Roberto Barrientos Mollo | EDUCACCIÓN
¿Recuerdas alguna experiencia en la que te involucraste tanto que perdiste la noción del tiempo y de ti mismo? ¿Recuerdas una experiencia que fue muy exigente, pero que al lograr lo que te propusiste te sentiste muy satisfecho? Estas son algunas de las características de un estado de flujo o de experiencia óptima. La tesis principal de este texto es que la metodología de la relación de tutoría académica realiza una evaluación formativa simple y de alto impacto, lo que permite a los estudiantes entrar en estado de flujo.
El flow, una experiencia de plenitud
En su búsqueda para comprender lo que es la felicidad, el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi (2012) junto a un equipo de investigadores de la universidad de Chicago, encontró que lo que las personas deseamos es vivir lo que él llama experiencias óptimas. La felicidad no es un fin, es el fruto de un estado. Por lo que, si se la busca como fin en sí mismo, no se la encuentra. Lo que se tiene que buscar es vivir es estados de plenitud máxima. Las experiencias óptimas nos permiten vivir estados de flujo (flow).
Las experiencias óptimas se definen como…
una sensación de que las propias habilidades son adecuadas para enfrentarse con los desafíos que se nos presentan, una actividad dirigida hacia una meta y regulada por normas que, además, nos ofrece unas pistas claras para saber si lo estamos haciendo bien. La concentración es tan intensa que no se puede prestar atención a pensar en cosas irrelevantes respecto a las actividades que se está realizando (2012, p. 115).
En esta actividad “la conciencia de sí mismo desaparece, y el sentido del tiempo se distorsiona” (115). Además, el nivel de gozo en la experiencia es tal que “las personas desean realizarla por sí misma, y se preocupan poco por lo que van a obtener de ella, incluso aunque la actividad que realizan sea difícil o peligrosa (115). Esta experiencia es posible vivirla desde cosas tan simples como comer, mirar, actividades físicas hasta niveles más profundos y trascendentes. Cicerón decía, define el fin y todo se ordena.
Lo que Csikszentmihalyi define como experiencia óptima o estado de flujo es el estado en que se vive cuando se está aprendiendo en profundidad. Por lo que es un estado hacia el cual debemos tender todos en educación y hacia donde deben de dirigirse todos nuestros esfuerzos.
En la definición planteada aparecen tres elementos para que ocurra un estado flow o de flujo: 1) Un desafío, 2) Una habilidad y 3) la retroalimentación continua. Una buena experiencia de aprendizaje debe tener estos tres elementos. Debe ser una experiencia donde nuestras habilidades actuales son desafiadas dentro de unas reglas de juego claras. Todo lo dicho está en consonancia con la «zona de desarrollo próximo» que planteaba Vigotsky (1999).
La evaluación formativa
La retroalimentación o evaluación formativa es la respuesta a la pregunta “¿Qué tan bien estoy haciéndolo?”. Para ello es necesario tener en claro las habilidades actuales de la persona, para así poder desafiarla a un nuevo nivel. Este empate entre habilidades actuales y desafío es crucial para el buen aprendizaje. Como se muestra en la figura 1 cuando la habilidad es menor y el desafío es alto, la persona entra en estado de ansiedad y angustia, es decir no aprende. Algo similar ocurre cuando la habilidad es alta y el desafío es bajo, se entra en estado de aburrimiento. El buen docente ayuda a que la persona entre en el “canal de flujo” (figura 1) en el que se tiene el nivel de habilidad necesario para enfrentar el desafío.
Figura 1. La complejidad de la conciencia se incrementa como resultado de las experiencias de flujo (Tomado de Csikszentmihalyi, 2012).
Para que ocurra un enganche con las experiencias de aprendizaje, el docente debe poder conocer finamente el estado de las habilidades del estudiante (evaluación diagnóstica) y ofrecer información en el momento sobre qué tan bien lo está haciendo (evaluación formativa), con información relevante en tiempo real, es decir en el momento en el que el estudiante lo necesita. Solo de esta manera habrá aprendizaje real en él y no caerá en la zona de aburrimiento o ansiedad.
Lamentablemente, un docente con 35 a 40 estudiantes no puede lograrlo por más esfuerzos que haga, por más pruebas que corrija, no podrá ofrecer retroalimentación en el instante preciso en el que lo necesita el estudiante. Esta es una de las razones por las que los videojuegos son altamente atractivos para las personas. Presentan un desafío determinado con niveles iniciales de dificultar de manera que el jugador va aumentando sus habilidades progresivamente. Algo que tienen los videojuegos y que en educación no se lograr hacer es que ofrecen retroalimentación inmediata. De esta manera el jugador se “engancha” con más y más desafíos. Es decir, el videojuego satisface una necesidad natural de las personas de aprender una habilidad y desafiarse en ese dominio. Lamentablemente, muchos de los videojuegos, si es que no la mayoría, no están diseñados para desarrollar las competencias del siglo XXI (creatividad, carácter, comunicación, pensamiento crítico, ciudadanía y trabajo colaborativo).
La relación tutora
Una metodología que, a mi parecer, permite vivir estados de flujo en las habilidades académicas, es la relación de tutoría académica. A continuación, desarrollo cómo se vive esta evaluación formativa en la relación tutora.
La relación tutora se define como el proceso de acompañamiento personal en el que una persona que domina un tema específico acompaña a una persona que desea aprenderlo. En esta definición hay que rescatar tres elementos: 1) La relación personal, si es posible uno a uno en educación, las personas hoy en día más que antes necesitan vínculos, 2) Dominio comprobado de una temática y 3) Libertad de aprender. Es una estrategia de la «simplejidad»(Kluger, 2008), dos principios simples, pero que impactan en desafíos complejos.
El primer momento en la relación tutora es la libertad de elección. El tutor (puede ser un alumno o docente) que domina un conjunto de temas variados (comunicación, matemática, ciencias), llamado catálogo personal, los ofrece al tutoriado para que, en libertad, elija el que más le interese. En segundo lugar, empieza una conversación sobre el nivel de dominio de esa habilidad (evaluación diagnóstica). El tutor va escuchando, tomando nota y dialogando. Luego de esa introducción presenta el desafío y deja que el tutoriado lo vaya resolviendo solo.
El investigador de la universidad de Harvard Richard Elmore (2016) ha observado esta metodología y anotado que la clave es “la mirada”. La mirada atenta y respetuosa del tutor con el tutoriado. El tutor trata de leer en el rostro del tutoríado, sus procesos mentales, sus zozobras y sus aciertos para poder ayudarle y ofrecerle la ayuda y retroalimentación necesaria, sin darle la respuesta al desafío. Como me dijeron las jóvenes del colegio Vicente de Dios en Tepic (México), uno le va ofreciendo “andamios” al tutoriado (ver las entrevistas del video). La retroalimentación busca ofrecer andamios para que el estudiante vaya desarrollando de manera autónoma sus propias estrategias mentales y logrando el dominio de la habilidad.
En mis experiencias de estos meses tutoriando a docentes de primaria y secundaria, ha sido clave el estar atento al proceso interno de la persona y salir al encuentro de sus necesidades cuando ya no puede solo. Una herramienta que ayuda al tutor en su proceso de aprender a tutoriar mejor es desarrollar un “registro de la tutoría”. Es un cuaderno en el que uno va anotando sus reflexiones y aprendizajes sobre los distintos procesos y dificultades que tiene la persona que uno tutoría, para poder acompañar mejor en el mismo tema a otra persona. Esta mirada atenta ha permitido salir al encuentro de las necesidades del tutoriado y ofrecerle los andamios necesarios en su proceso de aprendizaje.
La simplicidad del método hace que pueda ser realizado por estudiantes de primaria y secundaria. De manera que llega un momento en el que todos los estudiantes tutorían a otros estudiantes con temas de alta complejidad académica.
Como se dijo más arriba, los únicos principios no negociables son dos: 1) El aprendizaje se da en una relación personal (vínculo) y 2) el que enseña domina ese tema y el otro quiere aprenderlo. Si bien estos principios son de este modelo, pueden ser extrapolados a toda acción pedagógica.
En el video me gustaron las respuestas simples y potentes que dieron las tres estudiantes: 1) en el aula me aburría y me enfadaba, 2) Elijo dónde aprender, puesto que la mayoría se cansa de estar en el aula y 3) Aprendo lo que yo quiero, la libertad en el aprendizaje. En el momento en el que se hizo la entrevistas, el colegio de las estudiantes tenía solo dos meses implementando esta reforma pedagógica. En dicha reforma estaban insertas la totalidad de escuelas secundarias del estado, cerca de 556 escuelas.
Esta estrategia ofrece esperanza para el cambio del sistema porque estas 556 escuelas secundarias muestran que es posible el cambio a gran escala, un cambio basado en una pedagogía dialógica y centrada en el estudiante en la práctica y no en el discurso, como ocurre en la mayoría de países. Nos muestra que el cambio se puede hacer si simplificamos radicalmente la pedagogía y todos sus dispositivos, entre ellos el currículo y su andamiaje técnico normativo. La simplicidad es más poderosa de lo que se piensa. Ahora toca a los líderes educativos explorar pedagogías como esta, simples, pero potentes y que empoderen e involucren la mente, los corazones y acciones de los docentes.
Lima, 10 de febrero de 2020
Referencias
Csikszentmihalyi, M. (2012). Fluir: Una psicología de la felicidad. Editorial Kairós.
Elmore, R. (2016). Reflexiones sobre la contribución de la Tutoría al futuro del aprendizaje.
Kluger, J. (2008). Simplexity: Why Simple Things Become Complex (and How Complex Things Can Be Made Simple). Hachette UK.
Vygotski, L. S. (1999). Pensamiento y lenguaje: teoría del desarrollo cultural de las funciones psíquicas. Fausto.