Oscar García/ El Comercio
Casi al mismo tiempo que la selección conseguía la soñada clasificación al Mundial de Rusia, otra alegría deportiva quedaba opacada en un país que no se recuperaba aún de la resaca futbolística. A Julio Granda, nuestro primer Gran Maestro Internacional, no lo fueron a recibir miles de personas al aeropuerto en noviembre, cuando llegó al país luego de haber ganado en Italia el Campeonato Mundial de Ajedrez Senior, en la categoría 50 a 60 años. La multitud ese día no pasaba de las diez personas, siendo buenos. Con la humildad que lo señala, Granda (Camaná, 1967) dice que no está familiarizado con ese tipo de cortejos fanáticos. Nadie se hace ajedrecista para recibir atenciones de ese orden.
Una circunstancia difícil y temporal lo ha traído de vuelta al país luego de diez años de vivir en España junto a su familia. Ha venido a ver a su padre, que está internado en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas. Julio se da tiempo para hablar con Somos y es atento en poner los focos sobre el papel que jugó su progenitor en su formación. “Mi papá no me enseñó solo a mover las piezas, me dio toda la base. Por mí hizo un esfuerzo extraordinario porque en el campo, de donde somos, nunca sobra el tiempo. Pero él se hacía de uno los fines de semana y me enseñaba todo”.
Se podría establecer un paralelo entre los principales triunfos de Granda y los del país en el fútbol. Ganó el campeonato mundial infantil en 1980, cuando ya estaba en marcha la campaña que nos llevó a España 82. Con lo de Rusia y su campeonato en la categoría senior no ha sido distinto. A Julio le divierte esa asociación, aunque sea de juego, porque a los 50 años ya se ve al ajedrez de otro modo, de forma más relajada, sin la presión juvenil por ganar siempre. “Entre los 100 mejores ajedrecistas del mundo solo hay tres personas arriba de los 50 años. Ahora siento que entiendo más el juego, pero a la vez cuesta un poco controlar los nervios”. Su futuro ya no está en los campeonatos, reconoce, sino en la docencia. Los tiempos cambian y hay que acomodarse a ellos, dice, mientras se despide para preparar una clase de ajedrez, que dictará a un alumno, vía Skype.
Fuente: El Comercio/ Lima 18.12.17