Luz Rosio Quispe Narváez | EDUCACCIÓN
Érase una vez, una etapa en la educación peruana en la que los maestros planificábamos plácidamente a través de unidades didácticas. En casa, después de noches de desvelo o tardes largas, con un café al lado, por fin estaba lista la dichosa unidad de aprendizaje, que era la más utilizada, y que guiaba todo un mes de trabajo con los estudiantes. Pareciera que dominábamos los esquemas y secuencias y las cosas fluían tan tranquilas en el aula.
De pronto, un buen día aparece una encantada: “Experiencia de aprendizaje”, queriendo incorporar en las aulas una suerte de movimiento para poder ayudar a maestros y estudiantes, y todos empezamos a tratar de averiguar sobre la tan afamada.
Ella llegó muy novedosa y arreglada, con lecturas de presentación de sus padrinos Perrenoud, Masciotra y otros, que iban realizando una introducción a su esencia, con propuestas de aprender haciendo y una secuencia dada. Apenas estábamos tratando de comprenderla, y de repente nos tuvimos que esconder por una pandemia dada.
¿Y ahora qué hacemos? ¿Cómo enseñamos a distancia? Allí vienen a salvarnos y nos presentan a la encantada muy lista para aplicarla; y casi todos los maestros dispuestos, en cada rincón de la patria empezamos a implementarla sin mayor reflexión y agradeciendo que ya no nos quedamos en la nada.
Seguir la secuencia sugerida, tomar el problema de una ciudad alejada, hacer muchos trípticos y productos con tal o cual detalle según la encantada. Aquí y allá la experiencia de aprendizaje se fue instaurando en cada casa, en cada espacio de cada aula; en los lugares más lejanos de nuestra amada patria empezó a reinar la encantada… Mecánicamente fluía para guiar la enseñanza.
Pero un buen día alguien se puso a averiguar: ¿Tanta belleza era real? ¿Acaso habíamos encontrado la fórmula mágica? ¿Cuál era su real dimensión? Estas y otras preguntas hallaban respuestas, mientras tanta belleza y encanto se desvanecían, porque no tenía una fórmula mágica, porque había sido maquillada, arreglada y presentada como una salvadora que a todo le atinaba.
Entonces supimos que Dewey, quien desarrolló la propuesta de aprendizaje experiencial, es el padre de la encantada. He aquí lo que afirmó: “Toda auténtica educación se efectúa mediante la experiencia”, pero al mismo tiempo advirtió que no todas las experiencias son verdaderas o igualmente educativas. El padre de la encantada la tenía clara.
La aplicación del aprendizaje experiencial en la enseñanza se conoce como el enfoque de “aprender haciendo” o “aprender por la experiencia”. De ninguna manera se restringe a un saber hacer rutinizado e irreflexivo, ni a una pedagogía del activismo sin sentido, a las que en ocasiones suele reducirse; por el contrario, propone como punto central el desarrollo del pensamiento y de la práctica reflexiva.
La encantada no es una princesa rígida, tiene muchos dotes para ayudar a lograr que todos aprendan. El maquillaje que la adornaba ha caído; después de haberse bañado en las aguas cristalinas del conocimiento y la teoría que la sustenta, ahora está desnuda, entera y dispuesta a ser aplicada con la plasticidad que la caracterizaba.
De hecho, tiene muchas cualidades: plantea situaciones retadoras, auténticas, a partir del conocimiento de las características y necesidades de aprendizaje de los estudiantes, que desarrollan el pensamiento complejo; ella es muy abierta y democrática, acepta que la retoquen los docentes de principio a fin, o que propongan su vestuario los estudiantes o sea arreglada por ambos. Acepta que le incluyan los caminos que va a recorrer con pasos establecidos por metodologías activas y constructivas.
Lo que ella no acepta es que la roboticen, lo que ella no acepta es que la endiosen y la pongan rígida. A ella le gusta ser abierta, flexible, llena de sorpresas auténticas y le gusta motivar hacia la obtención de productos, a plantear propuestas, a analizar casos reales o simulados, investigar; le gusta que se preparen antes de encontrase con ella. También acepta que la evalúen de principio a fin y que aprovechen su actuar para reforzar los aprendizajes.
La princesa se ha desencantado, ella se ha liberado del traje rígido, y todos la admiran y están pensando cómo presentarla y aprovechar sus bondades por la mejora de los aprendizajes. Ella está muy dispuesta a llegar a las aulas con diferentes trajes llenos de preguntas abiertas.
Tarapoto, 12 de abril de 2022
Bibliografía
González-González, C. (2012). Aprender de la experiencia y competencias: aprendizaje y servicio. Estilos de Aprendizaje: Investigaciones y Experiencias: [V Congreso Mundial de Estilos de Aprendizaje], 1–10. Santander. Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4644809