establece una carrera pública para formadores y esto es una gran oportunidad para elevar el estándar profesional del personal y mejorar su condición laboral en base a méritos profesionales.
Es necesario hacer entrar a los formadores en una dinámica de evaluación del desempeño de forma constante, pues más allá de los temores que esto suscita, es indispensable ir construyendo una nueva conceptualización de la evaluación como oportunidad formativa, como oportunidad de mejora, como parte del cambio.
Debemos mejorar significativamente, por ejemplo, en la comprensión y el manejo de una formación en competencias profesionales, para que esas competencias que esperamos lograr en los estudiantes no se queden en el papel o peor aún, sean confundidas y terminen enseñándose solo contenidos teóricos. Aquí una cuestión fundamental para el logro de las competencias es la práctica pre-profesional que es, muy a nuestro pesar, el eslabón más débil de la formación tanto pedagógica como tecnológica, y es necesario recomponerla.
La experiencia ha demostrado cuán necesario es que los docentes formadores conozcan cómo formar en competencias profesionales, algo en lo que necesitarían especializarse. Y no se trata solo de acreditar un posgrado más en cualquier materia. Se trata de una formación específica que brinde enfoques y herramientas para el desarrollo de competencias en personas adultas, como son los estudiantes de los institutos.
Las pugnas de poder, el ancla que te estanca
En las instituciones suelen replicarse los males de la sociedad. Es así que tanto en los pedagógicos como en los tecnológicos puede apreciarse una variable constante, un ancla que no deja avanzar: los conflictos y pugnas por el poder, que producen tensiones y tienen a veces expresiones muy desagradables. Ahora, si no nos llama mucho la atención es porque las hemos normalizado. Sabemos que avanzar exige remar en la misma dirección, pero no es fácil ni ocurre muchas veces.
Trabajar en un clima institucional positivo y colaborativo requiere pensar siempre en el bien común, en el fin último, que es la formación con calidad de los estudiantes. Esto demanda directores líderes, pero también una mejor selección del personal. No obstante, la ausencia de filtros rigurosos de selección del personal se refleja a veces en la vocación de servicio y la identidad con la institución.
Una mirada al balance PEN al 2021, vigente desde el 2007
Cuando empecé a redactar este artículo, busqué referentes en el último balance del Proyecto Educativo Nacional (PEN) al 2021, en la expectativa de hallar un análisis más amplio y profundo sobre las políticas relacionadas con la educación superior. Sin embargo, lo que encontré me ha parecido insuficiente.
Por eso, es necesario hacer un balance general del quinto objetivo no de uno sino de los once años que lleva el PEN de vigencia, más aún si ya se ha encargado la elaboración de un nuevo PEN, para poder identificar aportes, avances y dificultades en todo el periodo ¿Qué funcionó?, ¿qué no funcionó y por qué?, ¿qué estrategias o acciones debemos reforzar?, ¿qué aspectos medulares se pueden haber quedado en el tintero?, ¿qué medidas adoptadas han asegurado la calidad de la educación superior pública desde el año 2007?, ¿en qué medida los institutos públicos han aportado realmente al desarrollo socioeconómico y cultural del país?, ¿cuántos egresados de institutos públicos han gozado de una inserción competitiva en la economía del país o una inserción transformadora en la educación pública? Exploraremos algunas respuestas en próximos artículos.
Lima, 1 de marzo de 2018