“La infancia es el tiempo en el que descubres el horror”

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Enrique Planas / El Comercio

Escribir sobre la infancia: recordar las alegrías que ya se han ido y reconocer los traumas que permanecen. El escritor colombiano Guido Tamayo (Bogotá, 1955), parte de la delegación de autores colombianos que harán suya la XXI Feria Internacional del Libro de Lima, llegará para presentar “Juego de niños”, una novela sencilla, honda y poética. En ella, el autor, comunicador y gestor cultural, recupera la infancia de los cuatro protagonistas y nos revela el incendio que definirá sus vidas adultas.

Familias disfuncionales, violencia doméstica y una muerte sin explicación: con este libro Tamayo advierte sobre una guerra que permanece en los hogares colombianos y para la que el gobierno no ha redactado aún ningún tratado de paz.

—En tu novela, la infancia se presenta como territorio del sufrimiento. ¿Por qué?
El tono de la conversación con nuestra infancia siempre será descarnado. Yo quería conversar con mi infancia de la forma más sincera posible, así me significara dolores de cabeza. Toda búsqueda en la infancia, si es sincera, produce desgarramiento. Es imposible pensarla como el terreno del idilio y de la alegría más dulce. Si bien es una época entrañable, la infancia es también el tiempo en que descubres el horror. Un horror que se muestra en la violencia familiar, la dureza de la calle o ese espantoso abuso del poder que es el ‘bullying’. Es un error de los adultos querer endulzar esa época.

—Desde la perspectiva infantil del narrador de la novela, vamos descubriendo cómo opera la violencia en los hogares. ¿Cómo se vive la violencia doméstica en Colombia?
De una manera terrible. Aquí se habla de la firma de la paz entre el gobierno y las FARC, pero yo pienso que el tema pendiente más duro para la sociedad colombiana es resolver el problema de la infancia. ¿Qué es lo que pasa en los hogares colombianos? Pues una violencia en todos los hogares, sean de familias ricas, clase media o pobres. La presencia de la violencia tiene que ver también con el conflicto armado, con las desigualdades, con el machismo y el patriarcado. Es algo alarmante, porque el niño afectado por la violencia luego va a contribuir a reproducirla.

—¿Es un problema dentro de la propia institución familiar?
No necesariamente. La familia es como la democracia: aún no se ha inventado nada mejor. Pero tenemos que cuestionarla y perfeccionarla. Este país tiene que preguntarse muy seriamente sobre el futuro de su infancia. El maltrato, la agresividad contra los hijos, es algo nefasto. Mientras tanto, dentro de las familias se intenta ocultar el dolor.

—En la novela el juego tiene una fuerte presencia. ¿Cuáles son las similitudes entre el juego infantil y el proceso de escritura?
Fernando, el niño protagonista, debido a su incapacidad para expresarse se relaciona con un diccionario. Con él descubre el valor de un juego apasionante: preguntarse sobre el sentido de las palabras. Los escritores nos pasamos la vida buscando en el diccionario la palabra que atrapa un sentido, pero puede pasar que no la encontremos. Y allí nos desesperamos. La idea de un niño que empieza a aprender el mundo a través de las palabras se parece al oficio del escritor. Cada escritor aprende el mundo buscando el sentido de las palabras, pero siempre terminamos fracasando porque el lenguaje no es suficiente para expresar los sentimientos. No alcanza para encontrar la verdadera dimensión del dolor.

—Además de escritor, eres un importante gestor cultural. En Colombia, un país que ha apostado por la construcción de bibliotecas como política de Estado, la literatura resulta importante para la gente. ¿Cómo se ha alcanzado este logro?
En Colombia solemos quejarnos permanentemente sobre el estado cultural del país. Nos hemos dedicado a decepcionarnos de lo que sucede. Por eso, desde fuera resulta más fácil darse cuenta de los logros. Por fortuna, para este país la cultura es un medio para sobrevivir. La cultura popular es la que nos salva. Lo que está sucediendo en las regiones en Colombia es impresionante. Claro, puedes quejarte de que el 70% de librerías esté en Bogotá, pero el trabajo que se ha hecho en el país para promover la lectura es serio y va dando resultados poco a poco.

—¿Cómo surge la voluntad política para construir bibliotecas en todo el país?
Es un proceso que tiene cerca de 20 años de historia. La gente es cada vez más consciente de que leer tiene sentido. Es un proceso lento y difícil que sigue avanzando. Por supuesto, los políticos van y vienen, demagógicamente aprovechan y capitalizan el tema de las bibliotecas públicas, lo que termina desprestigiándolo. Sin embargo, allí están las bibliotecas, llevando cada día a más gente.

—¿El actual ‘boom’ de la literatura colombiana es producto de ese proceso de 20 años?
Pienso que sí. La literatura colombiana, con su enorme diversidad y voces distintas, viene mostrando una notable renovación.

LA FICHA
Título: “Juego de niños”
Autor: Guido Tamayo
Editorial: Penguin  Random House
Páginas: 160