Alex Ríos Céspedes/ EDUCACCIÓN
Con resolución ministerial de fecha 25 de setiembre del 2017, el Ministerio de Educación suspendió las evaluaciones de estudiantes a realizar este año a los alumnos de segundo y cuarto grado de primaria, y de segundo de secundaria. La razón detrás de esta decisión sería la de concentrar los esfuerzos en la recuperación de clases después de los efectos de la huelga docente y el niño costero. Para varios, no tendría sentido evaluar a los estudiantes dado que está previsto que los resultados serán muy pobres. Para otros, la evaluación no debió suspenderse aún a pesar del contexto difícil del año.
Para entender bien la decisión, hay que tener en cuenta los fines y metodologías de la evaluación de estudiantes. Un primer fin de la evaluación es poder informar a los padres de familia sobre cómo van sus hijos en el logro de aprendizajes. Para ello, se necesita información de cada estudiante, lo cual se logra a través de un censo. Los censos de estudiantes -llamadas evaluaciones ECE- se han realizado de manera ininterrumpida desde el 2007. Se ha cumplido 10 años de evaluaciones censales. En la evaluación censal, el ministerio evalúa a cada estudiante de segundo grado de primaria, por ejemplo, y distribuye los resultados a cada docente y a cada padre de familia. Se espera que a partir de ello, se establezcan metas a nivel de cada estudiante, cada clase, cada escuela con el objetivo de mejorar el aprendizaje al siguiente año.
Un segundo fin tiene que ver con la toma de decisiones políticas. La información se convierte en evidencia útil al ministerio y los gobiernos regionales para decidir dónde invertir y en qué invertir. Para este fin, no se requiere realizar un censo sino basta con realizar una muestra representativa con rigurosidad estadística. Aunque siempre se han hablado de evaluaciones censales, los resultados que se presentan año a año se basan en una muestra representativa que se realiza del censo y que es llamada “muestra control”. Por lo tanto, para tener un termómetro de lo que ocurre con los aprendizajes de los estudiantes no es necesario un censo sino basta con una muestra aleatoria. Los censos, por otro lado, son operativos que implican una logística compleja y un presupuesto muy alto, cuyos impactos no tenemos mayor certeza.
Concentrarse en realizar censos, ha limitado la posibilidad del ministerio en evaluar otros grados. Por ejemplo, recién desde hace dos años, se ha empezado a evaluar a segundo de secundaria. Antes de ello, no teníamos evidencia concreta de qué estaba pasando con la educación de los adolescentes. Por ello, más que invertir recursos en realizar evaluaciones censales de unos pocos grados, se requiere realizar evaluaciones muestrales de más grados, más áreas y mayores factores asociados. Esto sólo es posible, en términos de costo-eficiencia, si se realizan casi a exclusividad evaluaciones muestrales. Esta decisión, por supuesto, deja a un lado la función de informar a los padres. Si en el balance, esto es irrenunciable, una alternativa es tener evaluaciones censales más esporádicas.
Dicho esto, suspender la evaluación censal puede ser hasta un punto de inflexión para pensar bien los fines de la evaluación hacia adelante. Sin embargo, esa discusión parece no estar abierta. Además, aun suspendiendo las evaluaciones censales, si se debió realizar -y con mayor razón- una evaluación muestral de los mismo grados que se han venido evaluando para conocer el progreso o no de los aprendizajes desde el 2007, y sobre todo para tener algún referente del efecto de un niño costero o una huelga en el sistema educativo y el logro académico. Suponer resultados pobres, no justifica suspender la evaluación. Las evaluaciones no dependen de las hipótesis o expectativas que se tienen sobre los resultados. Una evaluación muestral, además, no tendría un efecto mayor en la recuperación de clases. Muchas regiones que no tuvieron huelga, ni efecto costero han quedado sin saber qué sucedió con los esfuerzos que han desplegado en el año para mejorar sus aprendizajes. Las evaluaciones de aprendizajes han sido de los principales indicadores que han denunciado la inequidad del sistema, generando debate y acciones desde gobierno y sociedad. Sin resultados, es casi seguro que todo el siguiente año será de baja intensidad.
Finalmente, no tener ninguna evaluación de estudiantes este año es ofrecer un trofeo más al radicalismo y soslayar el efecto negativo de una huelga sobre el derecho de los estudiantes. Cuanto más se busca promover una cultura de evaluación en el sector educación, suspender la evaluación de estudiantes es un precedente negativo que seguro será usado más adelante para suspender cualquier otro tipo de evaluación.
Lima, 6 de octubre de 2017