Edición 101

La construcción colaborativa del conocimiento en los procesos de mejora continua

En los sistemas educativos, la colaboración es esencial para enfrentar las problemáticas que surgen de la diversidad de contextos

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Inspirada por la obra Win-Win de John Dues (2023) y las enseñanzas compartidas en el seminario del Instituto Deming, reflexiono sobre cómo el ciclo del PDSA (Plan-Do-Study-Act) fomenta la construcción del conocimiento, un aspecto clave para el éxito de los procesos de mejora continua en el ámbito educativo.

La calidad en el ámbito educativo se define y transforma a partir de las necesidades específicas de los entornos, lo que añade una complejidad inherente a su realización. En este contexto, la mejora continua se presenta no solo como una herramienta para la optimización de procesos, sino como un enfoque dinámico y flexible que permite una adaptación oportuna a los cambios del entorno y a las necesidades emergentes de los estudiantes y la sociedad. En este sentido, el ciclo PDSA (Plan-Do-Study-Act), también conocido como el ciclo de Deming, se consolida como una herramienta esencial que enfatiza el estudio profundo y la comprensión integral de los procesos, con el objetivo de perfeccionar las prácticas pedagógicas y de gestión de manera sostenible y efectiva.

El PDSA y su aplicación en el ámbito educativo

El ciclo PDSA se estructura en cuatro fases: Planificar, Hacer, Estudiar y Actuar. Es importante destacar la diferencia sutil pero significativa entre el PDSA y el PDCA. En el PDSA, propuesto por Edwards Deming, la “S” representa el término “study” en inglés, lo que implica un estudio y análisis profundo de los resultados para lograr una mejor comprensión del sistema. En contraste, en el PDCA, desarrollado por los japoneses, la “C” representa el término “control”, orientado a la supervisión de los procesos. Esta distinción es crucial, ya que Deming insistía en que la mejora no debía basarse en la supervisión, sino en el entendimiento y la comprensión profunda del sistema.

Dues (2023) enfatiza que el PDSA fomenta un aprendizaje que integra el pensamiento deductivo, reflejado en la planificación y la toma de decisiones, con el pensamiento inductivo, evidenciado en la ejecución y el análisis de los resultados. Esta combinación es esencial, ya que permite que el aprendizaje sea un proceso dinámico, enriquecido por la colaboración y la construcción compartida del conocimiento.

En mi experiencia como educadora, he podido observar que el ciclo PDSA y los sistemas de acompañamiento y monitoreo están estrechamente interconectados. Esta metodología no solo impulsa mejoras en la práctica educativa, sino que también proporciona evidencias sólidas y confiables, fundamentales para la formulación de políticas educativas pertinentes. Por esta razón, los sistemas educativos se benefician enormemente de un enfoque basado en datos claros y consistentes, que asegura una educación más equitativa y de alta calidad.

¿Cómo lograr aprendizajes a partir de los procesos de mejora?

Para que un proceso de mejora continua sea eficaz, es esencial contar con definiciones operacionales claras. Pero, ¿qué entendemos por definiciones operacionales? Se trata de descripciones precisas y estandarizadas de los aspectos que se van a observar y evaluar. Estas definiciones permiten a los equipos recolectar evidencias consistentes, evitando la ambigüedad y mejorando la calidad de la información recopilada. Uno de los errores más comunes en la práctica educativa es basarse en descripciones vagas o generales, lo que dificulta la toma de decisiones informadas y limita la efectividad de las intervenciones pedagógicas.

La creación de definiciones operacionales debe ser un proceso colaborativo. Es fundamental que los equipos de trabajo estandaricen y profundicen en los conocimientos necesarios para que la observación y el acompañamiento sean efectivos. Esta colaboración fortalece un entendimiento común y asegura que la evidencia recolectada sea útil y significativa. En mi experiencia, he observado cómo este enfoque no solo mejora la calidad de las observaciones, sino que también genera un entorno de aprendizaje compartido, en el que la toma de decisiones se fundamenta en un conocimiento colectivo y robusto.

Las definiciones operacionales construidas de manera colaborativa promueven el fortalecimiento de las capacidades del equipo, lo que conduce, a mediano y largo plazo, a aprendizajes y prácticas sostenibles dentro de las organizaciones. Además, fomentan la autonomía y la autopercepción positiva de los miembros, fortaleciendo un sentido de creatividad e innovación que es crucial para el desarrollo y la evolución de las prácticas educativas.

Por tanto, cada iteración del ciclo PDSA, en la que se adaptan o adoptan cambios basados en la evidencia recolectada, permite que los equipos sigan consolidando no solo aprendizajes, sino también fortaleciendo capacidades. Este proceso iterativo fortalece la habilidad de los equipos para analizar, reflexionar y ajustar sus prácticas de manera más efectiva, lo que, a su vez, contribuye a la creación de una Teoría del Conocimiento compartida. Esta teoría no solo enriquece la práctica educativa, sino que también sienta las bases para un desarrollo organizacional más sólido y sostenible.

Es importante resaltar que las políticas educativas se nutren de la información obtenida mediante procesos de mejora continua como el ciclo PDSA. Esta metodología permite que las decisiones se basen en datos reales y específicos, lo cual es clave para crear las condiciones necesarias que aseguren una educación justa y equitativa. Aunque las grandes teorías educativas y la literatura nos ofrecen guías globales valiosas, el conocimiento local, derivado de los ensayos y reflexiones dentro de los procesos de mejora de los docentes en sus aulas, es indispensable para diseñar políticas que respondan a las necesidades reales de las escuelas y comunidades. 

La colaboración como eje de la mejora y la teoría del conocimiento

La colaboración en la creación de criterios y definiciones operacionales no solo mejora la precisión de los datos recopilados, sino que también fomenta un entorno de aprendizaje mutuo y de reflexión constante entre docentes y especialistas. Este proceso colaborativo implica revisar la literatura, consensuar aspectos observables y replicables, y construir un marco común que guíe tanto la observación como la práctica pedagógica.

En los sistemas educativos, la colaboración es esencial para enfrentar las problemáticas que surgen de la diversidad de los contextos y para fortalecer la capacidad de las instituciones de adaptarse a los desafíos. La construcción conjunta del conocimiento permite una respuesta más efectiva y un desarrollo sostenible, garantizando que las prácticas educativas respondan de manera adecuada y equitativa a las necesidades de las comunidades y sus realidades. 

Experiencia práctica: lecciones de una UGEL

Un ejemplo que ilustra la importancia de las definiciones operacionales y la colaboración se dio en un taller que facilitamos desde Educacción para una Unidad de Gestión Educativa Local (UGEL). Durante este taller, trabajamos en la Dimensión 1 del instrumento de monitoreo, que se enfoca en involucrar activamente a los estudiantes en el proceso de aprendizaje. Una de las acciones observables que discutimos fue: “Acciones del docente para promover el interés”. Para que esta observación fuera efectiva, era esencial estandarizar lo que esperábamos ver en el aula.

Definimos criterios precisos, como: “El docente formula preguntas abiertas al menos una vez en cada segmento de la clase”. Esta especificidad no solo mejoró el proceso de observación, sino que también permitió orientar el acompañamiento y la capacitación docente de manera más efectiva. En lugar de simplemente anotar que un docente “no promueve el interés”, se pudo precisar si requería apoyo en la creación de preguntas abiertas. De este modo, las estrategias de acompañamiento y formación se rediseñaron de forma más precisa y relevante.

Conclusión

La colaboración en la construcción del conocimiento es un elemento transformador en los procesos de mejora continua, permitiendo que la práctica educativa avance más allá de la mera implementación de estrategias y se convierta en un espacio de aprendizaje compartido y de toma de decisiones informadas. Definir criterios precisos y operacionales no solo clarifica el camino hacia un análisis más objetivo, sino que también fomenta una cultura de reflexión constante, en la que docentes, estudiantes y especialistas trabajan de manera conjunta para alcanzar una educación de calidad, adaptada a las necesidades contextuales. Este enfoque colaborativo no solo fortalece el conocimiento colectivo, sino que impulsa prácticas más sólidas y sostenibles. Ante este desafío, surge una pregunta fundamental: ¿Estamos realmente preparados para dejar de lado las prácticas individuales y adoptar un enfoque colaborativo que enriquezca la toma de decisiones, fortalezca nuestro conocimiento y promueva una mejora educativa real?

Lima, noviembre de 2024

Kristel Oyola Carrión
Evaluadora Asociada del Centro de Diseño, Evaluación e Investigación de la Educación en la Universidad de Michigan. Gerente general de FUNGLISH PERU. Gestora Educativa con experiencia en implementación de proyectos a gran escala basado en el uso de metodologías activas. Amplia experiencia como consultora educativa para las direcciones de Educación Básica Regular, Innovación Tecnológica en la Educación, Promoción del Bienestar y Desarrollo Docente, y Educación Secundaria del Ministerio de Educación. Fue parte del equipo elaborador del Programa para el Área de Inglés del Currículo Nacional 2016. Con maestría en Estudios Educativos con especialización en Evaluación de Programas y Mejora de la investigación en la Universidad de Michigan; así como estudios de maestría en Diseño y Gestión Curricular e Innovación del Aprendizaje en la UNIFE. Especialización en Liderazgo en la Innovación y Mejora Educativa en la Universidad de Michigan.