Enrique Krause / Letras Libres
Jorge Luis Borges pasó por México a finales de 1978. Inmerso, como estaba, en mis arduas lecturas spinozianas (al extremo insensato de ensayar una biografía del filósofo), la visita de Borges parecía un llamado de la Providencia. Si lograba conversar con él, podría honrar a dos de mis antiguas devociones: Borges y Spinoza. Después de Schopenhauer y Berkeley, Spinoza fue, seguramente, el filósofo más querido para Borges. En sus ensayos y cuentos hay varias menciones a Spinoza que omiten, como acostumbraba el propio filósofo, toda referencia a su biografía y abordan, en cambio, su vasto sistema metafísico. Borges evoca, por ejemplo, la famosa sentencia: «Todas las cosas quieren perseverar en su ser»… Leer más