José Luis Gargurevich | EDUCACCIÓN
Así como el lenguaje es un instrumento que construye una noción de realidad, las instituciones son los instrumentos para que una política pública se haga carne.
Y, pues, nada hemos hecho en los últimos años por reformar las instituciones. Son de esas decisiones que no se tomaron NUNCA, que se rezagaron SIEMPRE bajo el discurso de “eso hace mucho ruido”, “eso va a detener la gestión”, “vamos a asustar las inversiones” y demás. Cuántas reuniones de cuántas gestiones de cuántas entidades son tristes escenarios donde se usaron (y se respaldaron) esas expresiones para quitar de la agenda las transformaciones institucionales.
En la gestión de las políticas públicas hay ciertas máximas en las que hay que insistir siempre: no hay política sin instituciones. Las medidas urgentistas no se mantienen, se disuelven si no encuentran organizaciones que las sostengan.
Hasta hace 6 años, no había expresión de una autoridad dentro del Ministerio de Salud en materia de salud pública. El Viceministerio de Salud Pública es una figura reciente, y en su momento, altamente postergada porque atentaba contra el status quo de un Sector tradicional. El Centro Nacional de Control de Enfermedades es aún más joven: no tiene ni 4 años de creación. Es decir, si esta pandemia hubiera llegado años atrás, ni siquiera habría habido funcionalidad que la aborde.
En Educación vivimos un escenario más atrasado aun: desde hace décadas la ausencia de interlocutores institucionales para medidas de alto calibre es manifiesta: tantos años ya sin una institución autónoma para la formación y la evaluación docente[1]: “no es necesario, desde el Ministerio podemos hacerlo, es una cuestión de presupuesto”; tantos años ya sin una institución de alta especialización para la evaluación de la calidad educativa: “no hay problema, la Unidad de Medición de la Calidad funciona muy bien así como está, no hay conflicto ni amenaza que pertenezca a la misma entidad a la que evalúa”; tantos otros años ya sin un Viceministerio de Educación Superior y sin una autoridad independiente que autorice el funcionamiento de los Institutos, como lo es SUNEDU para las universidades. Y así podemos seguir.
Frente a propuestas avezadas de cambio, se suelen tomar las decisiones más tibias, erráticas y superficiales al momento de resolver los grandes nudos de la organización del Estado
Hoy el Estado se organiza desde su propia visión de una oferta sectorizada y no desde las demandas de los sujetos a los que atiende: Así, para un mismo problema, hoy llegan soluciones como ministerios existen. Allí donde se divide una medida en 15 sectores, hay 15 (micro)presupuestos, hay 15 ejércitos de personas que no se miran entre sí, hay 15 logos, 15 bonos, 15 banderolas institucionales, hay 15 maneras diferentes de hacer las cosas, y hay 15 oportunidades diferentes para la discrecionalidad, la corrupción y la ineficiencia. Y, claro, también hay 15 vacíos que como no encuentran dueño, son tierra de nadie. Y entonces hay 1 ciudadano tratando de hablar con 15 ventanillas.
El diseño de las organizaciones condiciona la existencia y la instalación de las políticas. Allí donde no existe una organización legítima que ponga en agenda un tema de importancia para los ciudadanos, no habrá políticas sobre ellos. Es decir, hay ciudadanos con demandas sobre las que no hay con quien hablar. O las hay, pero todas fraccionadas o dispersas, que se encuentran para coordinar en reuniones, pero no pueden articular su funcionamiento en el mismo territorio.
Pues es ya un momento de poner las reformas en la mesa y sacarlas del mediano plazo. Necesitamos ministros, ministras, autoridades, legisladores, funcionarios que se resistan a la postergación de lo esencial, que pongan en marcha nuevas arquitecturas de trabajo multisectoriales, que no lleguen a sus puestos a poner el piloto automático. Que para eso ya pasaron demasiados años de pusilanimidad. Que muchos países de la Región ya tomaron esas decisiones, y nosotros, aún ninguna.
Necesitamos que sean (y que *seamos* desde donde estamos) valientes, atrevidos, con el carácter y el corazón para liderar las reformas más sustantivas del Estado, para dejar de rezagar lo que hoy hubiera sido vital para reducir los daños de esta tragedia.
Lima, 6 de julio de 2020
NOTAS
[1] La evaluación docente es un excelente ejemplo para lo que aquí tratamos. Hace 8 años recién se crea un órgano a cargo de la Carrera y la Evaluación Docente, y es ese órgano el que dirige hoy la implementación de los procesos de la carrera magisterial y la evaluación docente. Hasta ese momento, era una unidad de recursos humanos de tercer nivel administrativo para todo el territorio nacional.