Elías Candia / Cinencuentro
Sin duda, que en la cartelera hayan documentales nacionales tocando temáticas sociales, alternando con otras producciones peruanas como Magallanes y Avenida Larco, es un logro y avance pocas veces visto en nuestra cartelera.
Es para aplaudir el esfuerzo con el que Hija de la Laguna pretende denunciar, informar y concientizar, a comparación de las superficiales contrapartes televisivas, sobre todo noticieros que no tienen el menor escrúpulo en mostrarse parcializados ante un suceso de gran envergadura como lo fue (y es) el conflicto socioeconómico estallado en la región de Cajamarca.
Producciones como este documental son de vital importancia por la voz otorgada a los pobladores cajamarquinos que si bien comparten el territorio nacional, viven en una realidad totalmente ajena a la nuestra (capitalina) tanto en términos de “progreso”, como de cosmovisión. Pobladores que han sido silenciados por los monopolios de los medios de comunicación masivos, reprimidos por las fuerzas del orden e ignorados por la clase política dominante y de turno.
En este contexto brevemente descrito es que se desarrolla “Hija de la laguna”.
El reiterado uso de la palabra “veracidad” a lo largo del filme se da por el tema a tratar, el cual demanda altas dosis de la misma. Se insiste en la “veracidad” pues el tratar un tema tan delicado e importante para el futuro y la identidad de un país exige que, entre sus líneas, se lea la verdad de los hechos para esclarecer toda la desinformación que se manejó y para que estos hechos no vuelvan a repetirse nunca más.
El documental se desarrolla principalmente en Cajamarca, entrelazándose esporádicamente con otras dos realidades: la de los pobladores afectados directamente por el paso de una minera en El Totoral, Bolivia, y la de una diseñadora de joyas en el extranjero quien a raíz de su viaje a la amazonia peruana (Madre de Dios) descubre la realidad de la obtención de su materia prima a mano de los mineros informales, despertando así del letargo que le brindaba la comodidad de su taller. Naturaleza como símbolo de vida retratada en joyas, naturaleza y fricción a la que el hombre la ha sometido.
Los tres tiempos quedan marcados notoriamente. El pasado a través de la devastación de El totoral, el presente que atraviesa Cajamarca por la disputa del oro y, no sé si llamarlo futuro pero sí vemos el propósito de la extracción, la exhibición de lo extraído en una joyería extranjera. No hay necesidad de renombrar los lugares tantas veces, la asociación está dada.
En el segmento principal de la historia, la puesta en escena empleada para acompañar a Nélida, en ciertos momentos, puede llegar a distraer del foco de atención del documental. El tratar de ficcionar la vida diaria del personaje le resta algo de veracidad y contundencia a su contenido, haciendo notorios por ratos los cimientos en los que el documental ha sido construido. Sumado a eso, el recurso de la voz en off utilizado para la comunicación entre Nélida y la laguna, más que poético, produce una sensación poco empática, llegando a sonar por momentos forzado y leído.
Hija de la laguna – chacraContrario a lo anterior es el caso de la puesta empleada en la zona boliviana, en donde se pueden encontrar los puntos más altos de veracidad documental. Ahí los pobladores, con disgusto natural, cuentan lo que ocurrió en su zona. Narran, mientras los vemos en sus zonas de trabajo, con un nudo en la garganta, la forzada decisión de tener que trabajar en la mina para asegurar el futuro de sus hijos. La aridez del paisaje captada correctamente en cuanto a color y forma termina por redondear la atmósfera buscada.
El relato de la diseñadora de joyas es un acierto para representar, en cierta parte, al mercado y a la parte glamorosa del negocio, la que no se pregunta de dónde viene lo que uno consume. Sin embargo, queda cierto sinsabor por no acompañarla lo suficiente para compenetrarse con la transformación que sufre al viajar a la amazonia peruana, y enfrentar la realidad que conlleva trabajar con el tan codiciado oro. En cierta parte se menciona un término del cual no se habló más a lo largo del documental: Oro sostenible. ¿Cuál es ese oro sostenible? ¿Cómo se obtiene? ¿Qué lo diferencias del no sostenible?
Ver a Nélida presente en la marcha por el agua y la tierra en Lima, ver la marcha en sí, ver la brutal represión con la que arremeten los policías hacia los cajamarquinos en su Plaza de Armas al decretarse el estado de emergencia, y ver el impacto ambiental de la minería informal en la selva con los ojos de una trabajadora afín al medio, representan los momentos más fuertes y empáticos del documental, por la cercanía con la que transcurrieron esos hechos, y por lo lejos y desinformados que estuvieron y estuvimos algunos en el momento ocurrido.
Finalmente, pienso que en un conflicto socioeconómico actual como este, es indispensable, para una genuina toma de conciencia y opinión, escuchar ambas partes. La inexistencia de información de la contraparte a la que apela el documental crea ciertos vacíos, en cuanto a contenido se refiere, para entender debidamente una disputa de este tipo. No sería correcto ni justo tomar postura sin haber escuchado la manifestación contraria, por más equivocada que esta sea. El pensamiento crítico presente en cada uno al momento de escuchar los argumentos terminarían por inclinar la balanza, con fundamentos, en este desigual enfrentamiento.
FUENTE: Cinencuentro / 2 de setiembre de 2015