Gálvez Ronceros: “La experiencia es madre de todas las cosas”

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José Miguel Silva / El Comercio

Cuarenta y dos años después de su primera edición, “Monólogo desde las tinieblas” –uno de los libros de cuentos más elogiados del narrador chinchano Antonio Gálvez Ronceros—vuelve a la palestra, esta vez bajo el sello Alfaguara.

Un total de 23 relatos que recogen la idiosincrasia de los campesinos afroperuanos, ese mundo del que fue testigo natural el autor nacido en 1932. Y por si fuera poco, los cuentos incluyen ilustraciones hechas por el propio Gálvez Ronceros, un escritor que conjuga de forma pareja humildad, lucidez y talento.

-Usted siempre ha sentido predilección por el dibujo y la pintura. Y esta vez tuvo la chance de ilustrar “Monólogo desde las tinieblas”. ¿Sintió un gusto especial?

Sí, desde que era estudiante de primaria me gustaba la pintura. Creo que la clave para poder pintar es saber dar con el matiz correspondiente, es decir, elegir bien qué colores se combinan para poder dar con determinado tono. Ahora a los niños en primaria les enseñan lo elemental, pero a mí nunca me enseñaron nada. Aunque ya en el tercer grado de primaria tenía cierta intuición. Veía láminas de animales a color y reproducía eso por intuición, casi naturalmente.

-¿Aún quedará en Chincha gente como los personajes que usted dibujó?

Sí, todavía. Aunque el campo en el cual vivieron los afrodescendientes, los negros, ha mejorado mucho. Además, hay que considerar que yo nací en 1932. Y mi experiencia con esta población se dio cuando tenía veintitantos años de edad. Porque si bien es cierto que yo nací en El Carmen, una zona de afrosdescendientes, no me crié ahí porque cuando tenía dos meses mi familia se trasladó a la capital, a la ciudad de Chincha Alta.

-¿Cuánto de Antonio Gálvez Ronceros hay en los personajes de sus cuentos?

Lo que puedo decir es que hay una fidelidad de mi parte a representar lo más exacto posible el modo de hablar de estos personajes. Ese esfuerzo está basado en un conocimiento que tuve en el pasado. Algo mío que también puede estar presente en estos cuentos es el sentido del humor que creo haber tenido siempre, y es un humor fino, valedero, para diferenciarlo de la cosa ‘chabacana’. Creo que “Monólogo desde las tinieblas” atraviesa una especie de tono humorístico que naturalmente brota de las historias y de los personajes sin que ellos se den cuenta. Esa es la clave del humor en la escritura.

-En “Monólogo desde las tinieblas” los cuentos tienen una extensión muy variada. ¿Usted prefiere los relatos cortos o los más extensos?

Ambas opciones obedecen a una necesidad de la historia. A veces, para poder configurar los efectos que uno cree debe tener cierta historia, se puede requerir de una extensión bastante considerable. Pero también puede pasar lo contrario, que sea suficiente una extensión breve.

-Mario Vargas Llosa siempre menciona la verosimilitud como un factor importante del proceso creativo. ¿Coincide en lo vital que es para un relato de ficción ser verosímil?

Eso es básico, porque de otro modo las historias encerradas en un cuento podrían ser una acumulación de absurdos y disparates. Sin embargo, en mi último libro, “La casa apartada”, experimento con la ruptura de esa verosimilitud. Específicamente con el cuento titulado “Un perro en la noche”, en el que, a pesar de que todas las acciones parecen verosímiles, llega un momento en el que el perro (protagonista) habla. Sin embargo, para eso debí antes preparar al lector. (En el cuento), el can mutiló los órganos sexuales de un ladrón que intentó robar los animales de su dueña. Luego el perro le lleva (las partes íntimas del delincuente) a su dueña, para darle a entender que defendió la casa, pero esta nunca lo entiende y, es más, empieza a flagelarlo. Eso es una preparación para que luego el animal grite ¡Vieja de mierda! Que el perro muerda a su dueña probablemente hubiera sido lo verosímil, pero preferí ir por el otro lado.

-En “Monólogo desde las tinieblas” hay un cuento titulado “La creación del mundo”, que relata, de una forma muy curiosa, cómo se generó todo lo que hoy vemos a nuestro alrededor. ¿Cómo fue la construcción de este relato?

Seguí el esquema del (libro del) Génesis que está en la biblia, pero me propuse darle una versión afro, con un lenguaje de negro campesino. Y creo que salió muy bien. Se plasmó la intención de que el lector entienda que quien está dando esta versión (de la creación de todo) es un campesino afro, con su forma particular de hablar. Por ejemplo, cuando dice “e buey con su pecuezo e tronco”; o cuando menciona “el zancudo con su pitito”, en referencia al sonido que emite este insecto.

-También está el cuento “El encuentro”, en el que un niño le dice a su padre haber escuchado que los negros se convierten en gallinazos al morir. ¿Hay aquí un intento aquí por denunciar el racismo?

Partí desde la idea que lo peor que le puede ocurrir a alguien víctima de discriminación racial es que lo sufra en su niñez. Y justamente el protagonista es un niño. Y el título es “El encuentro”… con la discriminación racial. Un menor se ve discriminado. Eso para mí es algo terrible.

-¿Y qué hay del papel del padre, encargado de escuchar el triste relato de su hijo?

Él tiene un papel de esclarecimiento porque su hijo está confundido. Ha escuchado a gente decir que los negros se convierten en gallinazos al morir. Incluso unas mujeres le han dicho eso, y le han señalado que “más atrás, por donde él va a caminar luego, se encontrará con un gallinazo que antes fue un negro”. Eso es terrible. Y el niño se ve obligado a contarle a su padre lo que ocurrió. Entonces, el papá recurre a una comparación y dice: “hay días en que las nubes tapan a la luz del sol y todo se oscurece. Los que creen que ha llegado la noche son los animales. Pero están confundidos, pues sigue siendo de día”. Con esto quiere decir que algunos piensan que hay seres humanos que no son gente. Por eso el padre dice “pobrecitos ellos, que son como los animales que confunden el día con la noche”.

-¿Teme que la literatura afroperuana desaparezca cuando usted ya no esté?

Bueno, yo no sé. Lo que observo es que nadie me ha seguido. Aunque hay una novela titulada “Malambo” [Lucía Charún, 2001]. Creo que se necesita experiencia para poder escribir historias como las que yo escribo. Me atrevo a decir que, si no me hubiera criado en una zona de afro descendientes campesinos, seguramente no habría podido escribir “Monólogo desde las tinieblas”. Quizás algunos crean que exagero, pero para mí es así. Estilísticamente quizás pueda hacerse (algo parecido), pero nadie se atreve porque les falta lo que yo llamo “experiencia vital” en ese ambiente y con esas personas.

-Entonces, sí son fundamentales los recuerdos, la infancia, la adolescencia y demás momentos especiales en la formación de un escritor…

Así es. Son experiencias que, de alguna manera, van a contribuir en cierto tipo de formación para poder afrontar y escribir historias como estas.

-Algunos creen que para empezar a escribir necesitan viajar afuera. Europa, Asia o Estados Unidos, quizás. ¿No está minimizándose la importancia de mirar hacia adentro?

Hay distintas motivaciones, por supuesto. Depende de lo que se quiera. De repente alguien que busca hacer cierto tipo de literatura piensa que para escribir necesita viajar a Europa. Pero la experiencia es, según mi punto de vista, la madre de todas las cosas.

-Finalmente, ¿cuál es el recuerdo principal que tiene de su paso por el Grupo Narración?

En esos años que integré el Grupo Narración me sentí bastante sólido en mi modo de ser y en la postulación de un tipo de narrativa que enfoque los sufrimientos y las luchas de la gente más necesitada. Esa época fue para mí un conjunto de experiencias que considero fortalecieron mi visión sobre la sociedad y el hombre. Y no me arrepiento de ello.

Fuente: El Comercio / Lima, 23 de marzo de 2017