Gonzalo Portocarrero/ El Comercio
En los pueblos awajún los individuos tienen el derecho a cambiar de nombre. Por ejemplo, si Jorge ya no quiere seguir siendo Jorge porque el apelativo no le gusta, o porque los recuerdos asociados a ese nombre le molestan, puede comenzar a decir que se llama Miguel y no responder cuando le dicen Jorge. Estos cambios pueden suceder varias veces en la vida. En todo caso, la sociedad le reconoce a Jorge el derecho a elegir y mudar el nombre que lo representa. En las sociedades modernas esta libertad es mucho más problemática, ya que el cambio exige engorrosos trámites judiciales. Digamos que estamos condenados a ser llamados de una manera que no hemos elegido pero sobre la que somos convocados a desarrollar un orgullo en base a méritos que darán lustre a nuestro apellido y figura… Leer más