María Teresa Estefanía Sánchez / EDUCACCIÓN
Luego de 36 años el Perú llega a clasificar al Mundial de Fútbol de la FIFA, que en este año se realizó en Rusia. En un país apasionado por el futbol como el nuestro, esto nos da muchas alegrías, en cada partido se vive una fiesta, se comparte con la familia, amigos y compañeros de trabajo, en las calles miles de compatriotas visten la blanquiroja y las redes sociales se llenan de videos con niños cantando, con mano en el pecho, el himno nacional con más entusiasmo que en fiestas patrias. Como es de esperarse, son postales que nos llenan de orgullo y exaltan el amor por nuestro querido país.
El Mundial también nos ha permitido observar aspectos de nuestra sociedad con los cuales deberíamos estar menos orgullosos. Solo por citar algunos ejemplos, en un programa de televisión de señal abierta una panelista le daba consejos a las mujeres televidentes sobre cómo no molestar a tu pareja mientras ve el mundial o la difusión de un video en donde un joven acosa a una ciudadana rusa haciendo que repita palabras con contenido sexual sin que ella entendiera lo que dice. Si bien en ambas situaciones se evidencia el machismo que se vive a diario en el Perú, es alarmante ver como la discusión de ambos hechos se polarizó en las redes sociales, en donde unos los censuraban, pero otros consideraban que eran solo bromas que no hacían daño a nadie, sin poder identificar contenido misógino en ambas situaciones. Tema aparte, es como el contexto del Mundial le permitió al jugador Edison Flores difundir una entrevista con el New York Times hecha hace varios meses atrás, en donde señala que la discriminación es uno de los mayores problemas que afronta el Perú.
Desarrollar habilidades ciudadanas en nuestros estudiantes o su identidad nacional, es bastante más complejo que permitir que todos vayan vestidos con la camiseta de la selección o que se vea el partido en horario de clases. La ciudadanía se construye tanto dentro como fuera del aula, en la salida en los recreos o en actividades como ver los partidos juntos. No es solo un área presente en el currículo, sino son los elementos con los cuales vamos conviviendo en comunidad los distintos agentes educativos. Esto pasa por construir una cultura institucional democrática. Implica que directivos y docentes reconozcan la importancia de desarrollar en los estudiantes la capacidad de analizar el contexto en el cual estamos viviendo, cuáles son los roles que cada uno de nosotros asumimos y si estos se alejan o no de los principios democráticos bajo los cuales queremos vivir en sociedad.
Ante una situación, como la del joven peruano que obliga a una mujer rusa que le dé un beso, es necesario preguntarnos si esto está acorde con los principios democráticos de libertad e igualdad. Si yo me burlo de una persona porque no entiende lo que le estoy diciendo ¿estoy dejando que ella actúe en libertad para responderme? ¿Estoy tratando a la persona que no habla mi idioma como igual? O ¿solo aprovecho la situación para aprovecharme de ella y obtener reconocimiento social en mi Facebook? Si varios de nuestros compatriotas han sido discriminados por su nivel socioeconómico, así como ha señalado Edison Flores, ¿estamos viviendo en una sociedad democrática?
Cuando un programa de televisión señala que las mujeres deben quedarse calladas cuando sus parejas (en donde nadie cuestiona que siempre se trata de parejas heterosexuales) están viendo el futbol, genera opiniones diversas entre el público, es una buena oportunidad para explicar que ante un hecho cada uno de nosotros cuenta con una postura basada en nuestra creencias y experiencias, lo cual se refleja en nuestra propia escala de valores. Por ejemplo, en una familia en donde solos los hombres se reúnen para ver el futbol, mientras las mujeres se dedican a conversar en la cocina, es esperable que los niños de esa familia vean como natural que las mujeres no deben interrumpir o molestar a sus pareja, ya que esto podría traerles algún tipo de reprimenda. Si esto lo extrapolamos a temas que actualmente son polémicos en nuestra sociedad, como la unión civil o el aborto, en una convivencia democrática el disenso estará presente. Y puede ocurrir que, al buscar consensos en las clases, el docente esté pidiendo, a veces de manera autoritaria, que todos los estudiantes piensen igual que él o ella, perdiendo una oportunidad valiosa de desarrollar pensamiento crítico, tan necesario para el desarrollo de una ciudadanía activa.
A diferencia de otras habilidades, en ciudadanía es inevitable que nuestras creencias y valores están involucradas en lo que enseñamos en clase, tal es así, que es necesario que docentes reconozcan y se atrevan a cuestionar lo que consideren correcto. Esto no quiere decir que los docentes cambien sus ideas, sino que tengan presente que para formar ciudadanos críticos y comprometidos con el bien común, es necesario cuestionarse aquello que ya damos por hecho. Por ejemplo, que está bien humillar a otra persona porque no entiende lo que le estamos diciendo. Pueda ser que después de cuestionarse, ponerse en diferentes posturas y comprender los argumentos del otro, al final uno regrese a su idea inicial. En principio, este no es el problema. El punto es comprender que, ante un mismo hecho, cada uno de nosotros puede tener diferentes opiniones sobre cómo quiere guiar su vida. Lo que nos lleva a preguntarnos, ¿todas las opiniones o posturas son válidas? Se respetan en la medida que estén bajo principios democráticos, acordes con los derechos humanos inalienables y se hayan desarrollado en el marco de una toma de posición argumentada. Sin alguno de estos elementos, no se puede garantizar una vida en democracia en donde se respete la dignidad humana, sino que se estarían imponiendo formas de vida según creencias dogmáticas, de forma autoritaria.
Formar ciudadanos no es lo mismo que todos nuestros estudiantes canten el himno o vean a la selección como héroes nacionales. Celebremos que el Perú llegó al Mundial, pero no permitamos que nuestra identidad se construya únicamente con goles. Este Mundial es una buena oportunidad para lograr aprendizajes significativos en nuestros estudiantes y así construir con ellos y ellas las habilidades necesarias para vivir en democracia.
Lima, 05 de julio de 2018