La educación combi

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Patricia Wiesse y Gerardo Saravia / Ideele

En los años 90 un chip degenerativo se introdujo en los cerebros de los peruanos. El “roba pero hace obra”, el “sácate tú pa’ ponerme yo”, el “a mí qué chu”. Se multiplicaron las combis, la informalidad, lo chicha. Este pensamiento se infiltró en todas las esferas de la sociedad. En educación se expresó en la proliferación de los colegios “de garaje” en los sectores emergentes, en la satanización de lo público y el endiosamiento de lo privado.

Esto coincidió con un bajón en la calidad de la educación pública debido al ínfimo presupuesto destinado al sector y los bajos resultados académicos de los estudiantes. La consecuencia fue que se produjo un proceso de migración hacia la escuela privada de baja calidad. En los últimos quince años la oferta privada se ha duplicado. Actualmente, en Lima, el 50% de la educación es privada. Solo se han quedado en los colegios públicos las familias más excluidas y cuatro gatos que siguen apostando por esa opción.

Es en los años noventa cuando el boom de la privatización de la escuela empieza su despegue. Las políticas que se implementaron buscaban que el Estado ocupara un rol menos protagónico en la administración del sistema educativo, con el supuesto objetivo de asegurar la calidad de la enseñanza, pues el sector público había demostrado no ser capaz de cubrir esa demanda.

El gobierno de Fujimori impulsó un proceso indirecto de privatización de la educación, a través de una estrategia de liberalización del servicio educativo y la promoción de la inversión privada en ese sector. Para los fujimoristas la presencia estatal debía ser mínima; por ello se mantuvo la reducción del gasto público en educación que venía de la década anterior. Luego, en el año 1996, durante el segundo gobierno de Fujimori, se promulgó el decreto legislativo 882 que promovía la inversión privada en la educación. Es así que muchos inversionistas ponen la mira en el sector: desde pequeños emprendedores hasta consorcios empresariales.

El investigador del IEP, Ricardo Cuenca, se pregunta si la escuela pública en Lima no es ya una institución en extinción.

El imaginario

A menudo nuestras decisiones están influenciadas por estereotipos. En la década de los 80 era muy común escuchar en los mercados la frase “es importado” cuando se ofrecía un producto, y eso de inmediato era sinónimo de calidad. Todo lo nacional era percibido como inferior, y así se desdeñaban hasta nuestros magníficos textiles.  De igual manera, desde hace un buen tiempo, el concepto de que lo privado es lo que mejor ha calado en nuestra sociedad.

El cargamontón contra el rol preponderante del Estado y el tamaño que éste debería tener trajo como consecuencia la privatización a todo nivel: de las empresas públicas, de las grandes obras de infraestructura. Se reforzó todavía más la imagen de ineficiencia estatal, y la idea de que la educación privada- sea cual fuere – es mejor se instaló en el imaginario popular. Además, los presupuestos familiares se readecuaron para incluir una asignación destinada a ese fin.

Las ideas de progreso y ascenso social a través de la educación son de larga data, pero lo que es nuevo es la apuesta a ojos cerrados por la educación privada. Hace medio siglo, por ejemplo, los colegios públicos gozaban de gran prestigio. Era común encontrar a importantes intelectuales enseñando en esos centros escolares, y de ellos egresaban jóvenes que después destacaban en las universidades.

La educación se entiende como una inversión a futuro que va a permitir que las personas tengan más oportunidades laborales, acceso a puestos de trabajo mejor remunerados y que sus familias tengan mejores condiciones de vida. Cuenca manifiesta que “responde a ideas aspiracionales de las familias, así como a un conjunto de certezas que se construyen alrededor del ‘poder’ de la educación para moverse de manera ascendente en los estratos sociales”.

Los padres también valoran las áreas verdes, el pintado, la atención personalizada, la seguridad, el orden, la limpieza y otros aspectos relacionados al buen servicio que es mejor en un buen porcentaje de colegios privados. Los prejuicios se han asentado y es difícil que entiendan que hay colegios públicos muy malos, malos, buenos y bastante buenos.

Este es un fenómeno que ha ocurrido en los países en vías de desarrollo, más no en los países desarrollados en los que el prestigio y la apuesta por la educación pública se mantiene inalterable. Casi en el mismo periodo, proliferaron las escuelas privadas en los sectores urbanos más pobres de países como Ghana, Nigeria, Lagos, Kenia e India .

Ha surgido un mercado de la enseñanza privada con unos costos muy bajos y de fácil acceso para los pobres; escuelas primarias con pensiones bajas debido al deterior de la educación pública.

En cuanto a los resultados de aprendizaje no ha habido consenso. Algunos informes sostienen que las escuelas privadas presentan resultados académicos más favorables y otros dicen lo contrario. Los estudios realizados en Lima Metropolitana demuestran que los resultados son cambiantes.

Por ejemplo, ésta una de las conclusiones de la investigación realizada por Ricardo Cuenca en el año 2013: “Es correcto afirmar que los resultados obtenidos en las escuelas privadas son consistentemente mejores que las alcanzadas por las escuelas públicas. En comprensión lectora los resultados de las escuelas privadas logran duplicar y hasta triplicar los logros de los estudiantes de escuelas non estatales. Con menor diferencia, en el caso de las matemáticas, persiste la mejora de los resultados en el ámbito privado”.

Sin embargo, el mismo investigador sostiene que la calidad de la educación privada no es uniforme y que esos resultados están diferenciados en función del contexto socioeconómico de las escuelas y de los estudiantes. Por lo tanto, la calidad es mejor en los distritos de mayores ingresos. En San Isidro, la diferencia entre lo privado y lo público es de 17,6 puntos; en cambio, en Villa El Salvador, la diferencia es de solo 3,2 puntos.

La buena fama de la educación privada se debe  a un 5% de colegios de  élite  que, de ninguna manera, es representativo. En el otro extremo se encuentran una gran cantidad de colegios que brindan una pésima formación.

El especialista en temas de educación de GRADE, Hugo Ñopo, sostiene: “Hay un grupo de colegios en el medio que no son ni malos ni buenos,  pero existe  un conjunto mayoritario -que puede ser el 50% de la matrícula de educación privada- de bajo costo en el que hay que poner los reflectores y tener cuidado porque puede resultar muy nocivo a largo plazo.  Lamentablemente, los  resultados no se ven en el corto plazo, pero en un par de décadas vamos a estar pagando las consecuencias de permitir una educación de tan mala calidad, especialmente para quienes  tanto la necesitan”.

La ley que incentiva la inversión privada en educación y promueve el lucro le hizo  mucho daño a la educación (somos uno de los pocos países que cuentan con una de este tipo), pues se consintió que se usen razonamientos de mercado  en un tema en el que debe estar excluida esta lógica porque lo pervierte. La educación no es una mercancía que si la pruebas te gusta y te la quedas, o si no la desechas. Esta  elección tiene consecuencias perpetuas.

Hugo Ñopo plantea que en lo que se refiere a la educación, un padre no puede ir de saltimbanquis a ver qué institución le convence, sino que debe investigar y estar muy convencido, ya que, por lo general, es una decisión que se toma una vez en la vida. La calidad de la educación no se revela de manera inmediata, sino muchos años después de realizada la transacción económica.

Una de las características de la educación privada de mala calidad es lo poco que se invierte en ella. Se encuentran colegios con una mensualidad de hasta 70 soles, que hace imposible llevar adelante un proyecto decente. El mismo razonamiento se aplica  a lo público: si se pretende una formación de calidad se debe invertir dinero, y nuestro país está muy rezagado en este punto en relación a sus vecinos.

Perú  destina 1,200 dólares por estudiante al año, que es la mitad de lo que invierte  Colombia, y la tercera parte de lo que gasta México. De igual manera, el porcentaje de PBI que se destina a la educación en nuestro país está 3.8% debajo de Bolivia, Venezuela, Ecuador y Paraguay.

Pero dentro de este marco apocalíptico se asoma una esperanza, debido a  un dato importante que cambia el panorama: en los dos años posteriores a la investigación de Cuenca, la situación se ha modificado ligeramente. En 2015 la Unidad de Medición de la Calidad Educativa del Minedu  presentó los resultados de la Evaluación Censal de Estudiantes y, en primaria, los resultados se inclinan ligeramente a favor de los colegios públicos en el caso del área de matemáticas, y  se ha producido un empate en el área de comunicaciones.

La ECE es una evaluación que se toma tanto a los estudiantes de segundo de primaria como a segundo de secundaria a nivel nacional. Se les  evalúa en todas las materias que tienen que ver con ciencia y lenguaje. Se miden los indicadores concretos como la comprensión de lectura, razonamiento matemático, uso de operaciones para resolver problemas. Y el resultado de esa evaluación es que esos colegios privados no aseguran calidad de la enseñanza.

Esta reversión de las cifras ocurre por dos motivos: un mayor apoyo a la educación estatal, a partir de algunos cambios impulsados en la gestión de la ministra Patricia Salas,  y el deterioro progresivo de la educación particular.

Por lo tanto, luego de 20 años de promulgada dicha  ley,  puede afirmarse que aquello de que la educación privada es mejor que la pública es un mito. Se espera que esta tendencia se consolide  y alcance a la secundaria. Parece que la historia comienza a revertirse.

Billetera mata vocación

Uno de los motivos de la incipiente mejora  de la educación pública en nuestro país es la revaloración de la carrera docente. Sin embargo, en este tema hay mucho más por hacer.  La docencia  sigue siendo el “peor es nada”  de las carreras universitarias. El 80%  de los profesionales en el país  ganan más que un docente. Las cifras son elocuentes: en el Perú el salario de un profesor está en el tercio inferior, en Latinoamérica se encuentra en el tercio medio, y en los países más exitosos en el tercio superior. Un niño en quinto de media que revisa las posibilidades laborales no va a encontrar en el magisterio una opción atractiva, pero si quizás mucho más sencilla. Los puntajes mínimos para el ingreso a  estas careras en las universidades son  mucho más bajos. La competencia por agarrar un cupo dentro de la carrera magisterial es mucho más laxa que en otras.

Pero no siempre fue así. El deterioro se inició  en las décadas  de los 60 y 70 cuando los salarios de los docentes comenzaron a caer. El gobierno de Velasco, que impulsó una reforma educativa de avanzada, fue el mismo que ninguneó a los docentes en el aspecto remunerativo. Aunque la caída más grande de los sueldos ocurrió durante el primer gobierno de Alan García.

Si la educación pública empieza a recuperarse y la educación privada baja en calidad, ¿por qué la tendencia sigue apuntando al incremento de la educación particular? La especialista en temas educativos, Pilar Sanz,ha explorado las distintas razones por las cuales los padres de familia prefieren que sus hijos asistan a colegios privados. Para esta investigación entrevistó a padres de un colegio top de Los Olivos y a padres de un colegio emergente de Villa María del Triunfo. Lo primero que encontró fue una apuesta por lo que consideraban la trayectoria natural de la educación: “Los padres tienen conciencia de que la educación no se acaba con la educación básica, sino que hay una perspectiva  a  futuro y que sus hijos estudiarán maestrías y doctorados tanto en el país como en el exterior. En ese sentido,la educación particular es percibida como la ruta de ese éxito buscado”.

Existen algunos datos que podrían coincidir con esta percepción. En los procesos de selección laboral la preferencia hacia algunas universidades particulares es notoria.  Pero claro, son “algunas”; la data no discrimina las diferencias que existen en una educación que es, mayoritariamente, de baja calidad.

Sobran los argumentos en contra de la escuela nacional, lo cual da pie a que se establezcan relaciones clientelares. La educación es concebida  por el Estado y  por la población como un servicio y no como un derecho.  Los padres sienten que en una institución privada puede exigir porque pagan una pensión, lo cual, en teoría,  no sucede en la escuela pública.

Por otro lado, el tema de la calidad también puede tener significaciones diversas para los padres. Según Sanz, la calidad se  asocia a la infraestructura y al equipamiento de los colegios, pero también a la cercanía de los profesores, al número de estudiantes por aula y a la seguridad, que en los últimos tiempos se ha convertido en la preocupación principal.

Sanz afirma: “Uno de los temas que genera resistencia en los  padres es que a la escuela pública van personas de distinto origen, y ellos consideran que eso es  más riesgoso porque puede existir más exposición a la violencia  y a las drogas. También existe la percepción de que los padres que tienen a sus hijos en las escuelas públicas tienen menos posibilidadde acompañar su proceso educativo, sea por falta de tiempo o por otras razones”.

A pesar de este estigma, un fenómeno positivo ha aparecido en los últimos años: los padres de familia de los sectores emergentes se han vuelto más exigentes. Sea porque el discurso de los últimos presidentes  se ha enfocado en el tema educativo (más de palabra que de acción) o por el cada vez más exigente mercado laboral, ellos están mucho más dispuestos a invertir en la formación de sus hijos. Esta lógica se traduce en el mayor crecimiento de la escuela privada, sin que esto implique una mejora en la calidad.

Frente a ello,  el Estado no ha respondido necesariamente de manera correcta. Desde el año 2013 se han empezado a implementar los Colegios de Alto Rendimiento (COAR). Se trata de una especie de colegios de élite, pero públicos. La enseñanza es de primera calidad y hasta podrían  competir con los mejores colegios privados.

Sin embargo, Pilar Sanz considera que ese no es el camino asdecuado.“Creo que como política de Estado la educación debe mirarse no solo en el aspecto de calidad sino también en el de la equidad, y eso no sucede con las apuestas exclusivas como las de estos colegios. Lo que se tiene que hacer es que reforzar la escuela pública en general ,y eso se debe reflejar en la seguridad, pero también en la formación de estudiantes que  puedan entrar  a  competir en un mercado laboral en iguales condiciones que los egresados de colegios particulares de buena calidad”, añade.

Ofertas de todo tipo

Mientras que por un lado los últimos resultados arrojan que la educación pública ha superado en calidad a la educación privada, la migración de los estudiantes de los colegios particulares a los estatales continúa imparable. Por ello, muchos colegios están en riesgo de cerrar a corto y mediano plazo.

Flor Pablo es la ex directora regional de educación de Lima Metropolitana. En 2014, durante su gestión, se hizo el primer censo de colegios privados en Lima. Dividieron la ciudad en cuadrantes y mandó a 600 personas a barrer Lima. La información que obtuvo es alarmante.

La primera constatación es que hay 10 mil colegios privados registrados en el ministerio, pero además hay un 25% más que no están registrados. Esos son establecimientos informales. Pero los formales tampoco se libran porque el 95% de ellos funciona gracias al silencio administrativo positivo.

Esta es una figura administrativa que nunca debió existir. “La norma fue hecha en los años 90. El plazo para revisar un expediente es de 60 días calendario. Como cada UGEL solo tiene un arquitecto y son miles los expedientes es imposible que se cumplan las revisiones en el tiempo establecido. Al vencerse el plazo, el solicitante tiene luz verde para crear su colegio. Este es un claro de cómo con la cultura combi entró la informalidad a la educación”, afirma Flor Pablo.

En 2015, durante su gestión, no se permitió la creación de más colegios en Lima amparándose en esa deficiencia, pero la ley que permite el silencio administrativo positivo no ha sido derogada. Tampoco las coimas que se pagan para abrir colegios. Flor Pablo precisa: “Sí ha habido corrupción. Descubrimos que se pagaba 4 mil soles por cada nivel. La autorización para abrir un colegio con inicial, primaria y secundaria costaba 12 mil soles”.

Otra de las acciones fue la supervisión y cierre de colegios precarios, que son los que no cumplen con los requisitos dispuestos por el ministerio relacionados al tamaño, infraestructura, ubicación (no puede estar al costado de un grifo). Después de pasar por la revisión de los planos, los documentos de gestión y los pedagógicos. Deben presentar la visión y metodología de su propuesta educativa. Su propuesta curricular debe responder a los lineamientos del ministerio.

Pero hay una falla en la norma que no le permite al ministerio el cierre de los colegios de “garaje” o establecimientos informales. A quienes les corresponde esta tarea es a los municipios por no tener licencia de funcionamiento. Así que tuvieron que hacer un convenio con 14 municipalidades y lograron cerrar 350 de estos locales el año pasado. “Pero a los pocos meses nos dimos con la sorpresa de que todos estaban abiertos nuevamente”, comenta la ex funcionaria. Saquen sus propias conclusiones.

Este trabajo se complementó con una estrategia de revaloración de la escuela pública ante los padres de familia de los colegios que se habían clausurado. El resultado fue que el año pasado 43 mil alumnos dejaron las escuelas privadas de mala calidad y se matricularon en las estatales. También hubo charlas con los directores de los colegios públicos para que entiendan que deben dar un buen servicio, publicitar sus colegios, atraer a los padres.

La dirección regional del Ministerio de Educación se concentró en 300 colegios públicos que están en vías de extinción. Por ejemplo, cada vez menos alumnos se matriculan en el colegio Rosa Pérez Liendo, de la Victoria. Si la tendencia continúa, en 15 años desaparecerá. Flor Pablo agrega: “Hemos trabajado con los directores. En el caso de este colegio, le sugerimos a la directora que lo vuelva mixto. Otro colegio en La Victoria que ha sido transformado y ahora es un ejemplo es el Isabel La Católica”.

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Se deben encontrar soluciones creativas y diferenciadas para cada uno de estos colegios en vías de extinción. Solo si la oferta pública se vuelve atractiva se podrá combatir el perverso mito de la educación privada.

Fuente: Revista Ideele/ Lima, febrero de 2017