Patricia del Río / El Comercio
El representante hace las veces de alguien más. Actúa como lo haría el que no está presente. Pero esta regla tan elemental de la democracia se va al cacho cuando nuestros padres y madres de la patria manejan agendas ocultas. Cuando aquellos que nos juraron en campaña que se fajarían por todos nosotros se esmeran en defender los intereses de unos cuantos. Se afanan por sacar leyes y perseguir a funcionarios con el único fin de facilitarle la vida a algún grupete de mafiosos.
Desde hace unas semanas, por ejemplo, asistimos a un hecho francamente insólito: el ministro de Educación ha pasado de ser una estrella a un incompetente. Ha dejado de ser el ministro que todos los candidatos a la presidencia ofrecían dejar en su puesto, a ser el apestado del gobierno anterior. De buenas a primeras, se ha transformado en un inútil al que no le interesan los Panamericanos. Y decimos que el hecho es insólito porque, salvo que la mayoría de ciudadanos nos hayamos perdido de algo muy grave, a Saavedra no se le ha descubierto ningún caso de corrupción, no se le ha levantado el Sutep en huelga indefinida, no se le ha desmoronado un colegio. Nadie dice que su cartera no enfrente dificultades, pero seamos sinceros, el ministro de Educación no enfrenta una crisis real.
¿Es el retraso en los Panamericanos algo tan grave como para hacerlo caer en desgracia? Si por un tema de retraso en las obras pidiéramos siempre la cabeza de nuestras autoridades, Castañeda estaría en su casa y ningún ministro de Transportes o gobernador regional duraría tres meses en el cargo. Resulta cada vez más evidente, entonces, que el avance de los Juegos Panamericanos, que es y debe ser una preocupación de todos los peruanos, se ha convertido en un pretexto para sacar a un ministro que ha llevado adelante reformas incómodas.
Las universidades mediocres que quieren volarse la Sunedu, los que exigen que el gobierno entregue la administración de escuelas públicas a privados o los que quieren su tajada en las licitaciones de los juegos encuentran en Saavedra un obstáculo. Y son precisamente estos grupos que, haciendo uso de su capacidad de “influir” en la agenda de nuestros parlamentarios, convierten el Congreso en un circo donde se disfrazan de causas justas las causas mezquinas de unos cuantos.
Donde los ministros y funcionarios incómodos de pronto se transforman en “inútiles”. Donde los Panamericanos que hasta hace unos meses no interesaban a nadie, se transforman en la gran causa nacional.
Ya pues, señores, un poco más de seriedad: si quieren bajarse a Jaime Saavedra porque interfiere con los negocios de sus amigotes, díganlo fuerte y claro, y dejen de usar el deporte como pretexto: sus poco atléticas y esbeltas figuras los delatan.
Fuente: El Comercio / Lima, 06 de octubre de 2016