Edición 50

Innovar o trascender la normalidad

Las buenas intenciones y la creatividad son una condición necesaria pero no suficiente para innovar en las escuelas

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Vanessa Toribio | EDUCACCIÓN

Movilizarse por Lima puede llegar a ser motivo de estrés. Sea por la congestión vehicular o por la contaminación sonora y ambiental, muchos preferimos andar en bicicleta, una solución eco-amigable y saludable. Sin embargo, son pocos los que se atreven a ir en ella al trabajo, pues las distancias son largas y no quieren llegar sudados ni exhaustos. Es así como la bicicleta eléctrica -cuyo motor se puede activar en los momentos que uno desee- ha encontrado un nicho de mercado tal, que hoy en día varias empresas están desarrollando las Smartbikes: bicicletas eléctricas compactas, plegables, de última tecnología y con un diseño moderno que las convierten en el transporte urbano del futuro. Pero la historia de las bicicletas no siempre fue cuesta arriba. Un ejemplo de ello fue la Itera Bike, una bicicleta de los años 80 desarrollada por la empresa Volvo en Suecia, fabricada íntegramente de plástico. Fue un fiasco comercial debido a la poca resistencia de sus piezas a las caídas habituales de los ciclistas, al punto de hallarse hoy en el Museo de los Fracasos (Museum of Faikure) en Suecia. Por supuesto, la intención era realmente noble, ya que el plástico es más ligero y no se corroe como el metal.

En la innovación pedagógica sucede algo similar a la Itera Bike. No basta ser un docente de buena voluntad y creativo. Hace falta más. Se necesita, por ejemplo, poner atención a las necesidades actuales de los estudiantes de cara al perfil de egreso, interiorizar los procedimientos normados para el logro de competencias, e investigar qué de bueno se ha ensayado ya para lograr un fin como este. Sólo así se podría ir más allá.

Ahora bien, para que una innovación sea reconocida como tal debe demostrar su eficacia, es decir, demostrar que a través de ella se pueden obtener mejores resultados de aprendizaje de los que se logran a través de los procedimientos normados. Si no, como en muchas ocasiones, estimado lector, podemos encontrarnos frente a una serie de actividades atractivas y novedosas, más no innovadoras.  A la Itera Bike, le pasaba esto. El plástico no era más resistente que el metal de la época y tampoco era más eficiente, por el contrario, la bicicleta era inestable y sus piezas se quebraban, con lo cual resultaba hasta peligrosa para el usuario. Eso sí, el diseño era tan atractivo que se convirtió en un producto vintage de culto para coleccionistas, subastado en internet desde 1000 dólares.

Es por ello que urge desde el Minedu contar con parámetros que nos permitan juzgar una innovación en materia educativa como tal. Este vacío propicia que se pueda juzgar fácilmente una actividad pedagógica creativa como innovación, cuando en realidad no lo es. Más peligroso aún es que los medios de comunicación les brinden cobertura, difundiendo y reforzando ideas erradas sobre la innovación en educación.

Hagamos una prueba. Si un profesor deja de escribir continuamente en la pizarra para iniciarse en el trabajo por proyectos con sus estudiantes, ¿es o no es innovador? Si un profesor solicita a sus estudiantes que busquen en internet la biografía de diversos personajes históricos para luego plasmarlas en los perfiles de Facebook, haciendo como si ellos fueran estos personajes, ¿es o no es innovador? Si un profesor inicia un debate de filosofía luego de que los estudiantes ven una película y les pide que para ello expresen su opinión a través de un rap, ¿es o no es innovador?

Es indudable que en los tres casos hay un interés de los docentes por lograr que sus estudiantes aprendan y hasta cierto punto las actividades desarrolladas son meritorias. Sin embargo, no podemos decir que son innovaciones. En el primer caso, el profesor solo ha mejorado su práctica y se ha renovado usando una metodología que está ampliamente difundida para el desarrollo de competencias. Es decir, se ha atrevido a empezar a hacer lo que profesionalmente estaría obligado a hacer. En el segundo caso, podemos decir que, si bien la idea es novedosa porque conecta el interés de los adolescentes por las redes sociales con la historia nacional, sigue reforzando métodos tradicionales de enseñanza expositiva donde los estudiantes revisan textos para registrar y memorizar datos. Podrían llenar una ficha de esos personajes en su cuaderno, pero recurrir al formato Facebook les facilita el recuerdo. En el tercer caso, pasa algo similar al anterior y cabría preguntarse, ¿qué pasa después del rap?, ¿qué pasa si lo que cantan contradice las ideas del profesor o proponen lecturas opuestas de la película?

El problema es cuando confundimos una actividad didáctica novedosa con innovación y no miramos lo que está en la base, que es la pedagogía. Es en la pedagogía donde deben asentarse las innovaciones, en la manera de entender la enseñanza y el aprendizaje en el mundo contemporáneo y las interacciones que se establecen en la escuela.

Partamos de un hecho: para desarrollar un currículo por competencias el profesor tiene que apoyarse en métodos inductivos. ¿Qué significa eso? Que parta de la realidad, de situaciones, de hechos concretos, de experiencias que le son familiares a los estudiantes y que le son significativas, para que a partir de ellas genere reflexión, ensanche sus marcos de referencia y construya conocimiento nuevo. Cuando un profesor utiliza una metodología de ese tipo, sea cual sea la actividad que elija, está desarrollando una metodología típica para el desarrollo de competencias. Hay que fomentar eso en nuestro país para que los profesores aprendan a cruzar la valla curricular. Una vez interiorizada este tipo de enseñanza, los que deseen podrán ir más allá. Entonces innovarán.

El método contrario y al que urge quitarle centralidad, es el método deductivo, donde el punto de partida son las palabras del profesor, las ideas del profesor, la información que brinda el profesor para que los estudiantes copien o repitan. Cuando una actividad pedagógica, por más novedosa que sea, sirve para reforzar este método, no cruza la frontera de la innovación.

¿Cómo agudizar nuestro ojo? Miremos cualquier actividad o proyecto que se desarrolla en las aulas y analicemos qué método está detrás. Si permite que los estudiantes generen conocimientos nuevos a partir de experiencias reflexionadas, estamos abonando la tierra en la cual, con investigación y creatividad, podría germinar una innovación.

Lima, 30 de marzo de 2019

Vanessa Toribio Vargas
Ex viceministra de Gestión Pedagógica y Asesora de la Alta Dirección en el Ministerio de Educación de Perú (Minedu). Psicóloga con más de quince años de experiencia liderando equipos interdisciplinarios para el sector educación en las líneas de innovación educativa, formación docente, EdTech en educación, desarrollo socioemocional, así como en la gestión de políticas, programas y proyectos educativos. Estudió la Maestría en Aprendizaje, Cognición y Desarrollo, y la Maestría en Integración e Innovación Educativa de la Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha sido Coordinadora del FONDEP (Fondo Nacional de Desarrollo de la Educación Peruana), Directora en Perú de la Asociación Internacional Mensajeros de la Paz, Especialista de Formación Docente en el programa Construyendo Escuelas Exitosas de IPAE, entre otros. Actualmente se desempeña como consultora senior en formación virtual, temas educativos e investigación en Enacción SAC, colaborando con diversas organizaciones como Enseña Perú, Unesco, Unicef, Ministerio de Trabajo, entre otros. Es miembro del Instituto Educacción.